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España registra inventariados más de 10.000 castillos, pero cientos de ellos han desembarcado en el siglo XXI hechos trizas. La irrelevancia presente de su finalidad original —la defensa de un territorio— los ha convertido en meras ruinas desdibujadas, que acaso remiten a un muro derrumbado, a parte de una torre o a unas pocas almenas. Sin embargo, hay casos insólitos como el de Monzón de Campos, municipio situado a las puertas de Palencia. Encaramada en una loma, su fortaleza late sin fuerza desde hace dos décadas. Su estado de conservación es correcto y no se teme por su salud. Es la falta de un uso concreto, en cambio, el mayor lastre del faro de un territorio huérfano, necesitado con urgencia de un referente que cambie su preocupante dinámica económica y social.
“¡Con lo que era Monzón!”. Ese es el lamento que puede escucharse en sus casi desiertas calles una oscura y fría tarde de otoño. La frase lapidaria podría aplicarse a muchos pueblos de la España de interior, pero en el caso palentino además tiene fecha. Fue en 2001 cuando la azucarera —principal motor económico de la zona— clausuró sus puertas para siempre. “Había unos 80 trabajadores fijos, pero en campaña podíamos llegar a ser 150 empleados”, rememora uno de aquellos operarios, Carmelo Margüello. La fábrica, fundada en los años cuarenta, “tenía todas las papeletas para el cierre”, reconoce el alcalde, Mariano Martínez.
Y es que la remodelación del sector se llevó por delante a una de las factorías más antiguas y de menor tamaño. Hubo entonces una pequeña, minúscula, llama de esperanza. Los propietarios prometieron reconvertir las instalaciones en una fábrica de cerveza, en una maltería. Pero del proyecto se supo tan poco entonces como ahora. En realidad, nada. El edificio industrial, con sus esbeltas chimeneas de ladrillo, se ha dejado invadir por la maleza en este tiempo. Tal es el caso de las viviendas, hoy deshabitadas; un amargo recuerdo del pasado que pervive a las afueras del municipio.
Igual de doloroso, por su simbolismo, fue el portazo del castillo ese mismo año. Quizá los vecinos intuyesen ya una larga noche por delante. Se apagaban las luces de una fortaleza que había hecho las veces de parador nacional entre 1975 y 1978, y que había acogido, por aquellas fechas, la formación del Consejo General que echaría a andar la naciente autonomía de Castilla y León. “Siempre fue un pequeño referente, el único foco de empleo junto a la azucarera”, precisa Nicolás Villa, jubilado que ejerce de voluntario en el centro de desarrollo rural de Monzón. Lo paradójico fue que, cuando el parador echó el cierre, sus 15 empleados —todos de la zona— fueron trasladados a otros hoteles del país. La fortaleza aún ejercería como hostal y restaurante unos años más, hasta el apagón definitivo de 2001. El resultado final —el saldo de tanta desdicha— es que Monzón ha pasado de contar más de 3.000 habitantes en los años setenta a los apenas 600 de la actualidad.
Una dura realidad a la que no se pliegan los nuevos moradores. “Nuestra intención es que el castillo no permanezca cerrado otros veinte años”. Nacho González, historiador y vecino de Monzón desde hace un año, ha popularizado una campaña por la reapertura que reúne ya más de medio millar de firmas. Su caso podría servir de ejemplo a muchos otros. “La pandemia hizo que ya no quisiera vivir en un piso y, junto a mi pareja, decidimos comprar una casa en Monzón, un lugar más cómodo y con mejor precio”, reconoce. No se trata de un hecho aislado. El regidor de la localidad también ha percibido una mayor demanda. “Acabamos de realizar una subasta de parcelas para la promoción de viviendas que está funcionando bastante bien”, explica Mariano Martínez.
Entretanto, desde la parte más alta del pueblo, el castillo es testigo de la situación sin, por el momento, dar demasiadas señales de vida. En realidad, esa ha sido la constante durante toda su historia. Porque Monzón de Campos albergaba una alcazaba más antigua, sede de un próspero condado en la Edad Media que alcanzaba las actuales provincias de Valladolid y Segovia. En el siglo XIV, la fortaleza actual heredó esa condición, pero ya en un tiempo no tan favorable. “La reconquista hacia los territorios musulmanes había superado Madrid y la función defensiva ya no tenía sentido”, apunta Nicolás Villa, autor de un trabajo sobre el pasado de la zona.
Así que, casi es un milagro que el castillo haya llegado en pie a nuestros días. Declarado monumento nacional en 1949, el edificio se restauró en la década de los sesenta, cuando fue adquirido por la Diputación de Palencia. Tras diversos usos en el siglo XX —ha servido incluso de escenario para la presentación comercial de vehículos—, el fuerte se ha quedado en blanco. “No entendemos cómo un castillo que no está en ruinas, que no necesita una intervención arquitectónica fuerte, aún carece de funcionamiento”, se pregunta el alcalde. Ante tal situación, el Ayuntamiento elaboró en 2016 un proyecto junto a la Universidad de Valladolid para proponer un uso sostenible. Durante el periodo lectivo, el recinto albergaría experiencias con estudiantes de ESO. En vacaciones, la fortaleza se abriría al público para aprovechar su tirón turístico. “Todavía no sabemos qué ha pasado con este proyecto”, lamenta Mariano Martínez.
Para los promotores de la actual recogida de firmas, el uso puede ser cualquiera que permita mantener abierto el castillo. “Todo lo que no suma, resta; cuando alguien sube hasta aquí y comprueba que esto está cerrado, ya no vuelve”, explica Nacho González. Asomado al privilegiado balcón de piedra del recinto, mientras observa bajo la puesta de sol uno de los habituales trenes que transportan vehículos, el joven historiador lanza una opción que puede combinar la tradicional explotación hostelera con una actividad cultural. “Lo ideal es que esto se convirtiera en un museo sobre la historia del condado de Monzón, que tuvo mucha importancia en la Edad Media y del que apenas hay referencias”, propone.
En medio de esta pequeña tormenta de ideas, la institución propietaria afirma haber decidido ya el futuro del recinto. “Desde que se inició el mandato, trabajamos en un proyecto muy ambicioso sobre la idea de un museo que sea referencia nacional, pero el principal problema es que depende de terceros y debemos tratar con discreción esta oportunidad”. Desde esa prudencia obligada, la diputada de Cultura, Carolina Valbuena, da algunas pistas sobre ese futuro museo, que podría acoger una colección artística de fuera de la comunidad.
Ocurre que actualmente el castillo de Monzón de Campos es poco más que un armazón. Incluso algunos vecinos denuncian que, durante la actividad de una escuela taller hace casi dos décadas, las estancias —salones y habitaciones— quedaron desnaturalizadas. Las inversiones llevadas a cabo durante estos años por la Diputación de Palencia, unos 900.000 euros, han servido para evitar que alguno de los elementos del edificio se viniera abajo, pero no han alcanzado las dependencias interiores, que actualmente se encuentran “en bruto”.
Así que ese gran proyecto, o cualquier otro, requiere de una inversión importante. De hecho, la adecuación de las instalaciones para recibir ese museo ha sido cifrada en varios millones de euros. La administración provincial acudió a la última convocatoria del 1,5% cultural del ministerio para financiar una primera intervención, pero fue rechazada. Y esta circunstancia ha sido la chispa que ha terminado de enfrentar al Ayuntamiento, gobernado por el PSOE, con la Diputación, dirigida por la popular Ángeles Armisén. “Les he dicho que no me llamen para entretenerme con el 1,5% cultural, ¿todavía estamos así después de veinte años?”, se pregunta retóricamente Mariano Martínez.
De momento, lo único claro es que la Diputación acaba de habilitar 200.000 euros para acondicionar la torre del homenaje. La intervención permitirá, al menos, cumplir con una de las demandas de la campaña lanzada por Nacho González, reabrir las puertas y dar acceso a una de las partes más interesantes de las dependencias, como el patio de armas. “No me atrevo a dar fechas, pero mi deseo personal es que a finales del próximo año se pueda abrir el castillo al público”, afirma la diputada Valbuena, quien invita a los vecinos a ser optimistas al respecto.
Resulta curioso que el caso de Monzón encierra también otra pequeña historia. La construcción del embalse de Aguilar, en la provincia palentina, sepultaría para siempre el pueblo de Cenera de Zalima en el ecuador del siglo XX. Antes de la venida de las aguas, se decidió salvar el elemento más valioso de su iglesia. Así, en 1963 la portada fue desmontada, trasladada a Monzón y reconstruida como acceso a una de las dependencias interiores del fuerte. La paradoja fue que, hace cuatro años, el pronunciado estiaje del pantano devolvió a la superficie los restos del templo de Santa Eugenia mientras la portada rescatada de las aguas cumplía clausura en el interior del castillo de Monzón.
A unos metros de ese elemento románico, en el exterior de la fortaleza, los últimos rayos del sol de la tarde iluminan la llanura de Tierra de Campos. En el horizonte se adivina con dificultad la silueta del poderoso Cristo del Otero entre varios aerogeneradores. Quizá la bruma que impide divisarlo con claridad sea metáfora del incierto futuro al que se enfrenta el propio castillo, que clama en silencio por una utilidad que lo libere de sus cadenas tras dos décadas de inactividad.
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