Marion Cotillard comparte palmarés en la categoría de Honor de San Sebastián con Johnny Depp. Aunque su homólogo estadounidense ha acaparado los titulares por la controvertida decisión del festival, ella recogió ayer su Premio Donostia entre una enorme ovación. Penélope Cruz, que lo recibió en 2019, le hizo entrega a la actriz francesa del mayor reconocimiento que da el evento dirigido por José Luis Rebordinos.
Cotillard se ha estrenado en San Sebastián como productora con el documental Bigger than us, un viaje desde las favelas de Río a los remotos pueblos de Malawi y desde botes improvisados en la isla de Lesbos a las ceremonias de los nativos americanos en las montañas de Colorado para poner en valor luchas como el feminismo, el medioambiente, las migraciones o la libertad de expresión.
Sin hacer referencia a Johnny Depp, la actriz sí que ha hablado del cambio que ha supuesto el movimiento Me Too en el cine: “A partir del 'me too' se ha liberado la palabra y asistimos a una verdadera revolución”. Su documental, dirigido, producido y protagonizado por mujeres es una de las consecuencias más inmediatas. Todo ello “ayuda a cambiar la mirada”, a “cuestionar el sistema patriarcal” y a “dejar de tolerar cosas que antes eran toleradas por una amplia mayoría de la población”.
La subordinación de la mujer, desde hace pocos años, es insostenible. Nunca se pudo soportar, pero con el MeToo ya ni se mantiene.
“La subordinación de la mujer desde hace unos años es insostenible”, ha reivindicado la intérprete. “Hoy una mujer sabe que puede tener el respaldo de hombres y mujeres. Hoy hay acciones que ya no se toleran. La mujer está logrando una revolución merecida”, ha añadido. De hecho, en la rueda de prensa anterior a recibir el galardón reconoció que Greta Garbo era su gran referente por aunar “ese equilibrio entre el hombre y la mujer”. “Era la actriz favorita de mi madre, veíamos sus películas juntas, me conmueven las personas que encarnan en sí mismas lo masculino y lo femenino, y creo que ese es el camino para la reconciliación”.
13 años después del Oscar
Marion Cotillard dejó de ser una figura del panorama europeo para convertirse en internacional, y hasta hollywoodiense, cuando en 2008 ganó el Oscar a mejor actriz por La vie en Rose interpretando a Edith Piaf. “Me abrió las puertas del cine, sobre todo el inglés y americano. Mi generación creció con el cine americano y ser capaz de trabajar con tantos directores a los que admiro ayudó a impulsar el sueño de ser actriz”, reconoce la francesa.
Aunque ha paseado junto a los directores Cristopher Nolan, Woody Allen, Tim Burton o Robert Zemeckis por las mejores alfombras rojas del planeta y ha recibido la atención internacional, Cotillard nunca ha abandonado el cine francés. Y en su sector patrio también ha colaborado con los mejores: los hermanos Dardenne, Xavier Dolan, Jacques Audiard o Leos Carax, con el que acaba de estrenar la popular Annette.
“Francia es un país de cine, ahí es donde nació, el cine está en el ADN cultural de nuestro país”, ha explicado al ser preguntada por la clave del éxito del cine francés. “Tenemos una gran riqueza cinematográfica y también el apoyo del Gobierno, que es muy necesario”.
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