Mayo de 2012. En un artículo titulado “The Secret Life of Transgender Rocker Tom Gabel” (la vida secreta del rockero transexual Tom Gabel), publicado en la edición norteamericana de Rolling Stone, el cantante de Against Me!Against Me! se desnudaba ante su público y se mostraba como siempre se había visto a sí mismo: como una mujer.
Gabel iniciaba así, a sus 31 años, el proceso de visualización de algo que hasta entonces había vivido en privado y que responde al nombre clínico de “disforia de género”. Es decir, Gabel no estaba conforme con su sexo biológico, si es que “estar conforme” puede hacer justicia a una situación así.
“El cliché afirma que eres una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre, pero no es tan simple. Es la sensación de estar separada de tu cuerpo y de ti misma. Y es una putada, tío. Es realmente una putada”, decía el músico, casado y con una hija, y a quien hay que referirse ya como Laura Jane Grace.
“Ahora mismo estoy en ese período de transición tan difícil. Parezco un tío y siento como un hombre, y eso es una mierda. Pero finalmente le voy a dar la vuelta, y me presentaré como una mujer”, contaba. Su plan entonces era comenzar a tomar hormonas y sesiones de electrolisis y, en los próximos dos años, someterse a cirugía. “Voy a vivir momentos realmente embarazosos, y no será divertido”.
Hasta ese momento, la vida de Gabel dentro de su banda había sido como la de cualquier rock star: giras, grabaciones y todo tipo de adicciones, desde el alcohol a los antidepresivos, para mitigar el dolor interior. De alguna forma se agarró al punk para encontrar su identidad, tal y como canta en I Was a Teenage Anarchist: “You want me to surrender my identity / I was a teenage anarchist / The revolution was a lie” (Queréis reducir mi identidad / Yo era un anarquista adolescente / La revolución era mentira).
Y para terminar de entender del todo el entorno de Laura: Against Me! es un grupo de punk rock formado en Florida a finales de los años noventa, nacido en la más estricta independencia como proyecto individual de Gabel, que creció luego como banda gracias al apoyo del sello Fat Wreck (caso de NOFX, Lagwagon, No Use for a Name, entre otros) y que alcanzó el éxito masivo tras firmar con una multinacional (Warner) en 2007.
Las coordenadas para entender su música son, por un lado, el folk político y social de Billy Bragg, por otro, la energía liberada del punk y, por último, algo de esa tradición tan americana del hard rock borrachuzo: su primer álbum, titulado Reinventing Axl Rose (2002), parece grabado en un pub rodeado de amigos y se abre con el tema Pints of Guinness Make You Strong, que habla de alcoholismo. Es habitual que los medios y fans subrayen también la habilidad del grupo para crear himnos en la tradición de Springsteen y de rugir con fiereza en directos demoledores.
Pero confesar que eres una mujer no ha sido más fácil en su caso. Al público y a los músicos de punk rock hay que considerarlos interesados en la política y abiertos a un tipo pensamiento alternativo al margen de lo políticamente correcto, pero también son víctimas de su propia testosterona en una escena masculina y tachada con frecuencia de misógina, donde la mujer también es tratada como un objeto.
En ese sentido, Laura contaba a Rolling Stone que fue este entorno el que le hizo precisamente enfrentarse a su propia masculinidad: “Con el grupo, sobre todo, me sentía como si estuviera actuando, como empujado a hacer el papel de hombre-blanco-cabreado-en-una-banda-punk'”.
Cómo abrirse en canal sobre un escenario
Enero de 2014. La semana pasada salió a la calle el sexto disco de Against Me!, titulado Transgender Dysphoria Blues. Aunque originalmente fue concebido como álbum conceptual sobre la vida de una prostituta transexual, la salida del armario de Laura hizo que los planes iniciales para este disco volaran por los aires, y con ellos, casi la propia banda, a quien había informado de sus planes de hacer la transición unos meses antes de hacerlo público.
Durante estos dos años, primero el batería, Jay Weinberg, y luego el bajista, Andrew Seward, abandonaron Against Me!, dejando a Grace y al guitarrista James Bowman al frente del barco.
Libres ya de contratos con multinacionales y sin la intervención de productores externos como Butch Vig (Nirvana, Foo Fighters, Smashing Pumpkins), Laura se metió a grabar en su propio estudio, lo que indudablemente le ha dado una mayor libertad y todo el control sobre el proceso.
Trabajar en su atmósfera la ha mantenido aislada de interferencias exteriores para hacer el disco que le ha salido de las entrañas. “Hay un nuevo mundo que está rugiendo en mi interior”, canta en FuckMyLife666, uno de los nuevos temas. “No quería ir a cualquier estudio y trabajar en frente de cualquier ingeniero al que no conozco. Y en un entorno básicamente masculino, como siempre”, decía la artista, que ha ejercido así de ingeniera de sonido y de productora, en una entrevista en diciembre con el New Musical Express.
El nuevo álbum arranca con una canción titulada Transgender Dysphoria Blues, otro himno inmediato en la tradición de Against Me! donde Laura recita el siguiente pasaje: “You want them to see you / Like they see any other girl / They just see a faggot / They hold their breath not to catch the sick” (Te gustaría que te vieran / como a cualquier otra chica / Ellos sólo ven a un marica / Aguantan la respiración para no ponerse enfermos).
Y a esta le sigue una segunda canción, True Trans Soul Rebel, donde se pregunta: “¿Va Dios a bendecir tu corazón transexual? [...] Duermes con un pistola debajo de tu cama / Continúas hasta el final más obvio: / Abrirte las venas / Dejarlas sangrar”.
Y resulta curioso cómo ahora se puede mirar el resto de la discografía de Against Me! con otros ojos. Al menos, algunas canciones lo permiten: no es la primera vez que escribe sobre convertirse en una mujer. En The Ocean, la canción encargada de cerrar el disco New Wave (2007), cantaba sobre la posibilidad de haber nacido mujer y de haberse llamado Laura, que es el nombre que su madre le hubiera puesto si hubiera sido el caso. Nadie en el entorno de Laura reparó que en la canción pudiese hablar de algo que no fuera una licencia literaria.
La cantante ha valorado de forma desesperada su salida a la luz como mujer como algo que fue una cuestión de vida o muerte: “Tenía que hacer esto para sobrevivir o acabaría suicidándome”, dijo al NME.
Precisamente otro de los nuevos temas, Paralytic States, describe una escena de suicidio (“Ella gastó los últimos años de su vida huyendo del chico que solía ser [...] Nunca la mujer que quiso ser”), quizá porque la muerte es una salida habitual para quienes sufren el rechazo asociado a la disforia de género, un rechazo ya presente desde los estrictos protocolos médicos: el mismo concepto “disforia de género” supone una patologización de su identidad con la que muchos transexuales no están de acuerdo.
Y más formas de enfrentarte con tu propio pasado: en otra de las canciones del disco, la rapidísima Drinking with the jocks, la artista le da la vuelta al tema de salir a beber con los amigos y mira de frente a ese machismo en la escena musical del que ella mismo participó. Aquí Laura se lamenta de haber hecho chistes con sus colegas sobre los “maricas”, de haber estado siempre “con la polla en la mano” mirando a los “coños” con ganas de meterla, siendo uno más de ellos, cuando en el fondo lo que deseaba era ser una más entre ellas.
Como contaba al respecto en The Village Voice, está especialmente orgullosa de esa canción y de poder tocarla sobre un escenario sin sentir que nada ha cambiado: “Es una canción punk, tiene una guitarra con gancho y puedes bailarla en directo. Pero en el contexto de salir ante un público que durante años te ha conocido como un cantante masculino de punk rock, con miedo a que cambie tu relación con ellos debido a los cambios drásticos que tu cuerpo va a sufrir por la cirugía estética o por terapia hormonal, y que incluso tras todo esto la gente siga bailando tus temas, eso, para mí, es revolucionario como artista”.
A pesar de todo, contaba Laura al NME, “como dice mi psiquiatra: sólo porque has sido diagnosticada con cáncer eso no significa que seas una autoridad en cáncer”. O sea, nada de convertirse en una especie de portavoz de los transexuales.
Y no todas las canciones de Transgender Dysphoria Blues giran en torno a su transición. La explícita Osama Bin Laden as the Crucified Christ no deja mucho lugar para la ambigüedad política, Dead Friend habla de una pérdida prematura, Unconditional Love es, claro, una canción de amor incluso después de la muerte y en Black Me Out parece apuntar a la industria discográfica.
Lo que dice la prensa, lo que dice su público
Después de mayo de 2012, después de aquella entrevista liberadora con Rolling Stone, Laura ha seguido hablando públicamente del proceso que estaba viviendo. Ha confesado sus secretos de belleza, maquillaje y estilo en MTV e hizo un repaso a “Mi primer año como mujer” para Cosmopolitan, donde escribía en primera persona sobre su experiencia con psicoterapeutas y endocrinos, su comienzo con las hormonas y el momento de decirle a su hija “que siempre seré su padre”. Y la BBC le dedicó a su historia un programa el pasado diciembre, en lo que entendían como “una celebración del espíritu de la comunidad transexual”.
Puede parecer que muchos de estos artículos pecan de frivolidad, ya que suelen centrarse en detalles como la infancia de Laura como hija de padres separados, si jugaba con Barbies o con G.I. Joes, aquella actuación de Madonna en la televisión que le cambió la vida, la calma que sentía tras vestirse de mujer y mirarse en el espejo o detalles de su vida matrimonial. Pero quizá en eso mismo consiste la visualización de un circunstancia como la transexualidad: en mostrar las historias, las personas reales con sus historias reales detrás, con sus detalles, sus infancias, sus traumas.
Se trata de dar nuevos referentes a las nuevas generaciones, en todos los ámbitos de la vida pública, también en el rock o en el cine, y que el público no se vea obligado a tener que elegir entre representaciones extremas ni cargar con ninguna culpa.
Dentro de la industria musical, posiblemente el último caso de un transgénero del que se han hecho eco de manera masiva los medios fue el de Antony HegartyAntony Hegarty (de Antony and the Johnsons). En julio de 2012 Antony se quejaba en una entrevista con The Independent del uso que hacen los periodistas de los transexuales. “Como transexual, es chocante descubrir cuánta gente de la prensa está dispuesta a hablar, directa o eufemísticamente, sobre tu anatomía, y de una manera que nunca lo harías con otra persona, de una forma realmente degradante”.
El otro caso de una transexual que ha dado la vuelta al mundo ha sido el de Lana Wachowski, antes Larry Wachowski, codirectora de la trilogía Matrix junto a su hermano Andy. Lana ha hablado de su transición en varias ocasiones, y en su discurso en la gala por el Visibility Award Acceptance de Human Rights Campaign en octubre de 2012 se refirió a temas como la visualización y el anonimato en Hollywood, a un intento de suicidio y, de nuevo, a la relación con la prensa: “Me horrorizan los talk-shows, el formato pregunta y confesión, las lágrimas del presentador cuya simpatía sólo enfatiza la tragedia de mi vida como persona transgénero”.
De niño a mujer, delante de las cámaras
¿Cómo medir en todos estos casos la reacción de los medios de comunicación? Obviamente, la prensa busca una buena historia que contar, y en el caso de Laura probablemente estemos ante una de las mejores historias de rock que se han escuchado en los últimos meses y que merece ser rescatada ahora, cristalizada en un disco como Transgender Dysphoria Blues.
Como fans que también son, las reacciones de los críticos musicales y periodistas especializados han sido variadas, y han ido desde la sorpresa inicial, que dejaba ver también prejuicios e ignorancia, al apoyo incondicional. Hay casi un acuerdo unánime en que este es un disco “redondo” y que representa un nuevo nacimiento para Against Me!, como el de Laura.
“Hay algo increíblemente catártico en escuchar a Laura Jane Grace cantar sobre lo que ya ha estado cantando durante años. Todo el subtexto enterrado en los discos anteriores del grupo, toda la tensión que conlleva vivir de forma invisible como una mujer en una industria androcéntrica y en una sociedad transfóbica, todo está finalmente revelado. Y, aunque sus letras no endulzan la violenta realidad a la que los transexuales deben enfrentarse a diario, Grace suena como si se estuviera divirtiendo más que nunca”, dice una reseña notable en Consequence of Sound. “Hay mucho amor en este disco [...], pero Blues clava sus dientes en décadas de misoginia interiorizada y en el estrés de ejercer de hombre”.
Para The Quietus, estamos ante “uno de los escasos discos mainstream que hablan sobre temas trans, y esto ya es importante, pero también sobre la lucha personal de Laura Jane Grace”. Según Stereogum, Transgender Dysphoria Blues “consigue recalibrar la visión de algunas personas sobre el universo. Es un gran álbum de rock según cualquier sistema métrico”. Para Pitchfork, “el punk siempre ha tratado de perturbar el orden establecido, y esta nueva revolución que dirige Laura Grace no somete su identidad, la reivindica”.
Otra cosa es el público. Han pasado casi dos años desde la confesión de Gabel y los lectores siguen comentando en sus vídeos en YouTube, en sus letras en internet, en sus entrevistas, el efecto que les ha causado ver como mujer a quien antes era un hombre en el que verse reflejado.
En realidad hay para todo en la red. Hay bromas de mal gusto, hay elogios encendidos, hay discusiones sobre el uso de pronombres (Laura ha declarado sentirse cómoda con la manera en que los medios se refieren a ella como “él” al hablar de su pasado), hay quienes les siguen llamando “vendidos” tras su salto a una multinacional, y hay quien sigue agradeciendo a Laura componer canciones tan directas y por poner voz a unos sentimientos que deben salir a la luz.
Y, como dice una de tantas lectoras en uno de sus comentarios, cogido de una de las entrevistas, “recordar que esta historia no es para nosotros [transexuales], sino para aquellos que queremos que nos entiendan, al menos tanto como puedan”.