Isabel Muñoz: “España tiene muchas cosas que contar, y en cuanto pueda va a ser como un volcán”

El 22 de noviembre dará una charla en la escuela de fotografía dentro del ciclo de encuentros con grandes autores A cámara abierta.

Isabel Muñoz (Barcelona, 1951) aguarda sonriente tras la cortina que divide la entrada del resto del estudio. El lugar es una antigua nave reconvertida. Enormes fotos de cuerpos contorsionados en blanco y negro cuelgan de las paredes, mientras una atmósfera de nostálgico olor a taller invade las pituitarias. Ella habla calmada, con un tono de voz que a veces se aproxima al susurro. Pero, tras esa fragilidad aparente se esconde una mujer con iniciativa que, en ocasiones, ha tenido que sacrificar el tiempo con sus hijos por la fotografía. Ha viajado por todo el mundo para hacer sus reportajes: Cuba, China, Papúa Nueva Guinea, Etiopía, Irán... A través de sus lentes siempre ha intentado reflejar las pasiones humanas. Desde la estética que proporciona la danza, su otro gran amor, hasta la ética que necesariamente surge entre los temas sociales que acostumbra a tratar.

¿Cuantas cámaras tiene?

Demasiadas. Más de las que necesito. Si que soy bastante caprichosa y me hace mucha ilusión. Yo soy muy fetichista, creo en los objetos porque han pertenecido a alguien, porque te lo han regalado alguien que te quiere. Sí que acaricio las cámaras de formas distintas y encuadro distinto con cada cámara. Ni son iguales ni las tocas igual.

Pero sí que procuro estar al día, ahora hay que seguir mejorando. Antes tenía dos cámaras y las iba cambiando, de pendiendo del trabajo . Si tengo tiempo me gusta llevar la analógica, una Hasselblad y luego también el equipo digital. Que también me gusta muchísimo porque te acerca al personaje y sabes que tienes la foto en cuanto la tiras, no tienes que esperar al revelado.

¿Le ha costado vivir de la fotografía?

Sí, claro que sí. Cuesta mucho. Piensa que además yo vengo de una generación donde había muy pocas cosas. Estaba Photocentro aquí en Madrid y alguna cosa más. La fotografía está viviendo unos momentos complicados, pero ha tenido unos doce años de bonanza. Ahora sufre de dos temas importantes, por un lado la gran crisis hace que tenga menos ayudas estatales, y por otro tiene menos salidas porque el tema de la prensa está complicado también.

En mi caso me casé muy joven y me vine a Madrid. Y cuando mis hijos tuvieron 5 o 6 años volví. El destino te pone varias cosas sobre la mesa y elegí una que se ha convertido en mi vida. Aún recuerdo la primera vez que expuse, cuando me robaron una fotografía y a mí me hizo una ilusión tremenda, porque significaba que esa foto le había llegado tan profundamente a alguien que había tomado la determinación de llevársela. En fin, me gustaría seguir sintiendo esa pasión. Ganas tengo muchísimas. Eso es lo que no me gustaría perder, para mi representa tanto la fotografía que sería como estar muerta. Espero morir con las botas puestas y seguir con esa pasión.

Ha hecho reportajes en prácticamente todos los rincones del planeta. ¿Le ha sido difícil compatibilizar la familia con los viajes y el trabajo de sus reportajes?

Y quiero hacer muchísimos más. Es complicado compatibilizar tu vida profesional con tu vida afectiva. Mis hijos tuvieron que, a veces, sacrificar el que yo no me pudiera dedicarme el cien por cien a ellos. Y siempre tienes la duda. Pero por otro lado era una necesidad. Y lo que hago es procurar no estar más de un mes fuera de mi núcleo, que es este Madrid que adoro, precisamente porque no puedo vivir sin ellos. Pero sí que ha habido veces que me he sentido mal precisamente por no poder dedicarles más tiempo.

Ahora cuando viajo nunca les cuento nada. Procuro contarle a mi hijo lo mínimo para que no sufra. Se entera cuando ya he vuelto. Pero él está muy contento y sabe que es mi pasión. Sí que sé que cuando quiera hacer algo, por mucho que me digan, lo voy a hacer.

¿Suele viajar sola?

Ha habido trabajos que he hecho yo sola y otros que he hecho con ayudantes. Y ahora detrás de mi trabajo hay un grupo de personas que hacen que eso sea posible. Antes, cuando empezaba lo hacía todo sola, pero en fin, es una suerte hacerlo con alguien.

Con las redes sociales y el hecho de que cualquiera pueda documentar los hechos con la cámara de su móvil. ¿ha perdido valor el término de fotoperiodismo?

Son formas de contar y para mi tiene la misma dignidad. Lo que es más digno o menos digno es como lo estás contando. Pero hay verdaderas obras de arte en esa forma de contar. Para nada hay un intrusismo. Todos somos fotógrafos. Son como formas de amar.

De todas formas yo sí que creo en la formación. Todo lo que se pueda tener de formación va a ayudar a contar mejor las cosas. Pero ya no sólo en el tema de la fotografía. En general. El aprender es la forma de salir adelante. El ser humano no puede dejar de aprender. Y cuanto más sepamos mejor, para luego olvidarnos de eso que sabemos y contar. También hay gente autodidacta, hay muchas cosas que no se pueden aprender. Esa es la parte creativa.

¿Quiénes son los fotógrafos que le han influenciado?

Hay tantísima gente que me gusta, y no sólo fotografía. También pintura. Por ejemplo, Velázquez y la dignidad con la que trata al ser humano, la forma que tiene de contar lo que hace. Toda la escuela de Fontainebleu, con esas pieles tan maravillosas. Y luego cantidad de cosas que nuestro cerebro capta muchas veces si nosotros darnos cuenta. Y por otra parte, hay tantísimos fotógrafos que me gustan, desde Lewis Carroll, Eduardo Momeñe, Irving Penn, Mapplethorpe, Diane Arbus. Gente que te emociona.

¿Tiene ahora algún joven fotógrafo apadrinado?

No hace falta que apadrine a nadie. Pero siempre que puedes echar una mano lo haces, sobre todo cuando crees en el trabajo. Es que además el español es creativo. Y yo creo que cuando se está pasando un momento complicado esa creatividad sale. Resolvemos, que es una palabra cubana, pero que es verdad. El español tiene facilidad para esto, tenemos algo especial con esa forma de contar. España tiene muchas cosas que contar, y en cuanto pueda verás tú. Va a ser como un volcán.

¿Cómo planifica un trabajo? ¿Cuáles son los pasos?

Primero, para mí lo importante es que aquello que voy a contar tiene que emocionarme. Tiene que pasarme antes por el corazón. Y luego veo cómo lo voy a realizar, dónde y cómo lo voy a contar. Y es como si el espectador estuviese siempre allí. Y es que realmente nosotros trabajamos porque tenemos una necesidad de compartir. En general trabajo para compartir con otros seres humanos. Pero en el momento de hacer un trabajo, en mi caso sobre todo, pienso en la necesidad que tengo de contar.

Suele trabajar en blanco y negro, ¿por qué?

Mucho de lo que hago es en blanco y negro. Es porque yo veo y vivo en blanco y negro. Por muchas cosas: su misterio, su ambigüedad, su atemporalidad. Esa distancia que impone el blanco y negro, que es mucho más onírico. El color, para mí, es demasiado real. Para otras cosas sirve, hay cosas que no se pueden ver en blanco y negro.

Usted ha vivido la aparición del digital. ¿Tiene alguna preferencia?

A mí no es que me guste más el analógico. Cada imagen la concibes de una forma o de otra. No tiene para mí el mismo lenguaje un soporte sobre acuarela platino que sobre un papel baritado. No se ve igual un baritado químico que uno digital. Según lo que uno quiera. Tú eres el que decides.

A mí me gusta mucho, por ejemplo la platinotipia. Que es una forma muy fácil de hacer los negativos digitalmente. Y también está la técnica del platino en color. Y yo lo que hago es investigar sobre eso y los hago más grandes. La técnica para desarrollar la fotografía es ilimitada. Yo creo que estamos en un momento fascinante por eso. Para que cada uno la use a su forma, pero claro, tienes que conocerlo para usarlo.

¿También disfruta con la post producción? Parece algo muy laborioso y metódico.

Para mi es importante. Es como la última pincelada que se puedes dar antes de que la otra persona haga suya esa fotografía. Busco calidad. Antes lo hacía David López, con quien he trabajado 18 años juntos y ahora tiene su propio estudio, que hace unas copias que te mueres.

Todas las copias digitales se hacen aquí en el estudio. Los negativos digitales también los hacemos aquí y luego yo me encargo de la platinotipia. Eso me gusta hacerlo. Y suelo hacer platinotipias en color. Ahora estoy otra vez con David, que tiene una técnica para poder imprimir en soporte químico que me interesa mucho porque es muy parecido al platino que es una cosan que me encanta. Ese el olor y la textura.

Usted ha estado haciendo trabajos en todos lados, desde reportajes con bosquimanos, pasando por las maras hasta uno de drags queen. ¿Hay algo de universal entre la gente o las diferencias que encuentra son muy grandes?

Hay un idioma universal. Y ahora que estoy haciendo también animales, a lo mejor me estoy volviendo loca, pero creo que también te entienden. Pero sí es cierto que somos muy distintos. Creo en el mestizaje, pero creo del mismo modo en conservar nuestras raíces. Sin embargo, lo sentimientos son universales.

¿Qué temas son los que le gustan abordar?

El ser humano. Es lo que me ha interesado desde que tenía 13 años y tuve una cámara en mis manos. Luego lo otro son pretextos para seguir hablando de eso. A través de ellos puedo hablar de lo que es la vida, del amor, de lo que son las pasiones, de lo que son los sentimientos. Luego se utiliza el cuerpo o se utiliza la ropa, pero son recursos para hablar de lo otro.

¿Se ha visto en situaciones muy complicadas al tratar algunos temas de denuncia social, inmigración y violencia?

En el 93, Me encontré con Gervasio Sánchez en Camboya. Yo iba buscando la belleza, la danza, la arquitectura. Y cuando me enseñó otra realidad me di cuenta de las otras cosas que puedes contar. Para mi Gerva fue un detonante. He sentido impotencia rabia, y no a veces, constantemente. Aunque creo que realmente somos privilegiados de poder ser testigos y de poder contar cosas.

¿Y miedo?

Miedo se pasa mucho. Lo que pasa es que no lo puedes mostrar. Hice un trabajo sobre la bestia, que es el tren de la muerte en México, ahí pasé más miedo que con las maras. Los inmigrantes de la frontera sur, la gran olvidada, que tienen que hacer el camino por todo México con unas realidades tremendas. Todas las vicisitudes, atracos, violaciones, muertes, secuestros, venta de órganos, linchamientos que tienen que vivir las personas que pasan por esa ruta. Muchas veces por los propios coyotes que llevan, otras veces por los Zetas, las mafias que hay, y otras veces por los propios mexicanos. Es una gente que, al no existir, son pasto de cualquier desaprensivo.

Y sobre todo, cómo te quedas después de ver el sufrimiento de la gente. El subir a un tren en marcha y ponerse en la piel de esas personas. No puedes habar de ellos y de sus vidas sin sentir la bestia debajo. Cuando ya no hay luz, cierras los ojos y piensas que, ahora, a lo mejor van a parar el tren unos asaltantes. A fin de cuentas te pueden violar, te pueden matar, te puede tragar el tren, pero realmente tú tienes una serie de derechos y ellos no. Tú te vas a bajar del tren y te vas a ir a una pensión y ellos no. Entonces te das cuenta de muchas cosas y de la crudeza del asunto.

¿Ha tenido muchos problemas por el hecho de ser mujer?

Muchos. Pero no me gusta que nos prohíban las cosas. Me gusta darle la vuelta e intentar conseguir ese objetivo que me prohíben. Pero por ser mujer se te abren otras puertas maravillosas. Una mujer nunca me mirará a mi a la hora de hacer una foto igual que a un hombre. Bueno, es que de hecho algunas ni miran al hombre. No pueden. Y claro, la complicidad que tienes es con ellas es preciosa.

Tiene algún trabajo sobre el mundo taurino y sabiendo que España es un país radical para casi todo. ¿Ha recibido alguna crítica por algún tema así?

Críticas las he recibido todas. Se aprende también de ellas. Es cierto que el mundo de los toros tiene muchos lados oscuros. Yo comprendo a unos y a otros. Es una parte de nuestra cultura. A mí el mundo taurino me interesa a través de las imágenes, es verdad que yo no puedo ver una corrida sin cámara. Pero tiene muchas lecturas, para mí lo de la muerte no es necesario la verdad. la parte que me gusta del toreo es esa otra, la estética y la intrahistoria. Aunque sí que es cierto que el hecho de que haya muerte le da un dramatismo. Y se habla también del concepto de la muerte que tenemos los españoles. Desde muy pequeñitos convivimos con ella. Ese mundo es Almodóvar, y nosotros somos Almodóvar.