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Los Pekenikes recuperan su historia y vuelven a las Ventas
Cansado de leer “memeces en internet”, Ignacio Martín Sequeros, bajista fundacional de Los Pekenikes, ha publicado una biografía sobre los años dorados de su banda, un histórico grupo español de música instrumental que en los sesenta acaparó éxitos, portadas y, sobre todo, compuso buenas canciones.
“Internet está destrozando la historia. La gente cuando ve las cosas en letras de molde, se lo traga todo, y estoy viendo artículos en la red sobre los Pekenikes que no son verdad. Ahora que tengo uso de razón, he querido contar lo que pasó”, dice a Efe Martín Sequeros (Madrid, 1943), en una entrevista en la tienda de antigüedades del barrio de Salamanca de Madrid donde trabaja como gerente.
Jovial, trajeado y con su característica barba, el autor y músico defiende en el libro “Pekenikes, su auténtica historia” (Ediciones Atlantis) una época “muy diferente a la actual” que vio nacer a la industria musical española en torno a unos grupos (conjuntos como se decía antes) de jóvenes universitarios que copiaban los estilos “foráneos”.
Los Pekenikes, cuyo nombre surge de la juventud de sus componentes -“Sustituimos la Q por la K para que quedara más corto y cupiera escrito en el bombo”, explica el bajista-, se iniciaron por casualidad en 1959 en el instituto madrileño Ramiro de Maeztu.
Allí, los hermanos Sainz -Alfonso (fallecido el año pasado) y Lucas- junto Ignacio y, posteriormente, Pepe Nieto y Eddy Guzmán, crearon una banda que reinventó el rock con acento español y que contó con vocalistas del prestigio de Juan Pardo y Antonio Morales “Junior”, antes de que, estos últimos, montaran Los Brincos.
El libro viaja a otro país donde se actuaba en “Bailes de Debutantes”, el general Perón regalaba carísimos equipos musicales, el servicio militar te apartaba “por la gracia de Dios” de los escenarios o donde se suprimían las populares “Matinales del Price” por la aparición de personajes como “El Bolas y otros individuos”.
“Tengo la suerte de haber vivido dos vidas, la de entonces y la de ahora”, destaca Ignacio que confiesa que sigue componiendo música que sube “gratis a Youtube”.
De las antiguas grabaciones de Los Pekenikes quedan canciones como “Los cuatro muleros” -“Hispavox, la casa de discos, se había negado a grabarlo ya que era un poema de Federico García Lorca”, revela en el libro-, “Hilo de seda”, “El tiempo vuela”, “Palomitas de maíz”, o la psicodélica “Cerca de las estrellas”, que forman parte del patrimonio musical de una banda que, para sorpresa de muchos, sigue en activo.
“Probablemente, somos el grupo que lleva vivo más tiempo de la historia del pop español. Con diferentes componentes, pero llevamos más de 50 años como Pekenikes”, declara orgulloso Martín Sequeros.
Esta vitalidad se va a poner a prueba el próximo 2 de julio de este año en la plaza de toros de las Ventas. En esa fecha se cumple el 50 aniversario de la histórica y única actuación de Los Beatles en Madrid donde los Pekenikes hicieron de teloneros.
Para rememorar aquel día, la banda de tributo The Bootleg Beatles y cuatro de los Pekenikes originales que actuaron en esa fecha tratarán de recuperar el sonido de aquella noche, donde los cuatro magníficos, según el libro, cobraron “900.000 pesetas de la época”.
Emocionado por esta idea del productor Jorge Prada, Martín Sequeros recuerda el encuentro con los de Liverpool hace 50 años: “Cuando terminó nuestra actuación, bajé las escaleras y esperé, con la guitarra puesta, la llegada de los Beatles?”
“De pronto, pasan a mi lado, a menos de un metro, y me miran con cara de sorpresa. ”Hey, un niño con barba, un niño con barba“, exclamó Paul McCartney refiriéndose a mí; todos se rieron y después subieron al escenario a tocar el concierto”, comenta sin nostalgia.
Con 72 años, 58 primaveras en los Pekenikes y a dos meses y medio del volver a las Ventas, Ignacio sigue activo y con ganas de defender “sus verdades” en un libro -muy emocional, cargado de recuerdos, abundante anecdotario y fechas edulcoradas- el nombre de su grupo.
A su manera, con simpatía y buenas formas, el bajista septuagenario mantiene con vitalidad la llama de la música. “Es el amalgama de la vida” dice antes de despedirse.
Por Juan Carlos Gomi
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