Moscú, 15 nov (EFE).- El joven dibujante cubano Ismael Salcines González encara la luz y las tinieblas de sus experiencias personales como creador de arte animado y emigrante en Rusia en una exposición abierta hoy al público en el centro de Moscú.
“Siempre me han gustado los colores llamativos, las cosas que podrían definirse como bellas, pero también me atrae lo tenebroso, la muerte. Me resulta muy interesante cuando esos dos mundos aparentemente distantes se unen”, confiesa a EFE en la inauguración de la exhibición “La sonrisa de la pesadilla”.
La muestra reúne más de medio centenar de obras -incluyendo dibujos a lápiz o pastel, lienzos, arte digital, dibujos animados y hasta un retablo para sombras chinescas- en la Galería LEGA, un espacio abierto al arte alternativo.
Decenas de moscovitas de distintas edades acudieron a la exposición del joven cubano para admirar sus creaciones y retratarlos con sus móviles.
Muchos de los visitantes se acercaban al dibujante para preguntar sobre los trabajos expuestos y conocer la formación del pintor.
Ismael, que admite “no haber dejado ir” a su niño interior, recrea personajes que podrían haber escapado de animados de Walter Lanz o Paul Terry o de un vídeo juego como “Don't Starve”.
Sin embargo, sus referentes van mucho más allá: se declara admirador tanto del imaginario surrealista de Salvador Dalí, y su particular luminosidad, como del también español Francisco de Goya, tan conocido por sus tenebrosas pesadillas, los monstruos que emergen del “sueño de la razón”.
Graduado de la Academia de Bellas Artes San Alejandro, la tercera institución docente más antigua de América Latina, lleva en su bagaje la bicentenaria historia de esta escuela y la irreverencia de las artes visuales contemporáneas cubanas.
Y si bien se apoya en la línea y las pesadillas al igual que Goya, estas se parecen más a su tiempo que a las del ilustre maestro: en vez de oscuros murciélagos y búhos, los personajes de Ismael podrían ser incluso simpáticos, de no ser por la oquedad de sus ojos y las multicolores vísceras que cuelgan de sus cuerpos.
A las experiencias naturales de la juventud, no siempre luminosas y alegres, se suman sus vivencias como migrante, la necesidad de aprender otro idioma, comprender nuevas costumbres, acostumbrarte a un clima totalmente diferente, asumir trabajos que poco o nada tienen que ver con las aspiraciones o talentos. Un proceso que para él “todavía no ha terminado”, reconoce.