Entrevista Periodista y escritor

Jesús Bastante: “Es absurdo pensar en el apóstol Santiago como alguien que defendiese una 'España para los españoles'”

Francesc Miró

17 de julio de 2021 23:07 h

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El 25 de marzo del año 42, varios años después de la muerte y resurrección de Jesús, Santiago de Zebedeo atracaba en Carthago Nova –hoy conocida como Cartagena–. Tenía la misión de llegar hasta el fin del mundo, el Cabo de Finisterre, evangelizando y difundiendo la palabra del nazareno por toda España. Y así lo hizo, al menos, según nos ha contado la Iglesia.

Bajo la Catedral de Santiago de Compostela reposan los huesos de este apóstol que se sentó en la mesa durante la Última Cena y compartió pan y vino con Cristo. Allí peregrinan miles de fieles y senderistas no creyentes, que recorren los pasos del apóstol.

Pero, ¿qué ocurrió durante ese primer viaje de Santiago? ¿Qué vio, a quién conoció? ¿Cómo recibieron los españoles a un judío nacido en Galilea? ¿Por qué, si murió en Jerusalén, sus restos descansan en nuestro país? Todas estas preguntas encuentran respuestas en Santiago en el fin del mundo (La esfera de los libros, 2021), la nueva novela de Jesús Bastante. Un texto de ficción que fabula con la historia religiosa para construir un relato fantástico, épico por momentos, sobre la fe, la amistad y la capacidad transformadora de narrar.

¿Cómo nace la historia de Santiago en el fin del mundo?

En enero de 2009 estaba presentando mi primera novela, Cisma (Ediciones B, 2008) en A Coruña. Al día siguiente había quedado con el arzobispo de Santiago Compostela y llegué antes a la cita. Hacía un día de perros así que entré a refugiarme en la catedral, y no había nadie. Una maravilla. Estuve una hora absolutamente solo dentro de la catedral y después de darme una vuelta me bajé a la cripta, donde según la tradición están los restos de Santiago. Estuve allí abajo pensando y al final acabé preguntándole a los huesos que quiénes eran. Si de verdad eran los huesos de Santiago, por qué lo enterraron ahí, qué hacía exactamente en España.

Esas preguntas me llevaron a comprar libros y empezar a investigar. Había muy poco sobre su historia en nuestro país, realmente, pero fui encontrando citas y datos en los Hechos de los Apóstoles, en Flavio Josefo, en Dídimo el ciego, en un facsímil que en el siglo XVII recuperó muchos mitos sobre el paso de Santiago por distintas ciudades españolas y portuguesas... 

En el libro apunta que Herodes Agripa mandó cortarle la cabeza y enterrar su cuerpo en el desierto, pero que unos fieles lo encontraron y lo trajeron a España, donde sus discípulos y amigos Atanasio y Teodoro le darían sepultura. Sin embargo, el martirio no es la historia fundamental de su novela. ¿Quería huir conscientemente de lo más conocido de la figura Santiago? 

Quise trazar el relato de un viaje que resultara verosímil. Un camino que partía desde Cartagena a Granada y luego de Cádiz a Sevilla, donde coge la ruta de La Plata… en fin, quería contar su viaje. Es decir, en su martirio empieza el mito y sobre eso sí que hay mucha documentación, mucho escrito desde la Edad Media, pero mi relato es el relato de un Santiago que pudo existir y pudo viajar por España. La idea es hablar del Santiago vivo, humano, con sus miedos y sus valores, que pudo caminar por nuestras tierras y conocer a las gentes que las habitaban en el siglo I. 

Escribe usted, en boca de Santiago: “Nuestra misión es ir de camino en camino, de piel en piel, como Él hiciera en vida” [refiriéndose a Jesús]. La misión, el viaje, las distintas ciudades y paradas… ¿Santiago en el fin del mundo podría ser leída como una novela de aventuras clásica?

Es verdad que desde pequeñito he leído, y me han encantado, pues lo que hemos leído todos, ¿no? Robert Louis Stevenson, Julio Verne, Mark Twain… Lo que sí tenía claro era que no iba a hacer un ensayo histórico porque las bases documentales no dan para eso y, además, yo no soy historiador. Esto iba a ser una novela de ficción y entiendo que pueda verse como una novela de aventuras porque el camino lo permite. No me refiero al Camino de Santiago única y exclusivamente, sino a que la estructura de la novela iba a ser el recorrido de un camino, que permite conocer a muchos personajes, vivir cosas inesperadas y que no controlas. Además en un mundo extraño para un judío de la época, como debió ser la Hispania del siglo primero para Santiago, que era un pescador nacido en Galilea que decidió ir hasta el Cabo Finisterre. 

No podemos pedir que Jesús tenga respuestas para el aborto o para la investigación con células madre, porque él no podía tener respuestas para preguntas que no se planteaban en su tiempo

En ese camino, como comenta, Santiago se encuentra con multitud de personajes. Me llaman la atención los dos personajes femeninos, Samara y María, que cumplen con el cliché de la bruja malvada y la santa inmaculada. ¿Es difícil narrar asuntos religiosos sin caer en ese lugar común machista? 

Una lectura crítica de los evangelios nos ofrece esas dos visiones de la mujer: la obsesionada con el sexo y el poder, que mete al hombre en pecado –es decir la Eva original que obliga a Adán a tomar la manzana–, y luego la Virgen, que es el paradigma de belleza, de pureza y de obediencia y de sumisión. Yo creo que ninguno de los dos hace justicia al papel de la mujer en el mundo que intentó generar Jesús. Pero tampoco es que Jesús fuese ningún grandísimo feminista. Me refiero a que igual que no podemos pedir que Jesús –como dicen algunos rigoristas–, tenga respuestas para el aborto o para la investigación con células madre, pues tampoco podemos pedirle peras al olmo en el asunto del feminismo. No podía tener respuestas para preguntas que no se planteaban en su tiempo.

No quise, voluntariamente, romper con la dicotomía de la mujer buena y la mala. Por eso lo primero que se lee en el libro es una petición clara de disculpas en nombre de mi género. Quería que el lector supiese de esa dialéctica, precisamente para denunciarla. Y aún así es verdad que el de Samara me parece un personaje con muchísimas aristas, al que llegas a comprender perfectamente. Y eso también me venía bien para romper los esquemas de cómo definimos a los santos. Porque los santos no son perfectos: pecaron y cometieron muchos errores. Eso lo dijo el Papa hace muy poquito, hablando de San Pedro y San Pablo: son santos precisamente por sus miserias. Y si no reconocemos la miseria de la gente, al final acabamos en altares, que es el gran problema que está teniendo la Iglesia hoy en día.

La gente peregrinaba al lugar donde está ahora la tumba de Santiago desde mucho antes de que existiera Santiago

Samara vehicula en la novela la entrada de un fantástico sin complejos. En este libro aparecen trasgos, meigas y gigantes. ¿En cierto modo Santiago en el fin del mundo también es un homenaje al folclore pagano de la cultura española? 

En cierto modo sí. Hay que tener en cuenta que la gente peregrinaba al lugar donde está ahora la tumba de Santiago desde mucho antes de que existiera Santiago. Hay en determinados sitios un peso espiritual y cultural que ha atraído a la población desde hace milenios. También la peregrinación a Finisterre: en el libro relato lo que suponía, para muchos, el hecho de ir hasta el fin del mundo conocido y bañarse en el último mar. Era una forma de morir y resucitar como una persona nueva. Esos ritos, que son antiquísimos, aparecen constantemente en la cultura galaica y celta. 

El mensaje de Jesús es fantástico, pero está dentro de una tradición cultural que no sólo viene de la raíz judía. La historia de la humanidad está llena de mitos muy similares: mitos del hombre nacido del barro o del diluvio universal están presentes en Mesopotamia, en Babilonia, en India, en muchísimas culturas previas a que existiera la civilización judía. 

Hay un momento en el que Samara pone en duda que la tierra sea plana, aunque entonces se asumía que era así. Ella es depositaria de un conocimiento superior al de sus contemporáneos, pero al ser mujer nadie le hace caso. ¿La suya es una reinterpretación del mito de Casandra?

Sí, en cierto modo sí porque al ser mujer está limitada a que la tomasen por bruja o por loca. Pero sabe mucho más. Además ella asume ese rol y no le importa que la gente le tenga miedo. Personajes como el de Samara o el de Cecilio son una invención que me permitía investigar un concepto atractivo: personas que tuvieron contacto con Jesús de Nazaret, que los curó, pero que en lugar de salvarlos en realidad les estaba jodiendo un poco la vida. 

Como el chiste de “una monedita para un ex leproso” de los Monty Python en La vida de Brian.

¡Exacto! Sí, me vi La vida de Brian mientras escribía y los Monty Python lo utilizan muy bien. En mi relato tenemos a un ciego y a un sordomudo que después de ser curados por Jesús, tienen que huir de su tierra porque ya no encajan y son perseguidos. El milagro no les ha traído nada bueno, en el fondo.

La imagen del Santiago Matamoros es una imagen ultranacionalista que no casa para nada con la figura del apóstol

Otro elemento a destacar son los sueños de Santiago, algunos de ellos premonitorios y otros no, como el caso del Santiago montado en un caballo blanco. 

Evidentemente es un guiño a los falsos mitos de un Santiago Matamoros, que creo que hay que dejar atrás. Es una representación de Santiago que dice que el apóstol apareció para matar musulmanes, una imagen ultranacionalista que no casa para nada con la figura del apóstol. ¿Por qué? Porque era un señor que vino de Palestina en el siglo primero para evangelizar a todo el mundo, independientemente de su raza, su género, su ascendencia o su origen. Su mensaje era universal. En esta novela quería, conscientemente, luchar contra esa utilización que está haciendo la ultraderecha de la imagen de Santiago. Es absurdo pensar en un Santiago que defendiese una 'España para los españoles'. 

El libro incluye un “desmentido histórico” de Nieves Concostrina, en el que periodista llama a Santiago “el personaje-fake más rentable de los tiempo cristianos” y dice del camino que es un “emporio financiero descarado”. ¿Por qué incluir una visión tan radicalmente distinta a la de la novela en su libro?

Es un empeño que tuve. Quería que un divulgador de la talla de Nieves, que sabe mucho más de historia que yo, que además la cuenta muchísimo mejor que yo, me tirara por tierra algunas ideas de la novela. De alguna manera eso hacía que el lector fuese mucho más dueño de ella. Primero, porque el texto es delicioso y lo de Nieves es de una generosidad tremenda. Y segundo porque creo que aporta un plus en consonancia con lo que dice en determinado momento el personaje de Quintiliano: “La historia se escribe con el propósito de narrar, no de ser verdad”.

Hay historias que merecen ser contadas, pero a lo mejor no han de ser contadas solamente desde una óptica, a lo mejor es necesario que alguien lea la historia de Santiago y luego alguien le diga 'oye, que todo esto es mentira'. Yo no estoy de acuerdo con todas las afirmaciones de Nieves, e incluyo un intento de aproximación bibliográfica que viene a contestar algunas de sus tesis. Pero me parecía maravilloso que el libro pudiera servir como celebración de la fabulación y la ficción, al tiempo que objeto para discutir sobre determinados temas y hacerlo desde la creatividad.