La portada de mañana
Acceder
El aval del PPE a la ofensiva de Feijóo contra Ribera aboca a la UE a una crisis sin precedentes
Sánchez impone al PSOE evitar el cálculo partidista en la crisis valenciana
OPINIÓN | El extraño caso del doctor Óscar y el señor Puente, por Enric González

El mundo editorial debate si Carmen Mola es un derrape ético o un acierto mercantil

Carmen Mola no era solo un seudónimo, era una construcción literaria con muchas implicaciones. El fallo del premio Planeta ha despertado un intenso debate en el seno del mundo cultural. En un lado están los que lo consideran una revelación divertida y una brillante estrategia comercial. En el otro, quienes creen que Planeta, los tres ganadores y la editorial responsable de la estrategia han cruzado varias líneas rojas.

El ministro de Cultura, Miquel Iceta, se encuentra entre los primeros. “Esto ha sorprendido porque son tres hombres, pero ya habían publicado y tenían éxito. Conozco al jurado del premio Planeta y seguro que han valorado la calidad”, ha dicho este lunes en una rueda de prensa. Desde el viernes también hay gente poniendo en valor la prosa de los tres guionistas por separado, mientras que Mola ha escalado puestos en las listas de ventas: top 10 en literatura general y top 3 en novela negra.

Sin embargo, los más críticos defienden que no hace falta mentir para preservar una identidad ni para ahorrarse críticas o promociones fastidiosas. El caso de Carmen Mola excede a la creación de un seudónimo, y eso ha indignado a parte de los que la leyeron, vendieron y escribieron sobre ella.

Los tres autores –Antonio Mercero, Jorge Díaz y Agustín Martínez– han dicho en una entrevista en El País que la elección del alias de Carmen fue fortuita porque les sonaba “sencillo, españolito”, pero que podría haber sido perfectamente un nombre masculino. “No me lo creo en absoluto, fue totalmente premeditado porque responde al boom de las escritoras de novela negra”, cree Alba Varela, dueña de la Librería Mujeres, una de las siete en toda España que solo tienen autoras en su catálogo. A ella no le ocurrió como a sus colegas madrileñas de Mujeres & Compañía, que después de conocer el fallo retiraron las novelas de Carmen Mola de sus estanterías y se las devolvieron a Alfaguara, propiedad de Penguin Random House. 

“Nosotras nunca hemos tenido esos libros porque me leí el primero y supe que detrás había un señor”, asegura. Aun así empatiza con sus compañeras y lamenta que “hayan usurpado durante tres años un espacio que no les correspondía”. “Este sesgo nos sirve para promover la creatividad de las mujeres frente al desconocimiento social de su valor. Es una política social. Que te engañen y te utilicen así es deleznable”, expresa Varela, que opina que los comerciales de Alfaguara deberían haberlas avisado.

Las instituciones feministas o en defensa de los derechos de la mujer que alguna vez recomendaron su lectura se enfrentan a un debate similar. El Instituto de la Mujer de Castilla La Mancha incluyó dos títulos de Mola –La novia gitana (2018) y La red púrpura (2019)– en su lote de lecturas con “perspectiva de género” de 2020. La consellera catalana de Feminismos ha criticado la estrategia del seudónimo por ser una “banalización” de la discriminación de las mujeres en la escritura de la que se han hecho eco organismos públicos, pero no únicamente. 

Este sesgo nos sirve para promover la creatividad de las mujeres frente al desconocimiento social de su valor. Es una política social. Que te engañen y te utilicen así es deleznable

La revista Elle también incluyó a Carmen Mola en una lista de mujeres “que nos inspiran y cambian el mundo” a raíz del 8 de marzo. “Si antes de saber que eran hombres considerabas que eran buenos ejemplos de perspectiva de género, tienes que seguir pensándolo, porque no han alterado ni una letra de los textos”, ha defendido el escritor Sergio del Molino, que a pesar de todo admite que no es una opción idónea. “Retirar los libros, como ha hecho la librería de Madrid, es tan mala o peor que la anterior porque implica reconocer que recomendaron los libros sin leerlos y sin más criterio que llevar estampado un nombre femenino en la cubierta”, añade.

La relación de las editoriales y los tres autores con la prensa ha sido otra de las cuestiones más delicadas del asunto. ¿Es ético inmiscuir a los medios de comunicación en una estrategia de marketing? Mathieu de Taillac opina que no. El periodista es corresponsal en España para varios medios franceses y en verano de 2018 propuso a Le Figaro un tema en profundidad sobre el fenómeno literario del momento.

“Fui a un librero de confianza y me aconsejó tres títulos, entre los que estaba La novia gitana. Lo leí y lo escogí por el asunto del seudónimo”, explica el periodista. Para el artículo entrevistó a la editora de Alfaguara, María Fasce. “A mí me contó lo que a todo el mundo, que lo que escribe Carmen Mola es de una violencia tal que podía dañar la imagen que tenía su entorno de ella como mujer convencional”, recuerda. También reconoce que podría haber investigado más, pero no encontró razones de peso para hacerlo al no estar especializado en cultura ni literatura.

El viernes, cuando saltó la liebre, “me sentí enfadado porque me mintió a la cara y publiqué unas mentiras sobre la supuesta vida de una supuesta autora”. Taillac ha vuelto a hablar con María Fasce, que se ha justificado diciendo que tenía un contrato de confidencialidad, aunque no llega a admitir que fuese consciente del engaño. elDiario.es se ha puesto en contacto con la editora para recabar su versión, pero no ha contestado. “Yo me siento cómplice a mi pesar. No me gusta transmitir mentiras a mis lectores. Me siento sucio”, reconoce el enviado francés.

Si antes de saber que eran hombres considerabas que eran buenos ejemplos de perspectiva de género, tienes que seguir pensándolo, porque no se ha alterado ni una letra de los texto

Sin ser periodista, al divulgador literario Mikel Fernández le ocurrió lo mismo. “En el canal hablo mucho de thriller y novela negra porque es un género que me ha interesado siempre. Me recomendaron La novia gitana como algo diferente, avisándome de que era gore, pero también me llamó la atención porque estaba escrito por una mujer. Dedico mucho más espacio a las escritoras y escritores del colectivo LGTB, porque a los señores ya los promocionan en prensa y los ponen en primera linea en librerías”, defiende el titular de la cuenta de YouTube literaria Mikey F.

No es el seudónimo, es su utilización

Estos días se ha debatido intensamente sobre los usos de los seudónimos, una práctica habitual en literatura. Algunas personas como la consellera de Feminismos catalana o las responsables de la Librería Mujeres creen que “no es de recibo mantener oculto el género”. Estas últimas ponen como ejemplo a Ben Pastor y Fred Vargas, dos escritoras que escriben con seudónimo masculino pero nunca han ocultado que son mujeres. 

“Las mujeres hemos usado seudónimos para sobrevivir en una industria que no está hecha para nosotras”, justifica Alba Varela. “Muchas han tenido que esconderse detrás de hombres o de iniciales ambiguas para que se las tome en serio. En cambio, en el caso de los tres autores detrás de Mola hay algo más. No hay un seudónimo y ya. Crearon una ficción, dando ellos entrevistas que ahora las lees y dan aún más vergüenza ajena que antes”, añade Mikel Fernández. 

He ahí una de las principales críticas a la editorial: el aparato de promoción ha ido más allá de la calidad de las novelas –que no ha sido puesta en duda– con entrevistas en prensa y las notas informativas que revelaban detalles sobre la modesta profesora de instituto y madre de tres hijos. “Podían haber sido como Elena Ferrante, otra mujer supercuidadosa de su intimidad que escribe bajo seudónimo por decisión personal”, compara la librera. Incluso como Greta Alonso, el seudónimo de éxito de Planeta y un perfil similar al de Mola: mujer joven, escritora de novela negra pero que, en cambio, sí ofrece entrevistas por teléfono.

En España las novelas negras más exportadas y vendidas son las que están escritas por mujeres. Ellos se han aprovechado del espacio ganado por otras escritoras para vender

El caso de Ferrante es el gran misterio de la literatura moderna y un ejemplo que difiere del de Carmen Mola. Desde la primera publicación en 1992, la autora ha recorrido varios continentes sin necesidad de hacer entrevistas o presentarse en firmas de libros. Quizá fuese el morbo del anonimato o que había lectores dispuestos a recuperar el sentido romántico de la lectura, pero la autora italiana ha conseguido números récord sin entrar en la rueda de la promoción.

Durante todos estos años se han barajado distintas identidades, incluidas de hombre, pero nunca ha provocado una discusión al nivel de Carmen Mola. Varela también menciona el caso de Yasmina Khadra, seudónimo del autor argelino Mohammed Moulessehoul. “Usaba la primera persona en femenino como una reivindicación, pero nunca negó que fuese un hombre”. En cambio, ellos “crearon una historia, la usaron en prensa una y otra vez y fue vendida tanto por los autores como por Alfaguara”, compara Fernández.

Además, y prioritariamente, lo que molesta es la cuestión comercial. “En España las novelas negras más exportadas y vendidas son las que están escritas por mujeres”, indica el divulgador. “Ellos se han aprovechado del espacio ganado por otras escritoras para vender”, dice sobre los tres galardonados. En cuanto a los sellos, “son empresas y se aprovechan de este tipo de situaciones. Esperar que Penguin o Planeta sean ONG tampoco tiene sentido”. 

Un secreto a voces

Algunos de los seguidores de Carmen Mola han sorprendido estos días en las redes con la afirmación de que conocían la identidad masculina de la autora. Uno de los que caló primero el asunto fue Mikel Fernández, que lo desveló en 2018 en su canal. “Las características de la inspectora Elena Blanco me resultaban forzadas y con un componente de lo que el hombre que escribe espera de sus protagonistas femeninas: la manera en que describen su líbido, su adicción a la grappa o a cantar canciones de Mina en un karaoke. Me parecía caricaturesco y que no casaba con la versión más realista que habría creado una mujer o un hombre lo suficientemente deconstruído como para no moverse en clichés”, detalla.

Para Mola la maternidad es algo fundamental en la trama, pero la trata a base de "tópicos". Por eso pensaba que era un hombre. Un hombre famoso

Matías, un ávido lector de la saga y defensor de su calidad, admite que también sospechó que se trataba de un hombre. “No sé muy bien por qué, pero no me parecía escrito por una mujer. He leído novela negra toda la vida y en ese momento estaba con Carmen Mola, Ilaria Tuti y Lorenzo Silva. Los personajes femeninos me recordaban más a Silva que a Tuti. Esta última profundiza más en el papel de las mujeres con poder en la policía y en la maternidad. Para Mola es algo fundamental en la trama, pero lo trata a base de ”tópicos“. Por eso sospechaba que sería un hombre. Un hombre famoso”, reconoce.

Por supuesto, Alba Varela lo detectó en un primer vistazo. Por eso la trilogía nunca llegó a la Librería Mujeres. “Lo sentí obvio por cómo retrataba las relaciones lésbicas o la violencia contra las mujeres”, explica. Y no es porque las mujeres no sepan escribir gore, “ahí está Mariana Enríquez, con una prosa durísima”, reconoce la librera.

“Creo que han perdido lectoras con esto”, advierte, por eso ella ha empezado a recomendar otras novelas de thriller escritas por mujeres. En el lado contrario, Matías ya recomendó a Carmen Mola en su momento y va a seguir haciéndolo. Mikel Fernández aprovecha para rescatar a Paloma Sánchez-Garnica, la finalista del premio Planeta “y una de las mejores autoras de novela histórica que tenemos ahora mismo”. “Nadie está hablando de ella porque todo el mundo habla del circo de los señores: es la invisibilización detrás de la invisibilización”.