Vuelve ‘Psicosis’ 60 años después, ahora con más cuchilladas para revertir la censura
La figura del asesino en serie ya había aparecido en la gran pantalla mucho antes de que irrumpiese en el imaginario colectivo el Motel Bates y su joven recepcionista Norman. Precedentes ilustres como M, el vampiro de Düsseldorf, y otros menos conocidos como The sniper o Mientras Nueva York duerme, eran ejemplo de ello. Pero la manera de representar este tipo de personajes y los actos que cometían comenzó a cambiar en 1960, cuando dos realizadores de importancia y prestigio como Alfred Hitchcock y Michael Powell coincidieron en estrenar dos películas con este tipo de protagonistas: Psicosis y El fotógrafo del pánico, respectivamente. Ambos abordaban la violencia homicida, el voyeurismo y la contemplación fílmica de estallidos psicológicos que entrelazan el sexo con la muerte de una manera bastante más cruda de la acostumbrada en el cine comercial.
A pesar de que Psicosis era un proyecto algo extremo, Hitchcock no quiso arrasar con las convenciones de la época. Su propuesta respetaba algunos diques de contención. Los horrores homicidas y antropófagos cometidos por Ed Gein, el asesino que inspiró la novela original de Robert Bloch y unas cuantas propuestas del gótico americano de celuloide (con La matanza de Texas a la cabeza), se filtraban cuidadosamente. La narración podía ser perturbadora y buscar el shock de la audiencia pero, como en tantas otras ocasiones, la realidad superaba la ficción.
Hitchcock abría caminos del thriller psicológico y del cine de terror moderno sin romper completamente con el cine de intriga clásico. Aun así, el empeño tenía cierto riesgo. Quizá por ello, y quizá también porque su autor se lanzaba un desafío a sí mismo tras habituarse a las películas de presupuestos generosos lideradas por estrellas como Cary Grant, Hitchcock optó por una producción autofinanciada de bajo presupuesto. Terminaría de esa manera su contrato con los estudios Paramount, cuyos responsables estaban poco entusiasmados con ese proyecto siniestro.
Quizá sobraban los motivos para el escepticismo. Los responsables desarrollaban una narración violenta y potencialmente depresiva, sin héroes con los que empatizar, que incorporaba alguna indigesta imagen de sufrimiento y muerte, que incluía situaciones más bien incómodas donde se entremezclaban los traumas familiares con la pulsión sexual y la pulsión homicida. Además, se trataba de un rodaje low cost… ejecutado con técnicos habituales de la serie televisiva Alfred Hitchcock presenta y filmado en dependencias de una empresa de la competencia como Universal.
La Psicosis original y sin censura (directa)
En pleno 2020 nos llega una restitución videográfica del montaje original del filme, presentado en formatos UHD y Blu-ray, que ya se había difundido en Alemania. El usuario puede escoger este montaje original y también acceder a la versión ligeramente censurada que se ha distribuido durante décadas. La diferencia es inusualmente pequeña: trece segundos. Un plano más del personaje interpretado por Janet Leigh desnudándose mientras Norman Bates la espía, un poco más de sangre en las manos del mismo Bates, alguna puñalada más en el cuerpo de otro personaje...
Estas pequeñas intervenciones suponen un ejemplo especialmente sutil de la práctica de recortar filmes con motivo de reestrenos o cambios de medio (como el paso a la televisión). Clásicos previos a la asunción obligatoria del Código Hays de censura, como King Kong o El signo de la cruz, fueron relanzados en versiones abreviadas por motivos morales.
Algunos de ellos no han vuelto a recuperar su metraje original: Náufragos en la jungla, del entonces popularísimo Cecil B. DeMille que posteriormente rodaría Los diez mandamientos, perdió casi un 20% de su duración. En el caso de Psicosis, el cambio en la experiencia cinematográfica es mínimo. En realidad, puede pesar más la mejora general en la calidad de imagen, tanto en alta definición convencional como en 4K, respecto a ediciones previas de apariencia más intrusivamente digital.
Aun así, el pequeño acontecimiento cultural de una nueva versión de Psicosis sin censura directa (cortes al margen, la concepción y rodaje de la obra no dejaron de estar marcados por la vigencia de esta práctica), y el hecho que esta alteración haya pasado casi inadvertida durante 60 años, nos recuerda las persistencia del control externo de contenidos en Hollywood desde 1934 hasta 1968 y más allá. Nos habla, también, de las muchas precauciones y asteriscos que hay que incluir cuando se habla de libertades artísticas en la industria audiovisual.
En el ensayo Alfred Hichcock and the making of Pyscho, la supervisora de vestuario del filme declara que ella y otros miembros del equipo pensaban que Hitchcock había ido demasiado lejos, especialmente en una famosa escena de ducha. Anticipaban que el realizador se vería obligado, fuese por la censura o por los intereses comerciales de él mismo o de Paramount, a descartar parte del material que quería mostrar. En pleno rodaje, un periodista de la revista Variety expuso este tipo de dudas al cineasta, que contestó con el argumento de la verosimilitud: “Los hombres matan a mujeres desnudas, ya lo sabes”.
El torbellino de música afilada y montaje agresivísimo que supuso la consabida ducha mortal acabaría siendo una escena memorable e incluso un icono cultural. La banda sonora de Bernard Herrmann sería conocida por varias generaciones, incluso por parte de personas que nunca vieron la película. Hitchcock lo había vuelto a conseguir. Se congratulaba de haber conseguido engatusar a los censores, de haberlos confundido como a un espectador más subyugado por los golpes de efecto que habría preparado. Psicosis continuaba siendo una película parca en violencia y en sexualidad gráfica. Pero la suma de pequeñas y grandes transgresiones acumuladas, comenzando por la sensualidad ilícita de su inicio, hacía que el conjunto trascendiese los límites de lo posible, o de lo esperable, en una película comercial de ese momento.
Algunas concesiones frustraron al guionista Joseph Stefano, un antiguo actor y letrista de canciones que en aquel momento se estaba reinventando como escritor. Décadas después, Stefano siguió lamentando que el director hubiese prescindido de una imagen del cuerpo muerto del personaje de Marion Crane (Janet Leigh) que le parecía una representación desoladoramente bella de la pérdida de una vida humana. Al parecer, Hitchcock anticipaba una batalla (¿perdida?) con las autoridades porque en el encuadre se veían las nalgas de la actriz. En todo caso, un plano sí presente en el montaje final (el memorable movimiento de cámara que parte del ojo inexpresivo del cadáver) enviaba un mensaje parecido.
Quizá Hitchcock había seleccionado sus batallas para poder culminar la producción. Si el realizador Otto Preminger había ido al choque frontal con las autoridades a raíz de los estrenos de The moon is blue o El hombre del brazo de oro, el británico optó por el posibilismo y la astucia. El éxito de Psicosis contribuyó a debilitar a cuchilladas el sueño de varios grupos de presión religiosos y políticos: controlar un arte popular como el cine consiguiendo que todas las películas tuviesen que ser consideradas aptas para todos los públicos, con la correspondiente 'juvenilización' de los contenidos. Se comenzaba a prefigurar el camino del sistema de calificación por edades que entraría en vigor a partir de 1968. Y que también condicionaría, de una manera un poco diferente, el trabajo de los directores en Hollywood.
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