Ana María Espinosa Rodríguez se formó como artesana en telares del Albaicín hasta que decidió cambiar de palo y convertirse, hace más de dos décadas, en la única guitarrera de Andalucía, un oficio con el que convierte madera en arte desde el taller que comparte con su marido en un rincón de la Alpujarra.
Un taller alpujarreño lleno de madera, proyectos y herramientas despertó su vocación y el empeño y la maña hicieron el resto para marcar nuevos hitos en esta especial partitura.
Ana aprovechó su experiencia como artesana y que su marido René construía guitarras para toquetear planos de guitarras, explorar tapas, estudiar modelos, palpar la diferencia entre maderas y mimar diapasones.
Esta vecina de Tíjola (Almería) se convirtió así, hace ya 23 años, en la primera constructora de guitarras del país y decidió tocar sus propios acordes para marcar el ritmo en un mundo de hombres.
“Antes hubo una artesana en Madrid, pero hacía instrumentos antiguos, y ahora hay un par de chicas, Yuna y Regina, que se dedican a esto, aunque sigue siendo un mundo de hombres”, ha explicado a Efe Espinosa Rodríguez desde su taller de Lanjarón.
Esta guitarrera se formó como artesana tejiendo telares en el patrimonial barrio del Albaicín pero cambio de clave para dedicarse a fabricar otro tipo de arte.
Rodeada de planos de guitarras de diferentes maestros, apostó por un nuevo oficio con el plano de guitarra del almeriense Antonio de Torres, el elegido por su paisana por haber concebido un instrumento equilibrado.
“Es una profesión dura pero bonita, dura también en un plano físico, pero resulta maravilloso hacer algo tan bonito y con una vida tan larga, un mueble al que le das vida”, ha apuntado esta guitarrera.
Durante ocho años, esta pionera repitió hasta en 84 ocasiones el modelo de guitarra de De Torres hasta que se sintió preparada para cambiar de compás y crear la suya propia, una “más granadina” y más Ana.
Desde entonces, fabrica artesanalmente, barniz incluido, unas doce guitarras al año, instrumentos por encargo que vende en Europa y Estados Unidos.
“No creo que haya abierto camino, pero sí he demostrado a una profesión de hombres que nosotras también podemos ser guitarreras”, presume Espinosa, que ha tropezado en más de una ocasión con clientes que no han querido un instrumento hecho por una mujer.
“Yo intento siempre afinar un poco más, buscar un producto mejor, acomodar mi modelo de guitarra a lo que quiere el cliente”, ha añadido esta artesana que convierte en arte la madera.
En su taller alpujarreño combina la madera añeja de palo santo de India, ébano o cocobolo con el pino de la tapa o el ciprés, que suena más flamenco, y acomoda todo con maña para convertirlo en guitarras que tañen sentimientos.
Entre sus influencias tiene también a su pareja, René, y a Alejandro Van Der Horst, a los que considera referentes por su forma de concebir el oficio desde la década de los setenta.
“Sigo encontrando reticencias en algunos clientes y siempre estoy sola en eventos, en ferias, pero también tengo a mucha gente que cree en mí y mi apoya”, ha resumido.
Esta guitarrera exporta su arte a Estados Unidos y países como Alemania, Bélgica o Suiza y escribe así una partitura repleta de igualdad.
Por María Ruiz