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“El circo” político de Colombia torpedea la Feria del Libro de Madrid

Protesta performativa delante del stand de Colombia en la Feria del Libro de Madrid, el pasado 17 de septiembre.

Rocío Niebla

24 de septiembre de 2021 22:35 h

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Un mayúsculo ausente en la programación de Colombia como País Invitado de Honor en esta atípica Feria del Libro 2021 fue Héctor Abad Faciolince. El autor de El olvido que seremos (2006) era uno de los escritores consagrados pero ignorados por el Gobierno de Ivan Duque en los 17 días de celebración. A pesar de ello, Abad Faciolince ha estado en la feria. Ha firmado libros y ha charlado con sus lectores gracias a la invitación para viajar a España del Hay Festival Segovia —para clausurarlo junto a Fernando Trueba por motivo de la adaptación de su libro al cine— y en concreto a las casetas de El Retiro, por decisión de su editorial Alfaguara (Penguin Random House Grupo Editorial).

Héctor Abad Faciolince se siente feliz de poder encontrarse con sus lectores españoles y encara esta primera jornada en el puesto de la librería Méndez con ganas. “Siempre hay un buen pretexto para venir a España y siendo la Feria del Libro, más. He sido librero, bibliotecario, he traducido libros y he escrito otros. Venir aquí es un placer”, explica a este periódico. “Para mí es un auténtico honor que desde el Gobierno de Duque no me hayan invitado. Algo estaré haciendo bien”. Abad hace poco que ha sido operado del corazón: “Me dijo mi cardióloga que por mi salud me juntase con buena gente. Y ellos no lo son”.

El escritor ríe y después frunce el ceño: “Ni siquiera en los tiempos de Uribe había estas listas de escritores que podían ser invitados y los que no”. Habla claro: “Han montado un circo. Si nos hubieran invitado nosotros no lo hubiéramos aceptado. Ellos hubieran quedado como gobierno pluralista, y no como ineptos y torpes que es lo que son”. Y cierra antes de seguir atendiendo a la mujer que espera con su libro debajo del brazo: “Que el Gobierno de España haya condecorado a Iván Duque da como risa, pero parece que a la gente le gustan esas cosas ridículas”.

Para mí es un auténtico honor que el Gobierno de Iván Duque no me haya invitado a venir a la Feria

Héctor Abad Faciolince Escritor colombiano

El último fin de semana de Feria hace doblete dado que las librerías se demostraron ansiosas por acogerle. El sábado lo hará en la caseta de la Librería Alberti, donde su mítica librera Lola Larumbe admite que era “imposible justificar ciertas ausencias”. “Colombia quería una feria 'blanca' y afortunadamente nadie es neutro. Un país de neutralidades sería horrendo, se necesitan los colores”, añade. Los libreros de Alberti acopian bastantes ejemplares de Abad Faciolince porque esperan que su público acuda. El autor de Lo que fue presente visitará también las representaciones de las librerías Sin Tarima, Visor y La Central.

“Colombia, Diversa y Vital” es el eslogan que desde la delegación del Gobierno de Iván Duque se escogió para la participación del país en la Feria. Pero, precisamente, “diversa” es justo lo que no ha sido. Incluso puede parecer hasta una palabra retórica o retorcida. Las alarmas saltaron a principios de septiembre cuando desde la Embajada —y tres días más tarde en rueda de prensa— se dio a conocer los escritores y escritoras colombianos que viajarían a Madrid. Las ausencias gritaban demalsiado. “¿Y los más reconocidos, leídos y premiados? ¿Por qué no acuden?”, se pregunta el periodista colombiano Winston Manrique.

Ni Piedad Bonnett, ni Fernando Vallejo, ni Laura Restrepo, ni William Ospina, ni Pablo Montoya, ni Héctor Abad. “Todos los que se han mostrado críticos con Duque”, señala Manrique. Colombia estuvo en el punto de mira mundial por la desproporción de fuerza que mostró intentando controlar y desmontar el Paro Nacional, que duró cuatro meses y 25 días. Muchos intelectuales mostraron su rechazo, algunos salieron a las calles y otros escribieron desde los periódicos. “Los escritores disidentes por muy buenos y reconocidos y leídos que fueran en España, no estaban en la lista oficial”, asegura el periodista que primero señaló la ausencia.

Los escritores disidentes, por muy buenos y reconocidos y leídos que fueran en España, no estaban en la lista oficial

Winston Manrique Periodista

Fue otro periodista, Jesús Fernández Úbeda, quien preguntó “por la variedad ideológica” al embajador de Colombia en España, Luis Guillermo Plata. Este, sin medir la ola de rechazo y protestas que levantaría, afirmó: “Uno no quisiera que una feria literaria se convirtiera en una feria política. Ni para un lado ni para el otro. A mí me gusta García Márquez porque me gusta, no porque sea de izquierda o de derechas, o me gusta Neruda porque me gusta lo que me transmite sin preguntarme por su ideología”. Y la palabra mágica que nadie olvidaría durante estos 23 días: “Se ha tratado de tener cosas muy neutras, donde prime el lado literario de la obra”.

Al leer estas declaraciones, Winston Manrique publicó en su consagrada web literaria WMagazín que “el Gobierno de Colombia acaba de escribir una página triste e inmerecida en la historia de la gestión literaria, cultural y política. El retrato de la literatura colombiana es muy incompleto porque ha primado el sectarismo político”. Manrique ha estado atendiendo a los medios de Colombia —él vive a caballo entre ambos países— porque ha causado muchísimo revuelo y rechazo en el país. “Los escritores nos dan herramientas para comprender qué está pasando; tanto en sus libros como en las columnas de opinión. Así que a los colombianos les parece intolerable excluir a ciertos autores por manifestarse en contra del Gobierno”. Manrique ha montado en su propia web —contraprogramando a la aclamadas ausencias— unos encuentros online entre tres de los escritores “más prestigiosos excluidos” con tres voces nuevas. “La política debe respetar la disidencia porque diferir es síntoma de salud democrática”, dice.

A raíz de ese “tener cosas muy neutras” que espetó el embajador, distintos escritores colombianos declinaron la invitación a participar en el evento. Es el caso de Juan Luis Mejía, Margarita García Robayo o Melba Escobar. Escobar firma en una tribuna de El País el 7 de septiembre que “Las declaraciones del embajador dan a entender que la selección de autores que asistirán a la feria fue definida con base en afinidades políticas al Gobierno, o al menos que se rechazó a quienes explícitamente han sido sus críticos. Resulta muy difícil no leerlo como una forma de censura”.

El embajador Luis Guillermo Plata, que ha declinado hablar con elDiario.es sobre la cuestión, firmaba una carta también el 7 de septiembre: “Me equivoqué. Desafortunadamente, el modo en que empleé mis palabras distorsionó el sentido último que quería expresar”. Continúa: “Quiero manifestar que no fue mi intención calificar a los autores como neutrales, y reconozco que mi uso de la palabra 'neutro' se haya prestado a interpretaciones contrarias a las que era mi intención”. Concluye: “Quise referirme a la 'imparcialidad' a la hora de seleccionar a los autores para participar en la Feria del Libro”.

¿Imparcialidad no viene a ser lo mismo que neutro? ¿Traer autores imparciales respecto a qué o quién? ¿Se puede ser imparcial en algo? ¿O imparcial o neutro es la manera suave de decir a favor del Gobierno? Estas son las principales preguntas que corrían como la pólvora por las dos calles de la Feria. La polémica está servida y 28 librerías de España se alían y emiten un comunicado en contra de “la censura de los nombres importantes”. Bajo el título “la literatura de Colombia no es su Gobierno. Nos falta su gente”, manifiestan: “Hemos aprendido Colombia desde el realismo mágico de Gabo, desde la denuncia social y el compromiso feminista de Elisa Mújica o desde las letras crudas de decenas de firmas de hombres y mujeres que han atravesado los mares con su literatura. Pero más la hemos aprehendido de la voz de sus gentes, cuerpos migrados, exilios forzosos huyendo de la violencia institucional, víctimas de gobiernos como el del presidente Iván Duque, heredero de la peor tradición uribista, la de los falsos positivos, los cuerpos mutilados, el narcotráfico, el extractivismo y las matanzas paramilitares”.

Unas jornadas más tarde, en contra de lo que se tenía previsto inicialmente, el presidente Iván Duque en visita oficial por España (días 15, 16 y 17) no acude a presentar su libro Economía Naranja. Aunque el coche oficial el viernes 17 pasa por delante del parque con una comitiva esperándole para celebrar el “carnaval de Barranquilla en El Retiro”. El presidente Duque no se apea por “motivos de seguridad”, según se informó en ese momento. La jefa de prensa de la embajada, María Angélica Ustategui, indica en cambio que “no visitó la Feria por motivos de agenda”.

Las redes sociales ardían bajo el denominador común —y emblema— #RealismoTrágico para denunciar “el blanqueamiento” que la Feria y la visita del presidente Iván Duque (condecorado por el Gobierno con la Gran Cruz de Isabel la Católica) hacía de la “brutal represión social por parte del Gobierno de Colombia por el levantamiento popular (Paro Nacional) con un saldo de más de 300 desaparecidos y más de 70 manifestantes muertos”, explica Silvia Ramírez del colectivo colombiano La Parcería, afincado en Madrid.

La UiPA Plataforma (Unidad Insurrecta Para AccionArte) convocó una manifestación en el barrio de Lavapiés, así como la lectura de “literaturas no neutrales en Madrid”. Danzas y carteles con el mensaje “SOS Colombia” fueron los protagonistas en la calle Embajadores durante la tarde y la noche del jueves 16. Y La Parcería ha celebrado durante el jueves 23 y el viernes 24 lo que han llamado “Estand 321. Colombia país invitado. Lo que no pudo ver en la FLM21”, dando espacio y ofreciendo micro a artistas colombianos excluidos (críticos o fuera de los circuitos culturales ordinarios).

Desde la caseta de Traficantes de Sueños se muestran abiertamente críticos con el presidente colombiano. Blas Garzón, miembro del colectivo que dirige la librería, señala: “Las declaraciones del embajador respecto a la literatura neutral hacen evidente qué clase de representación querían tener. Pero la buena noticia es que se le ha dado la vuelta y ha posibilitado un debate en torno a la neutralidad, más allá incluso del ámbito cultural”. La polémica “ha servido de altavoz y de denuncia de las políticas criminales que están siendo amparadas por el Estado colombiano”, ya que la movilización de los migrantes y los exiliados colombianos durante estos días ha resignificado un evento que se pretendía blanco y ha quedado manchado. Para Garzón, la mecha llamada “falsa neutralidad” ha posibilitado durante estos días “hablar de otras realidades así como denunciar las injusticias que se cometieron durante el Paro Nacional”. Y los libros obligan, o conducen, a eso: discrepar, opinar y debatir.

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