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Las novedades de Germán: reseñas contra el nepotismo cultural

Germán Collazos se enfrenta al nepotismo

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Las aventuras del Capitán Torrezno, vol. 4, de Santiago Valenzuela (Astiberri). No os penséis. Por mucho proselitismo que yo haga por Ciudad Real desde esta columna, también hay momentos en que me canso de vivir en una ciudad de provincias, siempre andurriando las mismas calles, acudiendo a los mismos bares, cruzándome con la misma gente en mi camino a la universidad. Es en esos momentos de hastío ciudarealeño cuando más valoro que aparezca publicado un nuevo volumen de la serie protagonizada por el Capitán Torrezno, ya que sus viñetas —ahora recuperadas pero ya valedoras del Premio Nacional de Cómic en 2011— me transportan a micromundos imaginarios donde nada es lo que parece y donde todo tipo de criaturas y circunstancias fantásticas salen al encuentro de su protagónico borrachín. Entonces me lo pillo y me lo leo de una sentada, alucino en colores (bueno, en este caso en blanco y negro) y ya puedo volver a pasear con renovada ilusión por las inmutables calles de mi querida ciudad.

Sonata cartesiana y otros relatos, de William H. Gass (trad. de Ce Santiago; La Navaja Suiza). Yo ya lo siento, pero es que esto es lo que me pone: la literatura posmo y divertida —rara vez estos adjetivos pueden ir juntos— que escribieron los fabuladores estadounidenses de finales del siglo xx: Robert Coover (quien nos ha dejado esta semana), Donald Barthelme, William H. Gass… Todos tan listillos, tan académicos, y con esa pinta de granjeros de la América profunda que tanto me ha inspirado a mí mismo en mi forma de ser y de vestir. En fin, aquí tenéis una nueva oportunidad para sumergiros en la prosa musical y juguetona del autor con este volumen que recoge cuatro nouvel­l…, cuatro novell…, cuatro novelitas cortas de una originalidad —en una de ellas, Dios se disfraza de demonio; en otra, una joven se mete dentro de la obra de su poeta favorita— difícil de superar.

Biblioteca pública, de Ali Smith (trad. de Magdalena Palmer; Nórdica). Buena autora, buen libro, buen título: ¡me gusta que las editoriales me lo pongan fácil! Y es que a cualquiera que, como yo, deba su pasión por la literatura a las bibliotecas públicas, esta colección de relatos de la escritora escocesa no va a dejarle de emocionar: son doce relatos independientes alrededor de la importancia de los libros en nuestra vida salpicados de reflexiones sobre la historia de las bibliotecas y la importancia que tienen para la formación de ciudadanos inteligentes en nuestra sociedad. ¿Sabéis? Yo se lo recomendaría a todos esos políticos que tienen cerradas bibliotecas públicas a lo largo y ancho de nuestro país —como la madrileña Manuel Alvar o las de la tinerfeña localidad de Arona— pero me temo que la mayoría de ellos no sabrán ni qué hacer con un libro que no sea de aquellos que manejan en su trabajo para la contabilidad en B.

Truman Capote, de George Plimpton, ed. (trad. de José C. Vales; Libros del Kultrum). El 30 de septiembre se cumplían cien años del nacimiento de Truman Capote —ese exquisito y amanerado genio que nos legó el escalofriante true crime de A sangre fría y muchas editoriales han visto en esta efeméride una oportunidad lógica de publicar novedades alrededor de su figura (Anagrama ha encargado a Leila Guerriero un ensayo sobre el paso del norteamericano por la Costa Brava; Astiberri ha sacado una novela gráfica sobre Capote visitando el set de la película de Richard Brooks), novedades entre las que yo elijo esta de George Plimpton por tres razones: porque se trata de una biografía coral (quizás las únicas biografías que de verdad me creo, ya que aportan más puntos de vista de los consabidos), porque contiene valiosos testimonios de gentes tan ilustres como Joan Didion, Lauren Bacall, Frank Sinatra o Norman Mailer y, aún más importante, porque con el pedazo de subtítulo que le han cascado sus editores (Remembranzas y confidencias de sus amistades, enemigos, conocidos y detractores — Centenario de Truman Capote — Edición completa y sin censura de la biografía coral con la transcripción integral de todas las conversaciones) me libra de escribir al menos un tercio de esta reseña o así.

Gloria. La poeta de los amores prohibidos, de Lola Lapaz, ed. (Dos Bigotes). Y de una literary star estadounidense a una española que bien podría ser el reverso de Capote: vestía como le daba la gana, fumaba y bebía whisky tanto o más que muchos hombres y, en lugar de un libro sobre dos asesinos sin conciencia, nos dejó la mejor literatura infantil nunca escrita en este país. Claro está, estoy hablando de Gloria Fuertes, de quien en este estupendo ensayo colectivo (desfilan por él, entre otras, Gloria Fortún y Manuela Carmena y Luna Miguel) se nos recuerda que no todo en la vida de la autora de Lavapiés fueron programas de televisión en horario infantil, sino que también había una persona de carne y hueso detrás de la tan querida fachada pública, una persona que vivía al margen de las convenciones de su tiempo y que sufría en silencio las esperables cuitas de ser mujer, lesbiana y pobre en la España de la época. En fin, otro buen recordatorio de tomarnos la obra de Fuertes en serio, aunque el que más hiciera por esta causa —claro, de forma involuntaria— fuese Javier Marías cuando en 2017 tuvo a bien publicar un artículo que nadie le había pedido en el que atacaba muy señoromente a esta autora fundamental.

Kokotxas, vol. I, de Bruno Galindo, ed. (Liburuak). Y terminamos con otra novedad que mira hacia atrás en nuestro pasado cultural, esta vez nada más y nada menos que la primera antología de artículos míticos del periodismo musical en español (ya era hora, leche, que los ingleses y norteamericanos llevan sacando libros así desde hace mil). Escogidas por el periodista, productor y crítico musical Bruno Galindo, la selección sobrevuela los últimos sesenta años del mejor periodismo musical patrio con firmas de leyendas de la talla de Diego A. Manrique, José María Íñigo, Joaquín Luqui, Tina Blanco, Rafa Cervera, Elena Cabrera… Ostras, Elena Cabrera: mi querida redactora jefa en elDiario.es… Eso querría decir que yo, horror, después de décadas como crítico literario de renombre, ¡he caído en recomendar el libro de una colega! ¡Que he caído en las garras del nepotismo cultural que tanto aborrezco y que tanto se da en este país! Nada, nada: que yo seré chabacano pero también profesional: por culpa de este magnífico libro la he pifiado a lo grande, y ahora sí que tengo excusa para por fin —Ciudad Real, here I come!— poderme retirar.  

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