Necrológicas, asesinatos y un pingüino: el surrealismo post-soviético de Andrei Kurkov

Mina López / Mina López

Que alguien tenga como mascota a un pingüino ya sirve para calificar su vida como “poco convencional”. Si además el destino le convierte en escritor de necrológicas sobre personas que aún no han fallecido para un periódico, suma puntos y pasar a ser “inusual”. Y si después los protagonistas de sus artículos empiezan a morir inesperadamente ya alcanza el nivel de “muy extraña”. Así es la historia de Viktor, un hombre triste de mediana edad que sin quererlo se mete en un lío tan inesperado como emocionante.

Andrei Kurkov (1961, Rusia) cuenta esas vicisitudes en Muerte con pingüino (Blackie Books, 2018), uno de los títulos más famosos de su extensa bibliografía. Es autor de 19 novelas, varios libros para niños y también ha escrito guiones para documentales. Sus obras se han traducido a más de 35 idiomas -incluidos el japonés, el chino o el hebreo- y se han distribuido en más de 60 países. Como currículum no está nada mal.

Decidió convertirse en escritor con 13 años porque pensaba que este oficio no exigía ir a trabajar. Ahora es famoso y se dedica a viajar por todo el mundo -recientemente visitaba Barcelona para participar en el festival BCNegra-, una actividad algo diferente a lo que imaginaba cuando era un chaval.

Sin embargo, sus inicios no fueron para nada alentadores, aunque van en consonancia con su propia biografía, más ajetreada incluso que la del mencionado Viktor. Sus primeras siete novelas fueron rechazadas por las editoriales cientos de veces, aunque él no desistió en su empeño. “De alguna manera mi carácter me impide parar cuando me propongo algo. No hasta alcanzar el objetivo o reemplazarlo por otro similar. Y cuando te acostumbras a hacer la misma cosa y obtener el mismo resultado, incluso cuando es negativo, se convierte en una rutina. La sigues diariamente solo para verificar si los resultados son los mismos. Y un día llega la sorpresa y tu rutina cambia por el éxito o algo similar”, cuenta en una entrevista con eldiario.es.

Una de las estrategias que siguió para lograr su fin fue la autoedición. Con la ayuda de unos amigos compró seis toneladas de papel de Kazajistán (que se enviaron directamente a la imprenta y no tuvo que guardar en ningún sitio, por si alguien -como esta desatinada periodista- se lo pregunta) e imprimió 75.000 ejemplares de su primer libro (muchos de los cuales sí que tuvo que apilar en su apartamento “no fue divertido ¡especialmente para mi mujer!”).

Gracias a su iniciativa, sus libros ganaron fama y se convirtió en un autor venerado por un gran número de lectores. Un logro sorprendente teniendo en cuenta cómo llegaban los títulos al ‘mercado’. Que las editoriales tardasen tanto tiempo en darse cuenta del éxito potencial que suponían las novelas de Kurkov es chocante.

“Los editores soviéticos rechazaban mis libros porque representaban una literatura de estilo no-soviético. Me pedían que aprendiese a escribir novelas realistas y sin humor. Los extranjeros ni los leían porque los manuscritos no llegaban a través de un agente. Yo seguía enviando sinopsis y capítulos y una descripción de media página de la novela porque así tenía más posibilidades de que alguien la leyera. Así, 17 años después, al editor suizo Daneel Keel (editorial Diógenes, Zurich) le gustó uno de esos resúmenes y me solicitó el manuscrito completo. Dos semanas después, lo aprobaron y firmé mi primer contrato. Mi rutina se rompió y tuve mucho más tiempo para escribir”.

Su evolución de desconocido a escritor de éxito es sólo uno de los cristales que conforman su caleidoscopio vital. Sus conocimientos de japonés le permitieron trabajar en la KGB, en su infancia llegó a tener 1.500 cactus y en 1988 perdió su voz tras pasarse cuatro horas y media leyendo las 200 páginas de una de sus novelas ante el público. Uno de sus libros fue sospechoso de haber servido de inspiración para los autores del envenenamiento del candidato presidencial ucraniano Viktor Yushchenko, ya que en sus páginas ocurría algo similar. Dos agentes secretos del gobierno se lo preguntaron mientras le invitaban a café y una copa de coñac en Kiev.

“Me sentí conmocionado al enterarme de la noticia y tenía razón al esperar consecuencias. En la misma novela, el presidente ruso promete al presidente ucraniano cortar el suministro de gas y anexionarse Crimea. Ambas cosas sucedieron. Estoy tratando de no escribir novelas sobre el futuro nunca más. Especialmente políticas”, cuenta.

Además de escritor, Kurkov también es un respetado comentarista político sobre Ucrania en medios internacionales. La situación de su país es complicada y al preguntarle que cómo se la explicaría a alguien que no la conozca en absoluto contesta: “Ucrania estuvo durante 23 años bajo el control político y económico de la Federación Rusa. Estuvo intentando lograr un equilibrio entre Rusia y Occidente con el fin de obtener créditos y ayuda de ambos lados. Pero nuestros políticos corruptos no miraban por el futuro del país, por lo que lentamente el Kremlin podía absorberlo y convertirse ‘de facto’ en territorio ruso. La juventud ucraniana se dio cuenta y comenzó la lucha para restablecer la Ucrania europea independiente”.

En cuanto al futuro del país, opina que: “Ucrania es un gigante agrícola y un estado industrial moderno dirigido por gobiernos y políticos corruptos. Puede convertirse en un país normal y civilizado, pero no sucederá de la noche a la mañana. Es diferente de Rusia incluso en su mentalidad: los rusos son colectivos y leales a su líder, los ucranianos son anárquicos y todos tienen su propia opinión sobre la política, el futuro e incluso el pasado. Es una sociedad mucho más plural y dinámica, y muy creativa. Creo en Ucrania y en los ucranianos y espero que en algunos años la situación sea diferente y el país esté en paz y en crecimiento”.

Su visita a Barcelona coincide también con un momento político crucial entre Cataluña y el estado central español. Como ucraniano explica que este es un tema difícil de tratar en su país, teniendo en cuenta su propia situación. Tampoco, comenta, tienen demasiada información acerca de la relación entre Madrid y Barcelona, pero: “La violencia que se vivió en Barcelona puso a muchos ucranianos del lado catalán porque estaba claro quién era la víctima. Por otro lado, existe el temor en Ucrania de que si Europa se desintegra, y está sucediendo lentamente, no habrá apoyo para Ucrania en el conflicto UE-Ucrania-Rusia. Pero al final, si la gente no quiere convivir, debe encontrar una forma no violenta de resolver este problema”.