El libro que destapa qué es cierto en la serie 'Narcos': “el 30% era verdad, lo demás licencia artística”
La serie Narcos se inspiró en la vida de dos exagentes de la DEA (Administración de Control de Drogas de EEUU): Javier F. Peña y Steve Murphy. Han pasado 27 años desde que Peña y Murphy, junto a la Policía Nacional de Colombia (PNC), acabasen con el imperio del que quizá haya sido el mayor narcotraficante de todos los tiempos –o al menos el más mediático– y uno de los más sanguinarios: Pablo Emilio Escobar Gaviria (Rionegro, 1949 - Medellín, 1993), “el primer narcoterrorista”, según Murphy.
Javier F. Peña (Texas, 1948) y Steve Murphy (Tennessee, 1957) acaban de publicar su libro Caza al hombre: cómo atrapamos a Pablo Escobar (Península) donde narran el mayor hito de su carrera profesional: fulminar el cartel de Medellín. Murphy y Peña se jugaron la vida durante años –Escobar pagaba 300 mil dólares por cada una de sus cabezas– siguiendo la pista a narcos, sicarios y asesinos entre corrupción, terrorismo y drogas. Años en los que Pablo Escobar figuraba en el ranking de los hombres más ricos de la lista Forbes, manejaba el 80% de la cocaína a nivel mundial y, junto a su cartel, asesinó a “unas 3.000 víctimas”, según su hijo, Juan Pablo Escobar Henao.
Juan Pablo también afirmó que a su padre no le mató la PNC, sino que “se suicidó”. Steve Murphy asegura que esto “es mentira”. Murphy estuvo allí y vio el estado del cadáver. Prueba de ello son las controvertidas fotografías en las que se puede ver a Murphy y a policías colombianos posando junto al cuerpo inerte de Pablo Escobar. “Mi único arrepentimiento es que le he faltado el respeto a un cuerpo humano (...) Para ser honesto, estaba muy feliz de que Pablo estuviera muerto porque sabíamos que cuando él dejara de vivir los ciudadanos de Colombia iban a estar más seguros, así como los ciudadanos de todo el mundo, solo porque un hombre había muerto”, recuerda Steve Murphy.
“No creo en las coincidencias. Pienso que Dios tiene un plan para todos nosotros. Por alguna razón, su plan era tenernos a los dos juntos [Peña y Murphy] yendo contra Pablo Escobar. No hay nada especial en nosotros, no somos tipos duros, pero pudimos hacer lo que teníamos que hacer y sobrevivir”, cree Steve Murphy.
'Narcos': un “30% de verdad”
Peña y Murphy comentan que Narcos cronológicamente está bien guionizada. No obstante, según Peña: “el 30% es verdad y lo demás es licencia artística”. Murphy destaca que “su esposa nunca abandonó Colombia”, como narra la serie. Cuando Connie Murphy leyó el guion de Narcos le dijo a Steve: “¿Has leído esta mierda? Esto no es verdad?”. Steve cuenta que su compañera, a pesar de apenas hablar español, salía a las calles de Bogotá con su diccionario en la mano y como “la gente de Colombia es muy amable”, opina Steve, conseguía lo que quería.
Si algo transmite especialmente el libro Caza al hombre es la “excitante” labor profesional de estos dos exagentes, que llegaban a infringir el protocolo de seguridad de la DEA; pues se exponían a más riesgo de lo que les permitía. Nunca ocultaron a sus jefes “el hecho de que salíamos fuera, pero nadie nos decía nada porque estábamos logrando resultados”, comenta Murphy. Tampoco esconden que sentían miedo con los coches bomba y cuando volaban en helicóptero, ya que eran un blanco fácil para los francotiradores del cartel de Medellín.
“Cualquier agente de la DEA hubiera deseado estar en nuestros zapatos en esa misión. Porque eso es lo que hacemos, si eres un agente de la DEA vas contra los mayores traficantes de drogas del mundo que tengan un impacto negativo en los EEUU (...) Fue el primer narcoterrorista, se convirtió en el criminal más buscado del mundo. Es algo que no me gustaría volver a hacer, pero que no cambiaría por nada en el mundo”, comparte Steve Murphy desde su habitación con temática Narcos en Washington D.C.
Narcoturismo, arquitectura Playboy y fe
“Nosotros queremos que la gente visite Colombia. Si vas a Medellín, cuídate, es muy bonita, pero no hables mal de Pablo Escobar porque todavía hay gente que le quiere. Sabemos de los narcotours. Cuando firmamos con Netflix acordamos una condición: que no fueran a glorificar a Pablo Escobar”, apunta Peña.
En la última década, pocas series han enganchado a tanto público internacional como Narcos. “Llegó a ser la segunda serie de Netflix más vista en todo el mundo solo por detrás de House of Cards”, comparte Peña. Prueba de su impacto fue el boom del narcoturismo que vivió Medellín en 2016, donde desde un expolicía a un exsicario realizaban tours mostrando los emplazamientos donde Pablo Escobar vivió y mató. Así como la Catedral, la prisión donde Escobar fue encarcelado, junto a parte de su cartel, a cambio de no ser extraditado a los Estados Unidos de América. Mientras Pablo manejaba sus negocios desde su cárcel de lujo, la DEA apenas podía hacer nada. “Obtener cualquier información sobre Escobar durante ese tiempo era extremadamente difícil, sobre todo porque una de las estipulaciones de su entrega nos prohibía acercarnos a la Catedral”, desvela Murphy.
“Tenía cocinero, bar, billar, televisiones de 60 pulgadas, juguetes sexuales perfectamente organizados... y armaba fiestas y orgías”, detalla Peña e insiste que aquello no era una prisión, sino más bien un “penthouse, un club de campo”. Tras trece meses, Escobar escapó de su resort carcelario. Peña y Murphy llegaron un día después de su fuga. Peña apostó que dormiría en la cama del líder del cartel de Medellín y así lo hizo y lo rememora entre sonrisas desde su casa en San Antonio, Texas.
“En Colombia piensan que Pablo Escobar es un Robin Hood, pero Robin Hood no mató al que iba a ser presidente de Colombia [Luis Carlos Galán Sarmiento], no puso una bomba en un avión comercial ni en el edificio del DAS, no mató al periodista Guillermo Cano porque escribió que a lo mejor Colombia debería extraditar a narcotraficantes a Estados Unidos”, enumera Javier Peña, que se considera católico al igual que Pablo Escobar. Peña cuenta que “la Terraza”, una humilde iglesia católica de Medellín, estaba “comprada por la plata de Escobar” y que allí, mediante “el carisma de Pablo”, este reclutaba a sus sicarios, que tenían entre 13 y 22 años. Peña recuerda que entrevistó a un sicario de 15 años que aseguraba que ya había matado a diez policías. “Él me decía ‘mi vida no es nada. Yo mato por Pablo Escobar. Él sacó a mi mamá, nos dio plata, ahora tenemos una casita, tenemos comida. Mi vida es de Pablo Escobar’”. Multiplica esa actitud por los 500 sicarios que tenía Pablo“, sostiene Peña
A rey muerto, rey puesto
Según revela el informe de 2019 de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, el cultivo ilícito de hoja de coca ha duplicado su extensión de 120.600 a 245.000 hectáreas del 2013 al 2017. Asimismo, en 2017 se registró un máximo histórico de 1976 toneladas de cocaína mayoritariamente elaboradas en Colombia y con destino Estados Unidos.
Como recoge Caza al hombre, acabar con la vida de Escobar supuso cambiar el trono de la cocaína de Medellín a Cali. Javier Peña confiesa que la búsqueda de Pablo pasó a ser algo “personal, no era ya el traficante” pues se convirtió en una “venganza porque mató a muchos amigos míos de la policía y a gente inocente”. “Si fuera por mí le habría traído a Estados Unidos. Mucha gente no lo sabe, pero la pelea de Escobar era contra Colombia por la extradición. Cuando él ponía carros bomba, ponía carteles que decían ‘Esta bomba la pusieron los extraditables’ o ‘Prefiero una tumba en Colombia que un calabozo en EEUU’. Ojalá que se le hubiera extraditado, pero todos sabíamos que no se iba a dejar extraditar”, añade Peña.
Javier Peña y Steve Muprhy insisten en que la educación sobre las drogas también es un pilar básico para la lucha contra el narcotráfico. “Tenemos que avanzar mucho en educar sobre los efectos de las drogas, las consecuencias y cómo apoyas el terrorismo cuando compras drogas ilegales”, apunta Murphy.
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