Xavier Dolan le hace sombra a Denzel Washington en Zinemaldia
Zinemaldia presume de ser el más pequeño de los grandes festivales de cine, y todos los años atrae estrellas rutilantes a San Sebastián. A veces son símbolo de controversia, como Julia Roberts hace unos años. En otras ocasiones confirman el pedigrí del certamen. Este último es el caso de Denzel Washington, un actor que, con dos Oscar y una miríada de películas a su espalda, dio ayer lustre a la jornada inaugural. El intérprete estadounidense abría el certamen con The Equalizer (El Protector), segunda colaboración con el director Antoine Faqua tras Training Day, en la que el protagonista abandona su vida monacal para rescatar a una prostituta de las manos de la mafia rusa.
A los estadounidenses les que gusta aquello de que los golpes y luchas sean de lo más estridentes, algo siempre predecible, pero antes de que estallen los fuegos artificiales Faqua elabora una película compleja y oscura con un memorable encuentro entre Washington y Chloë Moretz que evoca el Noctámbulos, de Edward Hopper. El director ha sido meticuloso y ha rodado las escenas de violencia al estilo de Sergio Leone, añadiendo una cámara lenta que por momentos puede resultar excesiva. Pero la sangre gusta y cuantos más detalles, más diversión. “La mitad de las escenas de violencia no se ven, es la sugerencia de esa violencia la que da más miedo”, ha comentado Washington en la rueda de prensa. Pero esas elipsis a las que se refiere el último premio Donostia no salvan un filme que hace veinte años hubiera protagonizado Sylvester Stallone sin pena ni gloria.
Mucho más acertado está el canadiense Xavier Dolan en su particular visión de Edipo. En esta ocasión a una tenaz Yocasta el hijo le ha salido con trastorno de hiperactividad. Mommy está elaborada en un formato original, con solo la mitad vertical de la pantalla durante casi todo el metraje para escenificar la compleja interacción entre los universos de los protagonistas. A la madre viuda intenta rectificar con espontaneidad el comportamiento enfermo de su único vástago y la vecina que se ve involucrada intenta jugar un papel definitivo para darle la vuelta a la tragedia. Los lazos que se establecen entre cada uno de ellos es una de las perlas que deja la historia.
Son muchas las virtudes y pocos los defectos que se le pueden encontrar a la película seleccionada por Canadá para los Oscar y que ya logró obtuvo el Premio del Jurado en el último festival de Cannes. Dolan, que cuenta tan solo con 25 primaveras y cinco películas a sus espaldas, sabe modelar también el guion en cada momento, jugando con la montaña rusa emocional de sus intérpretes, pero con unas pinceladas de comedia ácida, que siempre hacen más llevadero cualquier drama por brillante que sea.
La pareja formada por Antoine-Olivier Pilon y Anna Dorval, con el apoyo de una también magnífica Suzanne Clément, deja para el recuerdo uno de esos retratos materno filiales en la senda de Grbavica, que también se puede ver estos días en San Sebastián en la retrospectiva Eastern Promises, o de Bailar en la Oscuridad. El realizador propone montajes musicales con canciones de Blur, Oasis o Lana del Rey para liberar las tensiones y frente a las opiniones que puedan ver momentos excesivamente eufóricos, habrá quien encuentre un bálsamo después de los violentos desencuentros.
Religión, casta y violencia de género
Daniel Wolfe es un director de vídeos musicales que ha querido entrar en el mundo del largometraje a través de la persecución de una joven paquistaní británica que escapa para estar con su novio. El pesimismo imbrica desde el principio la historia de Catch Me Daddy, un drama sobre religión, casta y violencia de género aderezado con la intensa ambientación del director de fotografía Robbie Ryan.
Wolfe, que cuenta en el reparto que el siempre eficaz Gary Lewis, intenta disimular el fatal desenlace que se adivina desde el inicio de la película. Si bien es cierto que el director, al igual que sus protagonistas, no puede escapar de sus orígenes, no hay que quitarle méritos a una película que seduce por su crudeza.