“Hay que dejar de construir a la mujer como un objeto”
“Lo primero que hago la mañana siguiente cuando gano un premio es escribir la primera palabra del siguiente guion”. La práctica llevada a cabo por la valenciana Elena López Riera refleja la carrera de fondo que implica querer ser cineasta en nuestro país. Su cortometraje Los que desean ha sido galardonado el pasado 11 de agosto en el Festival de Locarno que, este año, ha concedido 12 de las 25 distinciones de su palmarés a mujeres.
No es el primer trabajo de la directora y programadora, ni tampoco el único en lograr visibilidad internacional. Con su anterior corto, Las vísceras (2016), viajó igualmente al certamen de la ciudad suiza y, con Pueblo (2015), participó en la Quincena de Realizadores de Cannes. Tres de tres. López Riera cuenta a eldiario.es cómo para ella la coherencia con una misma es fundamental para defender con dignidad y orgullo sus producciones, aunque “lo más importante es que la gente no piense en seguir ninguna fórmula, sino en sacar lo que tiene dentro que refleje su pensamiento”.
La valenciana se suma a la lista de directoras españolas que en los últimos años han entrado en la industria cinematográfica por la puerta grande. Reclama, no obstante, que “deberían ser muchas más”. La gran revelación del año pasado fue Carla Simón y su Verano 1993, con el que logró en Berlín el galardón a la Mejor Ópera Prima y el Gran Premio del jurado. Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen aportaron frescura y verdad con el filme Las amigas de Àgata, cuyo germen fue un Trabajo de Fin de Grado; y su protagonista Elena Martín, filmó el largometraje que los estudiantes Erasmus necesitaban en Júlia ist.
Lo mismo ocurrió con el cortometraje de Laura Ferrés Los desheredados,Los desheredados máximo premio de su categoría en La Semana de la Crítica de Cannes en 2017. Most Beautiful Island de Ana Asensio fue ganadora del festival SXSW de Austin, con su relato sobre la llegada de una española sin papeles a Nueva York. Lara Izaguirre, Paula Ortiz o Elena Trapé son otros de los nombres de las mujeres que, según López Riera, “han ido abriendo camino antes que yo, modelos que ayudan a seguir adelante”.
¿Por qué esta oleada de nuevas directoras en este momento? “Hemos vivido un despertar y hemos tomado conciencia de que teníamos que hablar nosotras y no dejar que lo hicieran otros”, comenta. Defiende que es una tónica general, pero que debe aplicarse a todo, “a hacer películas, a ser abogada, pero también ama de casa, ser consciente de que por serlo ni tu marido ni tus hijos deben manipularte. Lo más importante es que la mujer decida y hable por sí misma”. Y, sentencia, “asumir su propio discurso y su propia voz”.
Discursos machistas dirigidos por mujeres
Sin embargo, no todo le vale a esta autora, para quien las nuevas temáticas que pueden aportar las mujeres detrás de las cámaras no son tan importantes como “la manera en que se producen las miradas, lo que generen esos temas”. Reclama que hay que “acabar con los discursos machistas en el cine, los predique un tío o un elefante. Que se deje de construir a la mujer como objeto de una mirada sin poder de decisión. Ese es para mí el gran avance del feminismo”.
En esta andadura es fundamental la educación y aclara que da igual que un filme sea dirigido por una mujer si reproduce el mismo discurso con personajes femeninos “castigados y sumisos”. Tampoco le convence que haya que incluirlos porque sí. “Depende, si vas a poner a una mujer para que la apareen y sea un objeto prefiero no hacerlo”, asegura.
Su recién premiado Los que se desean está protagonizado por un grupo de hombres que practican la colombicultura, una tradición por la que se entrena a palomos para una prueba en la que deben seducir a una paloma hembra. El ritual se practica en su pueblo, Orihuela, y quiso retratarlos por la “fascinación” que siente hacia la “comunidad que se genera”. En contra de lo que impera en la norma cinematográfica, aquí son ellos los que son retratados bajo la mirada de una mujer y no al contrario. Una mirada cargada con el deseo que los hombres de su película admiran el evento al que asisten.
Activismo desde la programación
López Riera es doctora en Comunicación Audiovisual. Ha enseñado cine y literatura comparada en la Universidad de Ginebra de 2008 a 2013, ha trabajado como comisaria y programadora para el festival Internacional Cinema Jove de Valencia, la misión española de cultura de la ONU y Tabakalera.
No estudió cine “porque la escuela era muy cara” y porque con 15 años preguntó a sus padres si podía dedicarse a hacer películas y le contestaron que “no era una buena idea”. Más tarde entendió que “querían protegerme, por ser mujer, de un pueblo y con una familia en la que nadie tenía nada que ver con la cultura. Pero aún así han sido un gran apoyo”.
Su verdadera escuela fueron sus amigos, con los que fundó el colectivo lacasinegra, cuyo objetivo era la experimentación sobre los dispositivos audiovisuales en todas sus versiones. “Teníamos móviles, ordenadores, abrimos un canal de Vimeo y empezamos a producir pelis que no veía nadie, era un ejercicio de amor al cine que pudimos hacer gracias a estar en los 2000, tener Internet y cámaras domésticas”, recuerda. La película Pas à Genève (2014) fue una de sus producciones.
Su labor como programadora le llevó el año pasado a ver un total de 3.000 películas, lo que define como un “privilegio”. Al contrario de lo que defienden algunos grupos feministas, López Riera no está a favor que de que se imponga un sistema de cuotas en los festivales que “obliguen a incluir trabajos realizados por mujeres. Creo que está bien fomentarlo pero no convertirlo en matemáticas”. Explica que es mucho más importante que no se incluyan títulos “que reproduzcan modelos machistas, los haya hecho una mujer o un hombre”.
Sí que está a favor del cambio de dirección del Instituto de la Cinematografía (ICAA) con Beatriz Navas a la cabeza. “Es una persona que todos conocemos por su trabajo como programadora y agente cultural”, explica antes de añadir que “tenemos esperanza en que cambien las cosas y las sensibilidades”. Algo a lo que espera que ayude también su galardón, para abrir miras a que las instituciones “atiendan a otro tipo de cine que no sea tan convencional”.
La ingente cantidad de producciones que ve durante el año le permite conocer el estado de la producción cinematográfica, sobre la que se siente optimista. “Aquí en España, por ejemplo, a pesar de lo difícil que es hacer cine se hacen pelis muy buenas. También en Europa o América Latina, en países donde tienen con muy pocos recursos”, recalca.
Parte de su positivismo lo acarrea a su ideología política, “creo que la gente de izquierdas somos optimistas por naturaleza, si no piensas que las cosas pueden ir a mejor y cambiar es porque eres de derechas”. Desde luego, la cineasta tiene motivos como para serlo, sabiendo que sus tres cortometrajes han sido recibidos y aplaudidos en distintos certámenes internacionales. Cabe plantearse qué es entonces lo que le frena a lanzarse a la realización de un largometraje, para lo que le queda “terminar el guion”.
También queda conseguir el apoyo y el respaldo para llevarlo a cabo en las condiciones que necesite, sin tener que coartar su imaginación. Para, además, convertirse en un referente más dentro del sector y, de esta manera, que cuando una niña de 15 años vuelva a preguntar a sus padres si puede dedicarse a hacer películas esta vez sí sea una buena idea.