‘Sunset Song’, la película que podrías ver en bucle durante horas
Decía Terence Davies que él no entendía el mundo moderno, que prefería una versión romántica que para su desgracia no volverá a existir jamás. Su última película, claro, es un drama de corte clásico muy al estilo de El hombre tranquilo. Sunset Song no arriesga demasiado pero es bellísima. Aunque era obvio, hablamos de Terence Davis. Por el contrario esa sociedad moderna que no entiende Davies es el que Denis Villeneuve explora en cada en cada una de sus películas. Desde el individuo y sus miedos, envidias y frustraciones que nos restregaba con ese complejo laberinto titulado Enemy, hasta Prisioneros o esta última, Sicario, dos thrillers intensos donde el director se divierte jugueteando con la doble moral americana.
Otra de las películas más esperadas del Festival tiene el cáncer, otra de las guerras -de momento perdidas- de la sociedad actual, como detonante de su argumento. Es la divertida y devastadora Yo, él y Raquel de Alfonso Gomez-Rejon, último ganador de Sundance.
El cine bonito
A pesar de ese rechazo a lo contemporáneo es curioso que Terence Davies haya adaptado precisamente la novela clásica de Lewis Grassic Gibbon, una historia que precisamente protagoniza una joven muy adelantada a su tiempo en lo sentimental. La chica de principios de siglo XX que interpreta la modelo Agyness Deyn tiene una concepción moderna del amor y también de la guerra. Es individualista y feminista. La historia que Davies filma con calma, estilo y a través de unos paisajes que ahogan por su belleza es la de una familia de agricultores escoceses cuyas vidas se ven truncadas por el inicio de la Gran Guerra. La vida pasa entre tragedias y dichas y la forma en la que Davies lo cuenta es hipnótica. Un escena, como ejemplo: Primero los gritos desgarradores de una mujer madura que está pariendo, después alguien que se lava los brazos ensangrentados, luego unas manos que rompen un huevo cocido y después una boca que lo degusta con apetito… “Han sido gemelos”, dice el médico mientras mastica el huevo.
Y así, entre campos de trigo y latigazos en la espalda, tormentas y besos apasionados, bailes y guerras, uno podría ver Sunset Song en bucle durante horas y no pasaría nada. La película de Davis tiene además la presencia de Peter Mullan, que es un animal. El actor interpreta a un padre autoritario, violento y salvaje y lo hace con su cuerpo, con su voz, con su avasalladora presencia y con su estómago. No ganará la concha pero es cine gourmet.
‘Narco-ficción’ de ritmo endiablado
En Prisioneros Villeneuve hacía un relato oscuro, frío y violento sobre un enfrentamiento: el del individuo que se toma la libertad de resolver un conflicto contra ese sistema asumido como infalible del que presume EE.UU. Y lo hizo con un thriller de secuestros y acosos que resultó ser la película más importante de su género en años, aunque fuera terriblemente ignorada. Ahora ha vuelto a repetir porque quizá no se quedó a gusto. Sicario se basa en la misma idea, en la lucha entre dos identidades de un país, los que creen en la ilegalidad de sus propios métodos para templar el problema del narcotráfico y los que piensan que la única vía es la guerra jurídica y legal y claro, muy lenta.
Sicario es una película de ritmo endiablado donde Emily Blunt interpreta a una agente del FBI reclutada por una fuerza de élite que lucha contra el narcotráfico y que dirige Josh Brolin. Los asesora el personaje interpretado por Benicio del Toro, que desarrolla un personaje magnético y lleno de misterio. Sicario no es tan profunda como Prisioneros, ni tan impactante como Incendies y tampoco es tan desafiante como Enemy, pero Villeneuve vuelve a demostrar que tiene pulso y que es un director excepcional. Se exhibe con escenas de acción trepidantes, como una salida y entrada a Juárez donde la tensión es casi inaguantable, donde el espectador sudará tanto como Blunt. Puede que sea una película menor de Villeneuve, pero ya es mejor que la mayoría de los títulos con los que comparte temática.
Una trágica historia de iniciación
Yo, Earl y la chica que se está muriendo, así sería la traducción del título original del último premio Sundance que aquí nos llegará como Yo, él y Raquel. En los títulos de crédito ya está ese humor que desprende todo el rato este divertido (y muy negro) filme de Alfonso Gomez-Rejón, director asiduo de American Horror Story. Greg es el protagonista, un chico acomplejado que pretende pasar desapercibido en el instituto hasta que su madre le obliga a hacerse amigo de su compañera de clase con leucemia. Cine independiente rodado muy bien, con encuadres originales y un montaje con mucho ritmo donde abunda la información fuera de cámara. El guión está repleto de diálogos inteligentes que se basan en lo terrible para hacer chistes lo que convierte a Yo, él y Raquel en una comedia muy negra pero también muy amable. Una manera muy divertida e inteligente de acercarse a la tragedia del cáncer.