La familia de Paco de Lucía potencia el legado del guitarrista con una fundación para reivindicar el flamenco
Primero, el músico. Paco de Lucía estaba componiendo una soléa. Falseta a falseta, como lo hacía. Un tema flamenco de guitarra solista está formado por dos partes: compás y falsetas. El compás son los acordes básicos del ritmo de los diferentes palos del flamenco (bulería, soleá, tangos, alegrías…). La falseta, esa parte en la que se luce el guitarrista, de fraseo, de virtuosismo. De Lucía empezaba una falseta y hasta que no la sentía terminada y perfecta, o hasta que no se quedaba suficientemente satisfecho dentro de su insatisfacción crónica como creador, no pasaba a la siguiente. En aquella ocasión no lo estaba. Algo faltaba. Algo fallaba. No le sonaba flamenco... Guardó la guitarra en la funda y durante los días siguientes se dedicó exclusivamente a escuchar las grabaciones antiguas de Ramón Montoya, guitarrista de la primera mitad del siglo XX, uno de los primeros grandes maestros. Cuando volvió a coger el instrumento todo lo que hizo en la falseta que componía fue introducir un silencio. Entonces le sonó por fin como quería: le sonó flamenco.
Segundo, el hombre. En el año 2000 el guitarrista se fue a vivir a Toledo. Lo hacía en el centro. Su casa, donde compuso el disco Cositas buenas, es hoy un hotel-boutique, Entre dos aguas, donde se pueden sentir la ciudad y las estancias que lo inspiraron. Allí le llamaban por teléfono los conocidos y le preguntaban “Paco, ¿qué tal?” y él solo respondía “aquí, con los chinos...”. Así durante muchos días. Hasta que su amigo Javier Limón, que era entonces su productor, se preocupó por él. “¿Quiénes son esos chinos?”, se preguntaba, “¿qué está pasando?”. Se plantó en Toledo para entender qué sucedía y cuando llegó a la casa se encontró al músico, con su chándal rojo, tirado en el suelo del patio. “Aquí ando, con los chinos...”, le dijo. Estaba, una a una, colocando las piedrecitas, los chinos, del empedrado. “Para que quede bien tengo que hacerlo yo mismo. Hay que ir uno a uno mirando exactamente cuál es el que mejor encaja”, le explicó.
Aquella pasión, convertida en obsesión, esa paciencia y, también, esa vocación de crear, como él lo definía, con una mano aferrada a la tradición, a ese flamenco más puro que él aprendió desde la infancia a través de su padre, guitarrista aficionado, el hombre que le colocó entre las manos siendo un niño el instrumento que ya no soltaría nunca, y con la otra mano arañando, buscando nuevas tierras, abriendo fronteras musicales inéditas, fueron las cualidades más destacadas del guitarrista. Aquella pasión, paciencia y vocación se las contagió a su familia. Así, cuentan sus hijos, han creado, lentamente, obsesivamente también, como De Lucía componía sus falsetas, hasta madurar el proyecto, la Fundación Paco de Lucía, siete años y medio después de que falleciera en México a los 66 años. Esa pasión es desde ahora real y compartida. La fundación ha sido presentada este viernes en el Teatro Real, en el mismo escenario donde Paco de Lucía actuó por primera vez en 1975 en la que se ha convertido en una de sus actuaciones más importantes e icónicas. Era la primera ocasión en la que un flamenco tocaba en el escenario musical más importante de España, hasta entonces vetado a los flamencos, mal vistos y ninguneados, en general, por los músicos clásicos. Era el único telón español que le faltaba entonces por levantar. A partir de ese momento los abrió todos por todo el mundo durante 40 años más de carrera, “siempre, toda una vida, con su guitarra a cuestas, recorriéndose el mundo, por el flamenco”, como lo recuerda, desde niña, la escritora Casilda Sánchez Varela, su hija mayor.
“Quienes le conocimos bien sabemos que lo que a él le preocupaba de verdad, mucho más que su propia trascendencia, era la del flamenco. Y cuando nos preguntamos qué hubiese hecho con el tiempo que le faltó, coincidimos en que lo que hubiese querido es terminar de despejar el camino a los guitarristas que venían detrás. Ir cediendo el testigo”, explica su primogénita a eldiario.es. “La Fundación nace para eso”, añade. El objetivo, como cuenta, es que la fundación sea ese lugar al que poder acceder a su padre, a Paco, como le llama, como le llaman también hoy los flamencos. “Y no me refiero solo a su obra o sus actuaciones, si no a su forma de entender la creación. Un lugar en el que se pueda leer, de principio a fin, el capítulo Paco de Lucía en la Historia de la música. Y, desde ahí, seguir avanzando”.
La fundación, creada conjuntamente por sus cinco hijos y por su viuda, Gabriela Canseco, nace, como lo resumen, “para el flamenco”. Lo hace, además, en una época especialmente dura para esta música. El largo parón de la pandemia, con festivales, teatros y, sobre todo, tablaos, donde vive a diario el flamenco y de donde comen una importante parte de sus artistas, cerrados, ha hecho mella en un sector que, desde sus orígenes, salvo excepciones, no ha abandonado nunca la precariedad. La fundación aspira así a ser un referente del sector para el diálogo que quieren crear con instituciones públicas y privadas por la difusión, el impulso y la reivindicación del prestigio del flamenco. Ese es uno de los tres pilares de la acción que ya han empezado a desarrollar. El primero, como señalaba su hija, la difusión del legado del músico. El tercero, la educación y los planes sociales. De todos tienen proyectos en los que ya llevan meses trabajando.
Se está ultimando un archivo completo sobre la obra del guitarrista, especialmente destinado a todos los músicos que hoy siguen adentrándose en su música. Paco de Lucía marcó un antes y un después en la guitarra flamenca. Tras su irrupción, todos los guitarristas querían tocar como él y se convirtió en su referente. Todavía hoy todos los nuevos guitarristas, literalmente, tocan como Paco de Lucía. Pero, además, preparan sendas exposiciones para aficionados y no aficionados. Una centrada en sus guitarras y otra que pretende ser una experiencia inmersiva, fundamentalmente audiovisual, a través de la que poder conocer en esa profundidad de la inmersión tanto sus creaciones como el relato de, como la definen, “su emocionante vida”. Ambas exposiciones son complementarias con el Centro de Interpretación Paco de Lucía, en Algeciras, su ciudad natal, que tiene prevista su apertura el año que viene aunque cuyas obras aún está pendiente de adjudicación por parte del ayuntamiento. Allí, desde el próximo lunes, a las siete y media de la tarde, todos los días sonará la música del vecino más ilustre de la ciudad a través del reloj del consistorio.
Entre los objetivos a medio plazo de la fundación destaca especialmente la creación de una Casa del Flamenco, un museo de referencia nacional, en Madrid, donde la fundación ha establecido inicialmente su sede y no existe ninguno, que sea además espacio vivo para las actividades de la fundación. A corto ya han llegado a un acuerdo de colaboración con la Escuela de Música Creativa para hacer El flamenco lab Paco de Lucía, para difundir y profundizar en su música; planean hacer producciones audiovisuales sobre flamenco y organizar conciertos y festivales y desarrollar esa actividad social que implicará desde la concesión de becas a músicos hasta llevar el flamenco a los colegios, para que sea la educación sobre este arte tan ancestral como, sin embargo, desconocido la base del prestigio que reclaman para él.
Para esta larga y ambiciosa misión la familia del guitarrista cuenta con el apoyo, dentro del patronato de la fundación, de personas relevantes del sector como Alejandro Sanz, gran amigo de De Lucía, la bailaora Sara Baras o Narcís Rebollo, presidente de Universal, la discográfica del músico. Desde esta han querido celebrar el nacimiento del proyecto remasterizando y reeditando en vinilo sus primeros álbumes de los años sesenta y setenta. Algunos ya habían desaparecido del mercado. Otros llegan ahora a él, más de 50 años después, por primera vez.
Pero también han sumado al equipo personalidades ajenas al mundo de la música. Es el caso de Federico Linares, presidente de la consultora Ernest & Young en España. Gran aficionado al flamenco, contagio de su padre, Linares abandera uno de los proyectos también más interesantes de la fundación: un estudio en profundidad del impacto económico y social del flamenco. Nunca antes se había hecho, para conocer la dimensión real de esta música considerada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 2010. Está previsto para finales de este año o principio de 2022. “El flamenco es una de las grandes referencias de la cultura en el mundo. Y es nuestro. Es España”, ensalza Linares a este periódico. La idea es que sus resultados sirvan de acicate para lograr una mayor implicación de la instituciones públicas y privadas por el flamenco. “Creo que desde el mundo empresarial podemos ayudar, y no solo a nivel de patrocinios, sino también mediante nuestra implicación activa y capacidad de prescripción. Tal y como hacemos con otras referencias culturales como la ópera, la danza o la música clásica. Porque muchas empresas creemos que la cultura es, en esencia, educación y emoción. Y educación y emociones son, quizás, todo lo que necesitamos para ayudar a transformar la sociedad y construir un mundo mejor”, añade Linares. La fundación está ya abierta a colaborar con esas instituciones públicas y con el mundo empresarial, al que reclaman su apoyo para cumplir la misión, pero también ha abierto, a través de su web, un canal para que todos aquellos que deseen sumarse a la causa puedan hacer sus aportaciones.
“Nuestra gran ilusión es poder descubrir esta música sublime al que no la conoce, acercarla a todas las sensibilidades y ofrecer las herramientas para hacerla accesible y que cualquiera se emocione con ella de la misma manera en la que nos emocionamos nosotros”, confiesa Casilda, la hija del guitarrista. “Y, en síntesis, que acabe, como siempre quiso mi padre, teniendo el mismo prestigio que las otras grandes músicas del mundo”, añade. Por el flamenco, por el músico y, también, por el hombre. Por un padre cuya herencia, dicen hoy sus hijos, no es solo su música, sino también su concepto de la vida, del trabajo y de la entrega. Por el legado de un músico que fue un genio para los flamencos y para los mejores guitarristas del mundo. De él decía Mark Knopfler que viéndolo tocar comprendió que él no sabía hacerlo y Keith Richards que había solo dos o tres guitarristas a los que se podía considerar leyendas “y por encima de todos está Paco de Lucía”. Pero por ese legado, también, del hombre que hasta el final de su vida cuando terminaba un concierto, y alguien le preguntaba qué tal había ido, respondía: “Parece que siguen tragando...”.
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