Benidorm también como fascinante material literario: mafiosos, guiris y tenientes corruptos

Un emporio para viajeros a orillas del Mediterráneo, una especie de Manhattan en la desértica costa alicantina que figura como la cuarta ciudad europea en plazas turísticas, una urbe que cuenta con unos 70.000 habitantes en invierno y cerca de 400.000 en verano, un destino de vacaciones donde coinciden apacibles jubilados españoles junto a hooligans británicos pasando por mafiosos rusos en un enjambre de rascacielos. Todo eso y mucho más es Benidorm, un símbolo del turismo desarrollista que ha pasado de lo hortera a lo kitsch y que ahora vuelve a ser redescubierto en novelas y películas.

A la escritora y cineasta Esther García Llovet (Málaga, 1963) le asombró Benidorm cuando, por primera vez, pasó allí unos días en 2019 para hacer un reportaje. Fruto de esa fascinación surgió Spanish beauty (Anagrama), la novela que acaba de publicar con la singular ciudad de fondo y con una policía corrupta como protagonista. “Me parece”, comenta García Llovet en una charla con elDiario.es, “una ciudad fascinante donde conviven todo tipo de gentes, un lugar con muchos estratos, tantos como pisos tienen sus rascacielos. Además visualmente resultan impresionantes esas panorámicas, ese skyline. Benidorm se asemeja a un holograma cuando subes a los pisos altos y contemplas el mar inmenso a tus pies y las montañas detrás”.

A pesar de esos atractivos, la autora de Spanish beauty reconoce que la literatura española ha aprovechado poco estos ingredientes. “Muchos novelistas”, señala, “han despreciado a la fascinante Benidorm como material literario. Quizá han reparado solo en sus aspectos horteras o cutres y han pensado que era poco culta y elitista”. Sea como fuere, lo cierto es que salvo algunas brillantes excepciones como Rafael Chirbes, que ambientó en la costa valenciana novelas muy elogiadas como Crematorio o En la orilla, la zona y sus temas han motivado más bien poco a los escritores.

García Llovet se muestra totalmente convencida de que la costa española, destrozada urbanísticamente y masacrada por la especulación, ofrece posibilidades muy interesantes para la literatura. De hecho, ha anunciado que Spanish beauty será el primer relato de una trilogía ambientada en el litoral mediterráneo que tendrá una próxima estación en El Saler de Valencia y una tercera en Ibiza o en la Manga murciana. De la misma forma que la autora ha roto esos clichés sobre Benidorm, también ha sido original al presentar como protagonista a Michela, una agente corrupta de la Policía Nacional, que se dedica a trapichear más por inconformismo que por ambición de dinero. “Es verdad”, comenta, “que resultan raros los personajes femeninos de novelas que son corruptos, pero las mujeres caemos en ese tipo de delitos igual que los hombres. He plasmado en Michela a una joven chula y dura, mitad británica y mitad española, que se arma con muchos caparazones para protegerse”.

Este nuevo interés de algunos cineastas por Benidorm demuestra que el cine español se manifiesta de un modo más ágil, más fresco y más versátil que la literatura

Estructurada en capítulos breves, al estilo de secuencias cinematográficas, con un ritmo alto y unos diálogos muy verosímiles en personajes diversos, Spanish beauty aspira a ser llevada a la pantalla y García Llovet no lo oculta. “Mi estilo es muy deliberado”, confiesa, “y por supuesto se nota también mi doble condición de escritora y guionista de cine. He visto mucho cine y, sin duda, pienso en las historias en clave de imágenes y diálogos. O sea, que me encantaría que esta novela fuera llevada al cine”.

Al hilo de estas opiniones, cabe destacar que Benidorm ha sido redescubierta de nuevo para el cine a partir de tres películas recientes que se han rodado en esta ciudad: Nieva en Benidorm, de Isabel Coixet; El cover, de Secun de la Rosa; y Ama, de Júlia de Paz. Estos largometrajes, con diferentes estilos y temáticas, retoman una tendencia que utilizó Benidorm como plató en la posguerra (Alba de América, 1951) o como escenario en los años sesenta (Un beso en el puerto, con Manolo Escobar) o como argumento de fondo en los noventa (Huevos de oro, de Bigas Luna con Javier Bardem de protagonista). “Creo”, opina Esther García Llovet, “que este nuevo interés de algunos cineastas por Benidorm demuestra que el cine español se manifiesta de un modo más ágil, más fresco y más versátil que la literatura”.

De lo hortera a lo kitsch

El regreso del festival de la canción de Benidorm, un icono del turismo desarrollista de los años sesenta, ahora reconvertido en Benidorm Fest, pone de relieve este resurgimiento, este revival de una ciudad que ha pasado de lo hortera a lo kitsch en los últimos años. De hecho, el Benidorm Fest, que este sábado 29 de enero elegirá el representante español para Eurovisión, tras la reactivación del festival por un acuerdo entre el Ayuntamiento, la Generalitat valenciana y RTVE. Creado en 1959 en la época de Pedro Zaragoza, el alcalde que viajó a El Pardo en una vespa para pedirle al general y dictador Francisco Franco que permitiera el bikini en Benidorm para atraer turistas, el festival aupó a la fama a cantantes como Raphael o Julio Iglesias. Después de un lento declive aquel evento, que se inspiró en el festival de San Remo, desapareció en 2006. Pero las paradojas del destino siempre se vuelven imprevisibles y ahora grupos de pop, rock, flamenco, música urbana, indies y hasta música folclore gallego compiten por un puesto en Eurovisión. Vivir para ver en este arco cultural que arrancó con Llevan, de Raphael en 1962; o La vida sigue igual, de Julio Iglesias, en 1968. Está claro que renovarse o morir podría ser el lema de Benidorm.

Jorge Fauró, un veterano periodista que vivió y trabajó en Benidorm durante 12 años como delegado del diario alicantino Información, no duda en afirmar: “Esta capital turística pasó de ser la meta soñada de vacaciones de las clases medias y trabajadoras durante décadas a convertirse en una urbe cosmopolita y multicultural, siempre al filo de la buena y de la mala fama, pero que sabe reinventarse”. A juicio de Fauró, la enorme diversidad de su población o de sus turistas configura Benidorm como un lugar muy especial. “Aquí se dan cita”, explica, “visitantes de todos los puntos de España; una maraña de turistas de multitud de países, con predominio de los británicos; mafiosos extranjeros a los que resulta muy fácil camuflarse entre tanto guiri; pensionistas del Inserso… Hasta tal punto es increíble la mezcla que en una época coincidieron en Benidorm comandos de ETA al mismo tiempo que empresarios vascos que huían precisamente del terrorismo etarra. En una palabra, un sitio ideal para pasar desapercibido”.

En una época coincidieron en Benidorm comandos de ETA al mismo tiempo que empresarios vascos que huían precisamente del terrorismo etarra: un sitio ideal para pasar desapercibido

El hoy directivo de la cadena Prensa Ibérica recuerda los tiempos en que el Ayuntamiento de Benidorm cobraba por los rodajes en sus calles y playas porque el trabajo cinematográfico obligaba a cerrar vías al tráfico y a un apoyo logístico municipal. Asimismo destaca que durante algunos años dejó de rodarse en esa ciudad a pesar del éxito de películas como Huevos de oro, filmada en 1993. En cualquier caso, Jorge Fauró recomienda también acercarse a Benidorm sin el prejuicio de pensar que allí solo se encontrará gente en chanclas paseando por el paseo marítimo con un helado en la mano. “Quizá Benidorm”, comenta, “no ha sido más utilizado por el cine o la literatura porque las clases medias y bajas no venden glamour. Pero puedo asegurar que la ciudad y sus variopintos habitantes ofrecen una gama infinita de temas”.