La exposición “Renoir entre mujeres. Del ideal moderno al ideal clásico” reúne desde el día 17 de septiembre al 8 de enero en la Fundación Mapfre de Barcelona setenta obras de Renoir y otros artistas impresionistas, provenientes de las colecciones de los museos de Orsay y de la Orangerie de París.
En la exposición, en la que están representadas todas las épocas de Renoir, destaca la presencia del “Bal du Moulin de la Galette” (1876), uno de los cuadros más emblemáticos de la historia del arte, ha remarcado el comisario general de la muestra, Pablo Jiménez Burillo, que con ésta “sólo ha salido en cinco ocasiones de Francia desde que se pintó: el MOMA, el Hermitage, Japón y la primera ocasión en 1917, que vino a Barcelona”.
Hace casi cien años, en abril de 1917, recuerda Jiménez Burillo, se inauguró en el Palacio de Bellas Artes de Barcelona, en plena I Guerra Mundial, la muestra “Exposición de arte francés”, promovida por Ramon Casas, Santiago Rusiñol y otros artistas catalanes, para presentar en la ciudad cerca de 1.500 obras de grandes artistas franceses.
En esa gran exposición estaba el “Bal du Moulin de la Galette”, de Renoir, así como obras de Cézanne, Degas, Manet, Monet, Morisot, Pissarro, Puvis de Chavannes y Sisley.
La presente exposición, añade Jiménez Burillo, es “un homenaje a aquella historia de solidaridad, que habla del arte y la cultura en momentos difíciles, de guerra”.
Una sala está dedicada a esos pintores catalanes que estuvieron en París y que entendieron el “Bal du Moulin de la Galette” como “un faro de modernidad”, con obras de Rusiñol, Casas, Carles Casagemas y Manuel Feliu de Lemus.
El comisario científico de la muestra, Paul Perrin, ha dicho en la presentación que “Renoir se rodeó de mujeres en vida y reflejó su delicadeza, su sensibilidad y su voluptuosidad a través de su pincel” y se puede considerar que Renoir es “el pintor de la mujer”, hasta el punto de que en el único autorretrato presente en Barcelona aparece junto a una mujer.
Renoir pinta inicialmente, en la década de 1870, a “una parisina moderna que se viste a la última moda, que participa de otra manera en la vida social, una mujer moderna en la gran ciudad, feliz”, resume Jiménez Burillo.
En esos inicios, en los que suele pintar a sus amigas en Montmartre, Renoir realiza unos retratos que, a decir de Perrin, “se alejan de los cánones academicistas y forjan la imagen de la parisina moderna”.
A partir de la década de 1880, Renoir comienza a centrarse en el tema del desnudo femenino y refleja en sus telas la admiración que siente por la obra de Ingres, Rafael, Ticiano o el Veronés.
En este retorno al clasicismo, una obra clave en la exposición es “Mujer desnuda en un paisaje” (1883), hecha al año siguiente de volver de Italia, que denota en el trazo firme del dibujo y el estudio clásico del desnudo la superación de la técnica impresionista.
La fusión mujer-naturaleza, planteada ya en esta obra, será uno de los temas predilectos del artista.
A partir de 1885, año en que nace su hijo Pierre, la imagen de la mujer adquiere un carácter particular en escenas relacionadas con la maternidad y la infancia, como en “Maternité, L'enfant au sein ou Madame Renoir et son fils Pierre” (1885).