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Will Ferrell viaja por EEUU con su amiga trans y da una lección de empatía y cariño en 'Will & Harper'

Will Ferrell y Harper Steele de viaje en 'Will y Harper'

Javier Zurro

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Will Ferrell es uno de los cómicos más populares de EEUU. Lo es gracias a éxitos como Zoolander o Hermanos por pelotas, comedias que reventaron las taquillas y que le convirtieron en una estrella transversal, de esas que gustan a izquierda y derecha. A mayores y jóvenes. Pero antes se forjó en uno de los mejores y más veteranos programas de la televisión de EEUU, el Saturday Night Live. 

El show, que en 2025 cumplirá 50 años y estrenará un filme sobre sus inicios, se emite cada sábado en directo, y en él, un reparto de humoristas desgranan la actualidad junto a un invitado famoso. Es allí donde se han formado las personas que luego protagonizarían los taquillazos cómicos del momento: Tina Fey, Amy Poehler, Kristen Wiig, Jimmy Fallon, Jason Sudeikis o incluso Adam Sandler, además de clásicos como Dan Aykroid. 

Las estrellas del SNL son algo así como patrimonio cómico de EEUU, y por ello tiene tanta importancia que alguien como Will Ferrell haya promovido un documental como Will & Harper, que acaba de estrenarse en Netflix y que muchos colocan como uno de los favoritos para la temporada de los Oscar. Un road trip por su país con su amiga Harper Steele, que fue guionista de aquel programa, compañera de farra y cerveza y cómplice en muchos de sus proyectos más locos (ella escribió Festival de la Canción de Eurovisión: La historia de Fire Saga). Harper, cuando escribía los guiones de los que luego triunfarían delante de la pantalla se llamaba Andrew, y durante la pandemia tomó la decisión de transicionar y cambiar de género.

Comunicó a las personas queridas su decisión por mail. Una carta que tardó mucho tiempo en escribir pero que llegaba tarde, tras años sufriendo por no poder ser quien realmente era. Ese mail le llegó a Will Ferrell, que por supuesto apoyó a su amiga, pero también se dio cuenta de que era la única persona trans que conocía realmente. Por ello le propuso un plan, que ambos hicieran uno de esos viajes por varias ciudades y Estados para que ambos se pongan al día, y se pregunten cualquier duda al respecto que puedan tener.

Ese es el punto de partida de Will & Harper, una idea hermosa que se convierte en un documental lleno de empatía y cariño, el que siente Ferrell por su amiga. El gran acierto es no centrar esta historia en la extrañeza de Ferrell, sino casi en un manual para todos aquellos que todavía ven con ojos extraños a una mujer trans. Coloca a ambos protagonistas a la misma altura, y si bien presenta a Ferrell con sus muchas preguntas, también vemos a Harper preguntarse si su amigo conoce a más personas trans, o qué pensó cuando se lo comunicó.

Will & Harper es una película que acaba siendo didáctica y útil para aquellos que hablan desde el desconocimiento. No solo van a escuchar a una mujer trans contando su experiencia en primera persona (incluido todos los insultos y el sufrimiento), sino que, sobre todo, van a ver a su amigo siendo con ella igual que era antes y rompiendo cualquier tipo de prejuicio. El acierto principal llega cuando el filme se convierte, además, en una carta de amor a su país. Ese road trip ―que incluye una primera parada para visitar a algunos de los miembros más conocidos del programa donde se conocieron― es una declaración de amor a aquellas cosas que hacían antes (ir a los deportes, visitar tugurios de mala muerte y beber hasta emborracharse). Harper lo dejó de hacer por el miedo a ser mirada y criticada, pero al lado de una estrella de Hollywood le resulta más fácil.

No es un documental 'blanco', y de hecho se estrena en plena campaña electoral, algo que como ha confesado su director, Josh Greenbaum, no es casualidad. De hecho, uno de los momentos más tensos es cuando van a un partido de la NBA de los Indiana Pacers. Primero se muestra la emoción. Harper dice una frase para el recuerdo: “Nunca vi a Leonardo DiCaprio o Jack Nicholson en primera fila viendo un partido con su amiga trans”. Una muestra de que algo está cambiando, también de que hay una masculinidad antigua que sigue perpetuando ciertos comportamientos. El momento tenso llega cuando conocen al gobernador de Indiana, que no es especialmente simpático. Miran en Google y encuentran las barbaridades que ha dicho y que pretende hacer contra la comunidad LGTB, pero especialmente hacia el colectivo trans. Comienza una batería de imágenes de todo lo que los republicanos pueden realizar si llegan al poder. 

El espacio para la crítica llega sobre todo cuando ambos entran en Texas y deciden hacer un concurso de comer un chuletón con cerveza. La gente les mira, el propio Will Ferrell dice que es de las veces que más ha levantado la atención. Les toman fotos, y en pocos minutos las redes sociales se llenan de comentarios de odio y tránsfobos. Ferrell se derrumba al día siguiente al sentirse culpable de lo ocurrido. Así, el documental se convierte también en un grito de aviso. Uno que muestra cómo el odio se ha extendido contra la comunidad trans por culpa de las barbaridades que dicen los conservadores, que nunca han conocido una persona trans, pero que pretenden demonizarles y cercenar sus derechos. 

Quizás todos ellos deberían ver este documental que muestra cómo hasta una persona que ha conseguido el éxito profesional y que cuenta con el apoyo de sus seres queridos llegó a pensar en suicidarse a causa de los ataques de odio. Quizás al ver el amor y el cuidado que Will Ferrell dedica a su amiga, la atención con la que la escucha, cambien más mentalidades que lo que lograrán muchos programas electorales. 

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