“Dibujé el peor dibujo del que fui capaz, lo subí a Instagram ¡y a la gente le encantó!”
Alex Graham (Denver, Colorado, 1987) es la dibujante de cómics y pintora que ha sido destacada, entre más de mil proyectos, como la ganadora de la quinta edición del Puchi Award, una iniciativa de La Casa Encendida y Fulgencio Pimentel que premia obras experimentales y rupturistas. En esta ocasión, la escogida ha sido Dog Biscuits, un cómic de cuatrocientas páginas previamente publicadas a través de la cuenta de Instagram de la autora, con gran éxito, y que renueva la mejor tradición del comix underground en un relato atado a la actualidad e improvisado en buena medida.
Dog Biscuits es la tragicomedia de la vida cotidiana, una historia que transcurre durante la pandemia de la COVID-19, pero que en realidad no trata sobre ella sino sobre la cruda realidad de un triángulo amoroso con tres vértices acosados por la ansiedad social, la depresión y, sobre todo, la precariedad. Gussy se acerca a los cincuenta y malvive de un absurdo negocio de fabricación artesanal de galletas de perro gourmet; Rosie es su empleada, veinte años menor que él; y Hissy es el hijo de Jennifer Love-Hewitt y compañero de piso de Rosie. Los tres son animales antropomórficos y se van a ver envueltos en una historia de amor y sexo en tiempos extraños, entre mensajes de WhatsApp y brutalidad policial, que captura nuestro zeitgeist de manera perfecta. La edición española, coeditada por Fulgencio Pimentel y La Casa Encendida, con brillante traducción de Joana Carro y César Sánchez, llega este mes a las librerías.
¿Cuál es el origen de Dog Biscuits? Comenzó como un webcómic al inicio de la pandemia, ¿verdad?
Sí. Yo vivo en Seattle y me dedico a pintar. Llevaba varios años trabajando como camarera a tiempo completo en un restaurante. Con la pandemia el restaurante cerró, pero obtuvo una ayuda del Gobierno, mediante un acuerdo que obligaba a que todos los trabajadores estuviéramos cuarenta horas a la semana en el local, no importaba que no hubiera actividad. Todos estaban allí viendo la tele, mirando sus móviles o leyendo libros. Un día, pillé un papel y dibujé unas viñetas, sin inspiración ni intención alguna. Me dije a mí misma que iba dibujar el peor dibujo que fuera capaz de hacer [risas]. Lo subí a Instagram ¡y a la gente le encantó! Aquello me voló la cabeza, era lo peor que había hecho nunca y la gente andaba como loca, ¿qué estaba pasando? Cuando Simon Hanselmann (Megg, Mogg & Owl) lo compartió en sus redes, comenzaron a seguirme miles de personas. A partir de ahí, decidí continuar con el cómic y sentarme cada día a hacer alguna página en el trabajo, mediante la improvisación pura. Dibujé un montón de páginas hasta que me despidieron y pude dedicarme a trabajar en el cómic en casa, más centrada y sin distracciones. Ese es el motivo de que, a partir de cierto punto, el dibujo del libro mejore mucho. Con la tranquilidad de mi casa fue cuando di con la trama completa de la historia, y ya dejé de improvisar tanto, aunque aún hay ciertos elementos y escenas que aparecieron en el proceso.
¿Cuánto tiempo tardó en terminar el libro a partir de ese momento?
Seis meses. Hacía una media de una o dos páginas al día, aunque llegué a hacer seis en una ocasión. Hacia el final se fue haciendo más difícil porque cogía malas posturas y mi espalda me estaba matando. Al final del trabajo, estaba destruida, aunque estaba supermotivada con la posibilidad que había tenido. Sentía que si no la aprovechaba para terminar Dog Biscuits nunca podría hacer nada parecido.
He leído que las publicaciones en redes sociales generaban comentarios muy encendidos, y que la opinión de sus seguidores iba afectando a la historia, ¿es cierto?
No de la forma en que la gente cree. Lo que iban diciéndome me afectaba, pero porque siempre hacía lo contrario a lo que la gente esperaba. Quería provocarlos. Cuando la gente pensaba que estaba intentando lanzar algún tipo de mensaje moral con alguna cosa, hacía la contraria al día siguiente. Disfruto mucho provocando al público, la verdad. Pero si miro atrás, considero que en el libro tiene demasiada influencia lo que pensaba la gente. De modo que no voy a hacer esto en mi próximo trabajo. Si lo acabo enseñando en Instagram de nuevo, lo haré treinta páginas por detrás del punto en el que esté, para que no me afecte.
Si miro atrás, considero que en el libro tiene demasiada influencia lo que pensaba la gente, de modo que no voy a hacer esto en mi próximo trabajo
Esto es interesante porque parece que vivimos en un momento en el que muchas narrativas son morales; intentan decirnos lo que debemos pensar o las ideas que debemos tener.
Ese es el motivo por el que no me interesan muchos cómics contemporáneos, que parece que intentan sermonear a sus lectores. Sus protagonistas son perfectos y no cometen errores, son virtuosos, y a lo sumo son los secundarios los que actúan mal. Creo que estos cómics resultan irreales, porque nadie es perfecto. A mí me interesa crear personajes que se equivoquen y cometan errores, imperfectos, como todo el mundo.
Dog Biscuits es una mezcla perfecta de comedia y drama. A veces hace reír, pero otras da ganas de llorar, porque suceden cosas muy deprimentes… ¿Cuáles son sus influencias para lograr este tono?
Creo que mi principal influencia es la literatura. Hay muchos cómics ahora mismo que presentan la realidad suavizada, feliz en cierta forma. Pero yo quería mimetizar la vida, que puede ser realmente triste a veces. Otra cuestión que influye directamente a mi obra es la hipersensibilidad hormonal, que afecta a mi regla. Por eso, cuando escribo, puedo estar muy contenta durante una semana, y a la siguiente totalmente deprimida. Eso va afectando a la trama.
Sí, Dog Biscuits tiene un ritmo muy especial. Usted también tiene una forma muy divertida de mostrar los sentimientos de los personajes a través de signos gráficos: la tristeza, la felicidad, incluso la excitación sexual… ¿de dónde proviene, es improvisado?
Lo que me gusta de los cómics es precisamente eso: puedes expresar cualquier cosa a través de la caricatura. Me encantan los dibujos animados clásicos, Tom y Jerry, por ejemplo. Podría decir que la literatura y estos dibujos son mis principales influencias como autora de cómics.
En mi obra influye la hipersensibilidad hormonal, que afecta a mi regla. Por eso, cuando escribo, puedo estar muy contenta durante una semana, y a la siguiente totalmente deprimida. Eso va afectando a la trama
Un tema importante es el de los trastornos mentales, que muestra no solo a través de las interacciones de los personajes, sino también a través de largos monólogos. Depresión, ansiedad, pero también el abuso de drogas. ¿Tenía algún interés especial en estos temas, realizó alguna documentación?
Creo que está principalmente basado en mis experiencias personales, sobre todo en lo que respecta a Rosie y Hissy, que son los dos personajes que muestran mis emociones e ideas cuando tenía más o menos su edad. De todas formas, no quería que nadie lo leyera como un cómic autobiográfico porque no lo es, aunque, en cierta forma, es inevitable que las experiencias personales se filtren en la ficción. De hecho, Gussy muestra algunas cosas de mi personalidad actual, incluso aunque él tenga unos diez años más que yo.
En Dog Biscuits también son importantes los asuntos políticos. Muchos personajes hablan de los últimos días de Donald Trump en el poder, se menciona a Joe Biden… Pero, sobre todo, se muestran los abusos policiales. Antes ha comentado que no quiere dar mensajes morales claros en el libro, pero resulta difícil no pensar que está intentando decir algo acerca de la brutalidad policial, un tema candente en Estados Unidos, especialmente en aquellos momentos.
Bien, yo estaba escribiendo una historia sobre la pandemia, en la que sabía que la única forma de no hablar de la brutalidad policial era obviarla deliberadamente. Por eso tuve que mostrarlo, de una forma muy concreta. Porque no quería hacer que la policía pareciera buena: no lo es. En Seattle, rociaron los ojos de un chaval con gas pimienta, muy cerca de donde vivía yo. Quería mostrar todo eso, en un momento en el que estaba muy cabreada con el departamento de policía de la ciudad. Por eso los represento como monstruos enganchados a la metanfetamina. Por supuesto, lo exageré mucho. Creo que estaba canalizando todo el descontento de mi círculo, de la gente de mi generación, hacia lo que estaba pasando. Sé que el modo en el que lo hice quizás no sea el correcto, ya que yo no soy el principal objetivo de la policía, debido a mi raza. La gente de color lo son; pero a pesar de eso sentía que tenía que hacer algo, que era mi responsabilidad.
¿Ha tenido algún problema con esas viñetas?
No. Yo temía que alguien fuera a decirme algo por ser una persona blanca hablando de un problema de otros colectivos, pero no sucedió. Nadie me dijo nada, así que quizás sí que lo hice de la forma correcta. Bueno, ya veremos.
Me gustaría preguntarle por el premio Puchi Award. ¿Cómo se siente al respecto? ¿Cómo conoció el certamen?
Mi amigo Simon Hanselmann me sugirió presentar el proyecto justo antes de que acabara el plazo. La verdad es que nunca pensé que tuviera opciones, debido al sexo y el tipo de humor que contiene. Es un cómic claramente lowbrow. Así que me sorprendió mucho ganar un premio literario como este. Estoy muy contenta pero todavía no me lo creo del todo [risas]. Pero mírame, ahora soy la primera en toda mi familia en viajar fuera de Estados Unidos.
Ha mencionado el sexo y la violencia del libro. La edición de Fulgencio Pimentel es la primera que se publica sin censura, ¿verdad?
El único motivo por el que me autocensuré mientras lo serializaba en Instagram es porque no quería que me suspendieran la cuenta, como les sucedió a algunos amigos artistas cuyo contenido era bastante menos explícito. Pero las páginas de sexo explícito podían encontrarse en mi página web sin problemas, y también están incluidas en la edición española.
Me autocensuré mientras serializaba mi obra en Instagram porque no quería que me suspendieran la cuenta
Me ha sorprendido encontrar una portada suya en una revista de cómic en catalán, Forn de Calç (Extinció Edicions). ¿Cómo llegó a hacerla?
Se trata de una pintura que ya tenía hecha. El editor de la revista, Marc Charles, seguía mi trabajo, y había leído mi primera novela gráfica, de 2018. Después de terminar Dog Biscuits, me preguntó si tenía alguna ilustración ya terminada que pudiera usar como portada, y le enseñé este cuadro, que le encantó. Tengo problemas de audición, y en una ocasión me hicieron unas pruebas para unos audífonos; mientras me las hacían, me vino a la mente esta imagen.
Los días 12 y 13 de marzo usted participó en el festival de edición independiente GRAF, en Barcelona. ¿Cómo fue la experiencia, cómo ha visto la escena del cómic español?
Fue maravilloso, vi un montón de obras geniales, muy coloridas. La verdad es que no he estado en muchas ferias en Estados Unidos, pero GRAF se puede comparar a mi favorita, el festival Short Run de Seattle. Me lo pasé muy bien en GRAF, la gente era genial. Fue una experiencia muy inspiradora.
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