La semana pasada el Ministerio de Educación y Cultura presentó la Panorámica de la Edición española de libros de 2014 resaltando el aumento de la producción en papel: un 3,7% más que el año pasado. Por el contrario, se destacaba también el descenso de la edición de ebooks con un 1,9% menos que en 2013. Pero el dato tenía truco: un par de párrafos más abajo del informe se señalaba que por materias lo que más habían aumentado eran los libros de texto, con un 15,9% más (hasta un 49,6% más en libros para Primaria), mientras que habían descendido los libros de creación literaria (3,9%) e infantil y juvenil (3,8%).
La conclusión es que detrás de este aumento de la producción en papel se encuentra el material escolar diseñado para la nueva ley de educación (LOMCE) aprobada por el Gobierno del Partido Popular. No porque las editoriales literarias hayan comenzado a producir más (las cifras refrendan lo contrario). Y esto no sólo lo dicen los datos. Desde la propia Asociación Nacional de Editores de Libros y material de Enseñanza (ANELE) son conscientes de la influencia de la normativa. “Sin duda, estamos influenciados por el calendario. Hemos tenido que adaptar a la LOMCE los libros de 1º, 2º, 3º y 5º de Primaria”, confirma a eldiario.es su presidente, José Moyano.
La cuestión que se plantea una vez más es la necesidad de cambiar el material con una nueva ley. Desde ANELE no tienen dudas y se defienden: “Nosotros no tenemos nada que ver con los cambios de las leyes. En la anterior ley, nos quedamos con 50 millones de libros en los almacenes, porque Zapatero la cambió. Nosotros actuamos por las normativas que hacen los políticos”, sostiene Moyano.
Negocio editorial
Sin embargo, dese la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA) tienen una visión opuesta: “Independientemente de la ley, la Geografía es la misma, la Historia es la misma, y si hay algún cambio el profesor lo puede explicar, pero no hay que cambiar el libro todos los años. La LOMCE ha supuesto un negocio impresentable para las editoriales”, manifiesta a eldiario.es Jesús Salido, al frente de esta asociación, y para quien la solución tampoco pasa porque los libros los compren las instituciones, como sucede en Andalucía: “No, no queremos que se gaste dinero público en algo innecesario”.
Hay otros datos que subyacen en este debate. No hay que olvidar que el exministro y principal impulsor de esta ley, José Ignacio Wert, trabajó durante años en el grupo PRISA al cual pertenece la edición del material escolar de la editorial Santillana, que con este nuevo despliegue de libros en el mercado es una de las grandes beneficiadas. Aunque no sólo este sello.
El negocio de los libros de texto ha supuesto durante años casi un oligopolio compuesto por Santillana, Anaya y SM, si bien desde que las competencias educativas las asumieron las autonomías también han entrado en la industria varias editoriales locales. “Y si ahora se han concedido nuevas becas para la compra de libros vemos que es de nuevo para beneficiar a este sector”, concluye Salido. De hecho, el Ministerio de Educación anunció la semana pasada un monto de 25 millones de euros para la compra de libros durante este curso y otros 25 millones para el que viene.
Finlandia: misma ley desde 1970
La discusión sobre el cambio del material escolar es antigua. Unas veces viene marcada por una nueva ley y en otras porque desde los centros se exige el recambio. “Con la ley anterior -la LOE-, el cambio tenía que ser cada cuatro años como mínimo, pero como ahora cada autonomía aplica su normativa esto desaparece”, afirma Moyano. Es decir, puede haber comunidades que los cambien antes y otros después, como sucede en Navarra donde el mismo libro se utiliza hasta ocho años.
En los países de nuestro entorno, como Francia, Alemania o Reino Unido, “también se cambian cada cuatro o seis años”, explica Moyano. Sin embargo, hay otros sistemas como el de Finlandia, que suele ser uno de los países en encabezar el famoso ranking PISA, donde se funciona de una manera muy distinta.
Como explican fuentes de la Embajada finlandesa, la producción de nuevos libros escolares depende de las casas editoriales y no hay ninguna norma sobre cada cuánto tiempo se cambia este material. “Los centros educativos tienen mucha autonomía al respecto, igual que los profesores. El Ministerio de Educación no hace inspecciones”, recalcan. Es cierto que hay un recambio de libros cuando se aprueba una nueva ley educativa, pero los finlandeses tienen la misma desde 1970 y sólo ha habido reformas parciales en 1985, 1994 y 2004.
“Los libros de texto no están sujetos a los cambios legislativos estrictamente, sino que se renuevan según lo juzgan necesario los centros educativos”, ratifican. Nada que ver con el caso español donde en los últimos treinta años ha habido hasta cinco normas (LODE, LOGSE, LOCE, LOE y LOMCE), según el color político que estuviera en el poder, con las respectivas modificaciones en el material.
Por tal motivo, el debate en España sigue siendo enconado. Desde ANELE entienden que los libros deben cambiarse porque “hoy las tecnologías y ciencias avanzan muchísimo, los contenidos se duplican, y además de la adaptación científica hay otro tema fundamental: son libros que se utilizan 365 días al año y así es difícil la reutilización”, indica Moyano. En CEAPA intentan modificar esta teoría, ya que creen que los libros de texto no deberían ser la única herramienta educativa con la disponibilidad que hoy existe de otro tipo de formatos como los digitales y multimedia. Una vez más, una cuestión de negocio y sí, aumenta la producción de libros en papel, pero, como recalcan los datos, son aquellos que lucen en los pupitres de los colegios.