En 1977 Sandra Mozarovsky murió tras caerse de su terraza en un piso del centro de Madrid. Tenía 18 años y comenzaba a despuntar como actriz en el cine del destape. También era pasto de las revistas del corazón, que en alguna ocasión deslizaron que podría haber sido amante del rey Juan Carlos y que su muerte no fue casual.
La escritora Clara Usón (Barcelona, 1961) ficciona la vida de Sandra, que llegó a actuar en una treintena de películas y la relaciona con la época de la Transición, las drogas que llegaron después y su propia vida en la novela El asesino tímido (Seix Barral). Sobre ella, la monarquía y aquellos años habla en esta entrevista.
En esta novela ficcionas que Sandra Mozarovsky pudo tener una relación con el rey Juan Carlos, rumor que sí salió en la prensa de entonces, y que quizá lo suyo no fue un suicidio. También ficcionas sobre ese rey “joven, alto y apuesto”. Y apuntas a cómo todo eso se ha desmoronado. Como si hubiera caído la pátina que se puso en aquellos años sobre la Monarquía.
Al escribir la novela descubrí que mi vida coincide con la Transición. El franquismo era algo tan horrible, tan triste y tan pobre, que ya solo quitar los retratos de Franco por ese rey tan joven y apuesto nos pareció la promesa de que ya éramos demócratas. Y hemos vivido esa ficción mucho tiempo. Con el rey hicieron algo parecido a lo que hacían con Franco. Hubo ese pacto en los medios de presentarlo siempre con un Photoshop extremo.
Pero de pronto nos han enseñado el cuadro con el verdadero rostro y nos hemos quedado pasmados
Ahora a las amantes del rey sí las conocemos. E incluso hablan con la prensa y provocan escándalos políticos.
Bárbara Rey había salido, pero de Sandra a mí no me consta, y por tanto no lo puedo decir. Sí había rumores… pero no deja de ser fascinante la historia de una mujer muy joven que supuestamente tiene una relación con el rey y muere en circunstancias muy extrañas. Me sirve como metáfora de la Transición. También para hablar de lo que fue el cine del destape.
He llegado a la conclusión de que el cine del destape fue un cine eminentemente político. El franquismo era tapar y eso donde mejor se manifestaba era en el cuerpo de la mujer. Que de pronto se pudiera ver en una revista o una película, un escote, el pecho, el pezón, la sombra del pubis nos parecía extraordinario, la promesa de la democracia. Hicimos esta asociación tan perversa entre exhibición del cuerpo femenino y la democracia, pero es que fue así como el régimen nos anunció que iban a cambiar las cosas.
Que se critique eso ahora es un avance…
Sí, sí, nosotros estamos avanzando… Los que parece que no avanzan son los jueces, ¿verdad? Claro, es que es aberrante. Y escribir esta novela me ha servido para comprender un poco eso. La gran víctima del franquismo fue la mujer. Y por eso arrastramos todo esto. Estas chicas fueron usadas en el cine del destape y después muchas de estas actrices, varias de ellas vinculadas también con el rey, tuvieron finales desastrosos.
Con respecto al rey, era una época en la que incluso se hacían chascarrillos con sus amantes. Es decir, nos parecía bien que las tuviera. Formaba parte de su campechanía.
Y de machote. Nos gustaba mucho que tuviéramos un rey que fuera un conquistador. No hay más que ver películas como Lo verde empieza en los Pirineos donde se dice que la mujer es un ser inferior. Y eso reflejaba la ideología de la sociedad del momento, que era tremendamente machista. Como ejercicio sociológico es interesante revisar aquel cine.
Con las informaciones recientes y de los últimos años, ¿ha dilapidado el rey Juan Carlos el mito de la Transición y el 23F?
Juan Carlos tenía la oportunidad de ser un rey como los demás reyes europeos, es decir, que cumpliera con su papel y no incurriera en negocios ocultos, escándalos de todo tipo. Pero al asegurarle la impunidad y que nadie iba a conocer sus actividades, le dio una cancha… Si la monarquía ahora está en peligro es únicamente por los actos del rey.
Al publicar esta novela, ¿has recibido algún tipo de comentario de la Casa Real?
No. También he tenido mucho cuidado. Cuento los rumores que ya han aparecido en revistas, libros… No afirmo nada. No digo que Sandra fue amante del rey. Tenía un poco de miedo porque cuando lo publiqué todavía metían a la gente en la cárcel por supuestas injurias al rey o por hacer un chiste con la Virgen. Las postrimerías del PP me recordaban mucho a mi época con los cantantes otra vez en la cárcel. La Transición implica el paso de un estado a otro, y nosotros nos hemos quedado ahí, en ese paso.
Que estemos a vueltas todavía con Franco y el Valle de los Caídos, ¿es una muestra de estar en ese impasse? ¿De un interés por que esté todavía en los medios?Valle de los Caídos
¡Es que no rompimos con el franquismo! Yo creo que fue el miedo a lo que sucedió en Portugal lo que llevó a hacer aquí una especie de apaño. Hay partidos como el PP que nunca han condenado a Franco. Una democracia que permite que la familia del dictador mantenga unas riquezas que no sabemos de dónde vienen. Hay una permisividad con esto que es muy peligrosa. Hay que romper con el franquismo de una vez.
¿Qué habría que hacer con Franco?
Lo que se hace en Alemania con Hitler. Lo mismo.
En la novela también hablas de tu adicción a las drogas en los ochentas y de esa generación que murió por sobredosis o el sida. Tú has escrito otra novela, Corazón de Napalm en la que abordas este tema, pero también escribes ahora que no hay mucha narrativa sobre los yonkis.
La mía fue una generación extraña. Teníamos un pie en el franquismo y el otro en la democracia. El franquismo era vivir con miedo y nosotros decidimos que en la democracia no teníamos que vivir con miedo y por tanto éramos temerarios. Nos emborrachamos de libertad.
Modernizarse suponía para nosotros vestirse como los anglosajones, escuchar su música y consumir drogas como creíamos que hacían ellos. Nosotros no tuvimos la experiencia del 68 y pensábamos que las drogas no tenían consecuencias y alternamos los entierros de nuestros abuelos con los de nuestros amigos.
Yo tuve la suerte de no probar la heroína. Me llevaron a un centro de desintoxicación otras drogas. Se ha escrito poco porque quizá bastantes jóvenes que tenían talento y podrían haber despuntado, sucumbieron. Fuimos una generación suicida.
El tema del suicidio está muy presente en tus novelas. Es llamativo porque es un asunto tabú. De vez en cuando aparecen noticias en los medios, pero no se le da demasiada relevancia.
El suicidio es poner fin a tu vida y lleva a preguntarte qué es la vida. Camus decía que el suicidio era la única pregunta. Yo siempre he tenido tendencia a huir cuando las circunstancias se ponían difíciles y el suicido es la huida absoluta. Pero Camus decía también que la vida es absurda, y a mí eso me supone un alivio, porque si fuera en serio, sería horrible.
Por otro lado, Camus también decía que la vida humana es como la de Sísifo, condenado eternamente a empujar una roca por una montaña cuesta arriba, y cuando está a punto de depositarla, la roca cae. Yo me permito enmendarle la plana a Camus porque si Sísifo es inmortal, nosotros no lo somos, por lo que llega un momento en el que no acarreamos ninguna roca.
Y si no hay ninguna roca entramos en el vacío existencial. Por lo que está bien que la roca no llegue nunca a depositarse porque eso nos da motivos para vivir. Yo lo comparo con Wittgenstein, que cuando había alcanzado cierto estatus y ya no se podía filosofar más, de pronto ya no sabía qué hacer con su vida y dijo, 'de todo lo que he dicho no vale nada, estaba equivocado', y tira la roca para abajo.
En medio de las tragedias, sueles incluir pizcas de humor en tus novelas. No sé si buscando cierta liviandad.
El humor es lo que nos distingue de las máquinas. Llegará un día en el que los ordenadores serán mejores que nosotros pero nunca se podrán reír de sí mismos. Yo tengo como referente literario a Chéjov y él decía que cuando estés contando algo trágico no le pongas violines, no des brochazos de sentimentalismo, mantén cierta asepsia. Y el humor te permite eso. Además, la vida es una tragicomedia. Al mismo Chéjov, cuando está a punto de morir en un sanatorio alemán, el médico le ofreció brindar con una copa de champán y Chéjov aceptó. Y murió después de haber dado un sorbo de champán.
Pues eso es maravilloso. Otra de las escritoras de las que hablas en tu novela es Virginia Woolf y cuentas cómo hubo un momento en el que sintió curiosidad por la muerte. Tú has pasado por los intentos de suicidio, ¿cuándo se deja de sentir miedo a la muerte?
La muerte tiene ese algo de pozo negro de qué habrá ahí aunque seguramente no hay nada. La muerte es la gran cuestión, de eso viven las religiones, de contarnos que la muerte no existe y de que hay un más allá maravilloso. Nos contamos cuentos para poder seguir viviendo. Pero también somos muchos los que vivimos de cara a la muerte. Que no nos creemos consolados con la idea de que la muerte no existe y de que hay un más allá.
Por cierto, en esta novela reivindicas a tu madre. A lo que hizo por salvarte con cada intento de suicidio.en esta novela reivindicas a tu madre
Cuando me empeñaba en tirarme al pozo, mi madre una y otra vez me sacaba. Ella hizo por mí lo que yo nunca hubiera hecho. Estoy en deuda con ella, algo que nunca se lo dije. Hubo una brecha generacional entre mi generación y la mis padres mucho más grande que la que hay ahora. Para nosotros los padres representaban el franquismo. Y nosotros queríamos romper con eso, por eso los llamábamos viejos y abominábamos de ellos. Y mi madre fue una de esas mujeres que igual quiso tener otra vida, pero no pudo.
Había quien lo llevaba con entusiasmo y había quien no, como mi madre, que no estaba nada contenta. Lo llevaba con una amargura que yo percibía como hostilidad. Pensaba que no me quería. Y fue mucho después cuando comprendí que sí, que mi madre me quería y que hizo por mí algo extraordinario.
En 2012 obtuviste el Premio de la crítica por La Hija del Este. Habían pasado 52 años sin ninguna mujer premiada hasta que lo recibiste tú. Parecen unos cuantos años.La Hija del Este
Es que es un escándalo. El Nacional también se lo dan sólo a hombres. En España tenemos un problema y es que en las cúpulas, lo ves también en el poder judicial, están todo tíos. Y además que no se van. Pero es algo congénito. Ha recibido una educación tal que tienen el prejuicio de que los hombres son más capaces e inteligentes que las mujeres.
Por lo tanto los hombres pueden hacer la buena literatura y las mujeres la literatura comercial que da de comer a las editoriales. Y eso hace que a la hora de abordar de la novela de un hombre o una mujer se vaya con un prejuicio. Yo la verdad hubiera preferido no nacer en España.
¿Y en Catalunya?
Bueno, en Catalunya los que escribimos en español no existimos. La política cultural de la Generalitat está únicamente volcada en el catalán. A mí también me gustaría que los catalanes que escribimos en castellano formemos parte de la cultura catalana, pero no es así. Estamos acostumbrados. Y no va a cambiar mientras manden los que mandan.
Aquí la lengua se utiliza políticamente y llevamos ya mucho tiempo con eso. Y es malo para todos. A mí me gustaría que tuviéramos un Govern más inclusivo y que admitiera que los que escribimos en español también somos catalanes.
¿Lo que ha ocurrido los últimos meses en Catalunya tiene sustrato narrativo, novelístico?
Sí, sí. Yo ya escribí sobre nacionalismos en La hija del Este. Además aquí hay dos nacionalismos, el catalán y el español, y se parecen muchísimo. Para mí nadie se parece más que el señor Casado y el señor Puigdemont. El nacionalismo siempre es de derechas y siempre oculta una política económica neoliberal. El nacionalismo es un camelo. Lo detesto. El español y el catalán.