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ENTREVISTA | Marta Sanz

“La manada es ya un lamentable episodio de nuestra Historia que ha puesto de manifiesto que no tenemos igualdad”

Marta Sanz, fotografiada en Madrid.

Belén Remacha

Mientras todo el país y el mundo protagonizaba u observaba atónito la efervescencia feminista que comenzó hace justo un año, había una escritora en España que se dedicaba a recortar artículos de opinión, entrevistas y crónicas. Por eso cuando Marta Sanz habla, se nota que tiene compartimentada en su cabeza toda la agenda feminista de los últimos meses. La ha ordenado en su nuevo Cuaderno de Anagrama, Monstruas y Centauras, sobre todo alrededor del 8M y 'la manada' pero con otros ejes que la entrecruzan, como el manifiesto de las intelectuales francesas y el #MeToo.

Sanz llega a varias conclusiones: hay que resignificar el poder e incluso buscarle otra palabra. “Yo lo identifico con las luchas, la desigualdad, la competitividad, y yo no quiero eso”, explica. Todo desde un “estado de duda e incertidumbre”, que es como resume el momento, su posición y el libro.

Dice que escribe siempre desde la vindicación, sobre todo con respecto a su oficio literario, ¿qué significa eso para usted?

Durante muchos años pensábamos con mucha ingenuidad que teníamos los mismos derechos que los compañeros. Han tenido que ir pasando la experiencia, las críticas, las reacciones, para darme cuenta de que no. La primera vez que llegué a esa conclusión fue con mi tercer libro, Los Mejores Tiempos. Fue cuestionado que usase una voz masculina. Reflexioné: ¿Las mujeres solo podemos hablar de temas de mujeres, entendiendo que son complementarios?

Desde entonces pretendo revitalizar la palabra 'femenino', sacarla del corralito degradante y esencialista construido por otros en la que lo han querido meter. Demoler prejuicios que nos colocan en una casillita, y a la vez usar esa casillita para hacernos poderosas y significar lo que tenemos en común y sus desventajas. Yo escribo libros marcadamente femeninos y feministas, y estoy encantada de que me lean hombres porque eso ha de ser para toda la comunidad. Intento no renunciar a mi tradición: Benito Pérez Galdós, los maestros rusos, Rimbaud, Baudelaire. Pero quiero visibilizar otras voces y construir otra mirada, que tiene que ver con mi género y mi contemporaneidad.

En el libro recoge protestas feministas concretas, pero también injusticias que tienen que ver con cosas interiorizadas o relaciones de poder que no se pueden legislar, ¿cómo planteárnoslas?

Hay muchas cosas que son difíciles de verbalizar. Yo quería escribir algo abiertamente relacionado con el 8M y sus reivindicaciones: la brecha salarial, la patologizacion de la vida de las mujeres -Clavícula parte de la firme convicción de que la autoexigencia se nos termina convirtiendo en enfermedad real-, la violencia machista. También reflejar la incomodidad que me genera el mundo publicitario.

Y una tercera pata, quizá la más difícil de leer pero que espero que resulte útil, es constatar la nueva forma de analizar la realidad que parte de los conflictos de género. También desde dentro de nosotras, desde la educación patriarcal que está en nuestro occipucio. Que nos hace mirar la realidad y a otras mujeres como verdaderos tíos de pelo en pecho. Asumir que lo normal no es normal es la gran meta. Que has estado sometida sin saberlo. Hemos de darnos cuenta de cuál es el origen de nuestros verdaderos deseos. Preguntarnos, ¿por qué quiero esto? Y si lo quiero de verdad, adelante. Sin la mala costumbre de pontificar y competir en feminismo, ni tirarnos a la yugular. Y sin culparnos, sin señalar con el dedo como nos han señalado desde otras posiciones toda la vida.

Sabe que hay aspectos del feminismo que sí están creando divisiones internas y enfrentamientos, como qué hacemos con la prostitución.

Esto es habitual en prácticas políticas desde tiempos inmemoriables. Ir a la manifestación según lo que ponga en la pancarta. Es intrínseco a hombres y mujeres con conciencia crítica, que van a las implicaciones profundas. No me parece preocupante, creo que el diálogo y controversia son buenos siempre y cuando no paralice y sirva para demostrar tu lucidez intelectual y tu capacidad para ser generosa y hacer concesiones.

Yo no creo que Ana Patricia Botín sea feminista, es más, mi concepto de feminismo es totalmente incompatible con ella. Pero esa incomodidad no te puede bloquear. Ahora se está gestando una nueva posibilidad de huelga, hay distintas visiones pero yo me seguiré sumando porque creo que tenemos exactamente los mismos motivos. Yo este 8M estoy más esperanzada que el pasado, pero esto es a medio y largo plazo.

Gira sobre el concepto de víctima, del que se ha debatido mucho este año. ¿La sentencia de 'la manada' ha sido nuestro #MeToo? ¿Qué debemos aprender de ello?

No sé si es un correlato del #MeToo, pero sí es ya un lamentable episodio de nuestra Historia que nos debería servir para aprender algo, sería muy triste que se repita algo así. 'La manada' ha sido el mejor ejemplo de que esas conquistas de igualdad que pensábamos que teníamos ganadas, en el espacio judicial, son muy relativas. Que no tenemos una sociedad igualitaria. Me ha parecido sobrecogedor que se reactiven todos los viejos prejuicios sobre la mujer tentadora, que no tiene derecho a divertirse o a tener un comportamiento sexual libre, porque se la va a castigar y demonizar. 

Hay una serie de conquistas que creíamos asumidas y parece que se vuelven a poner en tela de juicio, en un contexto neoliberal. Pienso en el derecho al aborto y también en que se estén utilizando argumentos innatistas, de que se hable de naturaleza femenina, masculina, asignando una serie de valores a la mujer y otros al hombre. Y que por ende culpabilizan a la mujer por su sexualidad y al hombre le justifiquen como depredador. Volver a eso es muy peligroso.

Y pone ejemplos de usar el poder de otra manera, también a raíz de que se hable tanto de justicia patriarcal. Mencionaba como reto el encontrar el equilibrio para no caer en el punitivismo al reclamar justicia.

Me preocupa mucho eso que se llama populismo punitivo, propiciado por la insuficiencia de la ley y la velocidad y nervios de las redes. No podemos colocar a nadie bajo la demonización a la que sistemáticamente se nos ha colocado a nosotras: sin juicio, sin juzgado, como brujas, malas, adúlteras. Tenemos que tener la capacidad suficiente para saber que los linchamientos no valen, que se vuelven contra nosotras. Articular mecanismos sociopolíticos para que estos acontecimientos no se vuelvan a repetir, pero hacerlo de manera que las cosas cambien, ejerciendo el poder de otra manera.

En su repaso a la prensa describe un dilema al que se enfrenta sobre participar en una revista de moda: ser de alguna manera cómplice de determinadas inercias o quedarse agazapada en los márgenes.

Quería expresar que a nosotras se nos echan encima nuestras contradicciones e incertidumbres constantemente. Yo vivo en un mundo que no me gusta, capitalista y neoliberal. Pero si el neoliberalismo o el capitalismo me dan un altavoz, yo lo voy a usar. Quizá corro el riesgo de ser fagocitada, pero lo que no voy a hacer es quedarme callada. Hagamos lo que hagamos las mujeres, somos sojuzgadas. Por querer estar guapas y por ir zarapastrosas, siempre hay argumentos.

Habla de que una labor de las feministas es resignificar el lenguaje y las palabras. Reconoce que el título del libro es una especie de guiño al 'portavozas', ¿aunque fuera gramaticalmente incorrecto, mereció ese tema ocupar portadas de periódico?

Todos sabemos que el portavozas, y el monstruas, son un juego, y que lo que intentan es revelar un posicionamiento político. El lenguaje no es puro, no va más allá del bien y mal. Tenemos derecho a jugar con lenguaje como instrumento de reivindicación política. Pero si juegas con intencionalidad salen 272.000 lexicógrafos que no tienen nada que decir de cómo se enseña la lengua en los coles, de la sintaxis en las redes, pero a los que esto les pica.

No importa el lenguaje hasta que se hace explícita su posibilidad de que sirva para hacer otras reivindicaciones fuera de la dominación. Por primera vez en muchos años los lenguajes del feminismo son un lugar central del debate público, y eso provoca una contraofensiva porque genera agresividad perder un espacio. Cortázar escribía “Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso” y no pasa nada. 

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