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Joaquín Sabina: Si Krahe viviera habría hecho los mejores chistes de Trump

EFE

Madrid —

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Javier Krahe se murió “en persona” en julio del año pasado pero está tan presente en su “compadre” Joaquín Sabina, su “otro”, que sigue escribiendo las canciones pensando en si a él le gustarían: “en un combate de palabras siempre ganaría él. Era el mejor”, asegura en una entrevista con EFE.

Sabina, El Gran Wyoming y Carmen Linares estarán entre los artistas que el 20 de noviembre recordarán a Javier Krahe en un concierto que coincide con la salida a la calle de “Zozobras completas”, la “integral” de sus canciones.

El madrileño, que falleció a los 71 años, se definía como “un humorista que recurre a narraciones cantadas” pero a Sabina le parece que eso “se queda muy corto”.

“Un día yo iba en un avión y el arquitecto Ricardo Bofill me dijo que admiraba mucho a Javier. Se lo conté y luego, cuando 'discutíamos' en la barra de un bar sobre quién era mejor él me decía, 'mira Joaquín, por cada 10.000 fan que tienes tú, yo tengo un ricardo bofill'”, cuenta.

“Tenía un exquisito humor, pero casi más amor a las rimas, a las metáforas, de las que era maestro, a ese territorio brasseniano, a la palabra perfectamente buscada y siempre imprevista. No ha habido nadie como Javier en castellano”, sostiene.

Por eso no le cabe la menor duda de que si Krahe hubiera vivido lo que acaba de suceder en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, “hubiera hecho los mejores chistes del mundo de Trump, aunque a lo mejor para provocar habría dicho que era partidario de él”, asegura entre risas.

El cantante recuerda que Krahe le deslumbró “desde el primer momento”: “Yo tocaba en pub y un día me lo presentó Fernando Quiñones. Me cantó en su casa tres o cuatro canciones y cuando actúe por primera vez en 'La Mandrágora' me lo llevé conmigo. El espíritu de 'La mandrágora' no era yo sino él”, asegura sobre la mítica sala madrileña en la que actuaron tantos años juntos.

Krahe decía que “como no estaba muy dotado para lo que hacía” se refugiaba “en tres o cuatro trucos para hacer canciones”, y eso, se ríe de nuevo Sabina, es “en cierta forma” verdad.

“Javier tenía cuatro hermanos que cantaban todos muchísimo mejor que él y él no tenía casi ni idea, tanto que en los primeros días de 'La mandrágora' cuando había que hacer el acorde más fácil que existe, Fa, él la llamaba 'la difícil'”.

Comparte con Krahe, “un vago burlón”, “el sistema” para escribir sus canciones, es decir, construir y especular a partir de una frase oída o leída.

“Mis años con él fueron de un aprendizaje tremendo. Me deslumbró su rigor. Aprendí muchísimo. Detestaba lo cursi, lo solemne. Jugábamos con cuatro versos a ver si el otro adivinaba la rima final. Él siempre adivinaba lo que yo iba a decir”, recuerda.

Aunque el disco que es ya su testamento musical, “Las diez de últimas” (2013), se llame así, no era, “para nada”, el de su retiro o sus “últimas voluntades”.

“Él pensaba que iba a vivir 200 años. Era muy disfrutón, se quería muchísimo a sí mismo. Dentro del horror de que se fuera tan temprano -falleció de un infarto de miocardio en su casa de Zahara de los Atunes (Cádiz)- tuvo una vida muy dulce”, subraya.

“Fumaba tanto como yo, bebía tanto como yo, pero siempre lo he visto feliz. Era un tipo tan delgado que cuando empezamos la gira me daba miedo que no la aguantara. Nunca le vi dar un salto o correr. Había ido al médico y se había quitado de fumar y como era tan chulito decía que no le había costado. Yo daría cualquier cosa por dejarlo pero no puedo. ¿Qué le pondrán?”, se ríe.

En el libro que ahora se publica con todas las canciones de Krahe, de sus 15 discos en solitario y colaboraciones, además de tres inéditas, El Gran Wyoming le dedica un texto, Miguel Tomás-Valiente el prólogo, y Sabina tres sonetos a aquel que, con su “polisemia, les quitó a las semifusas el corsé”.

“Conjuraba con su verbo la epidemia/ de un decenio tan vulgar y tan fané (...) Qué más puedo decir, era mi hermano/ mi cómplice, mi cuate, mi maestro”, al que quiso tanto “que le odiaba a veces/ porque era tan mejor” que le “borraba”, confiesa en sus versos.