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La Fashion Week alternativa que abre el camino a la moda sostenible frente a la gran industria textil

Modelos en la pasarela del CSFW en el desfile del 7 de febrero.

Patricia Gea

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Poco a poco, la moda sostenible se va haciendo hueco en las grandes citas de la pasarela en Madrid. Estos días se celebra en los espacios Loom Salamaca, Espacio triple y en el Ayuntamiento de Rivas, la Circular Sustainable Fashion Week (CSFW), la semana del diseño sostenible, que por quinto año consecutivo coloca en el cartel a decenas de nuevos nombres de creadoras y creadores textiles, aspirantes a competir en un futuro con la gran industria de la moda. De momento su trabajo es poco conocido entre el gran público, y la tendencia cultural al consumo rápido y constante dificulta su entrada en el mercado. La moda sostenible va mucho más allá del diseño, la técnica y la ropa: “Se trata de hacer una reconversión profunda de la manera en la que producimos y consumimos para que sea compatible con el cuidado del medioambiente”, explica Paloma G. López, directora de la CSFW.

En su última Conferencia sobre Comercio de Desarrollo (UNCTAD), la ONU advirtió de que la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo, solo por detrás de la del petróleo, y halló a lo largo de sus investigaciones que, por ejemplo, confeccionar unos pantalones vaqueros requiere del uso de unos 7.500 litros de agua, el equivalente a la cantidad que bebe una persona promedio en siete años. “Produce más emisiones de carbono que todos los vuelos y envíos marítimos internacionales juntos”, señalaba la ONU en su informe.

“No podemos mirar hacia otro lado con estos datos sobre la mesa”, apunta la directora del evento. “Tenemos tanta ropa fabricada que si detuviésemos la producción no pasaría nada”. Hay residuo textil, dice, como para vestir a todo el mundo durante décadas sin tener que producir más ropa. Las marcas que ha llevado a su pasarela desarrollan su trabajo en torno a la sostenibilidad y la economía circular. Para dar a conocer la relación que existe entre todo ello y en qué consiste, realmente, esto de la moda amable con el medioambiente, además de las pasarelas han organizado la primera semana de febrero un Congreso que, bajo el rótulo ‘Diálogos para el cambio’, ha congregado a través de la pantalla a reconocidos nombres de expertos contra el cambio climático, investigadores y personalidades del mundo de la política.

Entre ellos, la activista Carry Somers, que a principios de este año navegó más de 2.000 millas desde Galápagos hasta la Isla de Pascua para investigar la contaminación química tóxica y los microplásticos, David Sandoval, presidente de Greenpeace España, o la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Cuando Paloma López impulsó estas charlas era consciente de que “todavía hay que explicar la sostenibilidad desde un sentido amplio porque algunos conceptos son nuevos para muchos”.  

Creadoras sostenibles

Una de las diseñadoras llamadas a participar en la CSFW ha sido Elena de Frutos, dedicada a la alta costura y a la confección de vestidos de novia, con casi 30 años de experiencia en el sector. “He llegado aquí después de muchas idas y venidas, de cerrar muchos negocios porque no eran competitivos frente a un Zara. Además en aquel momento casi nadie hablaba de sostenibilidad, más bien me trataban como a una loca que pertenecía a una secta o algo así”. Lamenta que todavía sigue siendo una cuestión muy desconocida e ignorada, y por eso la parte más difícil de su trabajo no es ni encontrar los materiales para sus creaciones, ni las técnicas para trabajarlos, ni pensar cómo reciclarlos: “lo más difícil es venderlo”. “No puede haber un cambio en la industria si no cambiamos la manera en que concebimos comprar. El mercado actual se basa en el consumo continuo, a las empresas les interesa, por lo tanto no se van a movilizar para facilitar la transformación, tiene que salir de los consumidores y de pequeños diseñadores como nosotras”.

Después de terminar sus estudios y pasar por varias etapas, abrir y cerrar un taller, una tienda física y una tienda online, De Frutos se ha hecho un hueco que parece más o menos estable entre la alta costura sostenible. “Me dedico a la ropa a medida porque es lo que mejor funciona y porque me permite más creatividad”. Hace apenas un año que ha iniciado también un proyecto con vestidos de novia en el que ofrece a las clientas reciclar los antiguos vestidos de madres o amigas para darles una nueva vida. “Lo más sostenible es lo que ya está hecho, así que si ya hay un vestido yo lo transformo en otro sin utilizar ningún material nuevo”.

Señala, como Paloma López, que la sostenibilidad en la moda va mucho más allá de la ropa y se trata de una forma de vida y de valores que tienen como objetivo último el respeto al medioambiente. “Tenemos que parar esta forma de consumir y empezar a pensar en términos colaborativos frente a la competitividad del sistema actual”. Coincidiendo con la clausura de la semana de la moda sostenible, y con el día de San Valentín, una fecha para ensalzar los lazos y los compromisos, el próximo 14 de febrero la CSFW va a celebrar la 'Pasarela 17', donde ningún creador o creadora será protagonista, ni tendrá más visión sobre las demás porque “se van a mostrar todos los diseños mezclados y van a participar las 17 marcas que han colaborado con el proyecto”, explica la directora. “Queremos representar que el reto que tenemos delante es tan grande que necesita del trabajo en equipo de todos los estamentos y sectores de la sociedad para conseguirlo. Si no construimos alianzas, lo vamos a tener crudo”.

Economía circular

 “La economía circular es una rama que pretende cerrar el ciclo en el uso de recursos que hacemos de la naturaleza”, explica Paloma López. “Ahora hay una economía extractiva, es decir, cogemos las materias primas, las transformamos, las usamos y después las tiramos, las convertimos en residuos”. Pero la “economía regenerativa” de la que habla la directora de la CSFW trata de “o bien alargar la vida del producto o bien estudiar cuál es la forma de devolverlo a la naturaleza en las mejores condiciones posibles”. Se trata de ampliar el capital natural biológico que la acción del ser humano está destruyendo. 

Desde sus inicios, Elena de Frutos ha huido de “la temporalidad” a la hora de confeccionar sus colecciones. “Hago ropa pensada para que dure años, de calidad, e incluso que pueda transformarse. Lo consigo buscando tejidos ecológicos que se adaptan a las formas y que dan a la ropa la mayor durabilidad posible”. Cuenta que para esta colección ha trabajado con seda de gusanos extraída de forma no violenta, es decir, dentro del respeto a los procesos naturales del animal. “Para hacer la seda normal se coge el capullo con el gusano y se somete a temperaturas muy elevadas, así que lo mata. La seda que utilizo se extrae del capullo cuando el gusano ya se ha convertido en mariposa y ha salido”. También ha expuesto prendas tejidas con lana 100% natural, reciclable y biodegradable, o triacetato, una materia prima que proviene de la extracción de la pulpa de la celulosa, y otros materiales obtenidos de bosques sostenibles.

Mitos sobre la moda ecológica

Elena de Frutos aprovecha la entrevista para desmontar algunos mitos que planean sobre la moda sostenible, como que “lo ecológico es mucho más caro o que es ropa demasiado casual sin diseño. No es verdad, el precio, aunque puede haber una pequeña diferencia, no es mucho más elevado, y, por otra parte, sí hay diseño, muchos tipos de prendas distintas para diferentes tipos de personas”. López añade que “las prendas que compramos en cualquier tienda vienen con obsolescencia programada, por eso cuestan diez euros, para que dentro de un tiempo vuelvas a comprar. Nos obligan a seguir consumiendo. Sin embargo, las marcas sostenibles trabajan con un nivel de exigencia en cuanto impacto medioambiental y social en sus creaciones que sube un poco los precios de la ropa, pero no tanto como se cree”.

Por otro lado, De Frutos reconoce que la desfavorable situación económica de mucha gente “influye” en las compras, pero cree que el motivo por el que a la moda sostenible le cuesta generar nuevos clientes tiene más que ver con los valores del “sistema capitalista agresivo” que con los precios. “La desigualdad es un problema a todos los niveles, es cierto que hay mucha gente que no puede acceder a estas prendas, pero tampoco a las de Zara”. Hay un cambio, asegura, hacia las opciones de segunda mano, de las que ha proliferado en los últimos años el número de establecimientos, pero para que se consolide esta tendencia hace falta, bajo su punto de vista, que se generen entornos alternativos donde se tenga conciencia medioambiental y poco a poco se vaya haciendo extensible a un gran conjunto.

“Creo que eventos como la CSFW son un gran empuje. Normalmente estas marcas se sostienen en pequeños proyectos con economías de subsistencia. No tenemos los medios para lanzarnos al mercado con la solvencia de empresas más grandes, así que en este momento te diría que es imposible que una marca pueda hacer sola el camino, necesitamos unirnos para poder transitar, tejer redes. De momento la colaboración nos está funcionando muy bien”.

Ambas coinciden en ser conscientes de que, como todo cambio profundo en una sociedad, la explosión del mercado de lo sostenible vendrá precedida de un largo proceso. “No es necesario que sea radical. Hay que ir quitando capas, descubriendo, tomando conciencia… Nuestro discurso no es purista, entendemos las dificultades de cada uno y simplemente ofrecemos las herramientas para transitar ese cambio”.

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