Un puñetazo en toda la tocha
Siempre me fascinaron los atracadores de bancos. Son gente que se toma su oficio en serio, es decir, que se consideran profesionales de la cosa. Y eso hace mucho en estos tiempos en los que la especialización en el trabajo ya no se lleva.
No hay libro de memorias que salga al respecto que yo no me lea. En los anaqueles de mi biblioteca, pegado al de Flako, experto en butrones, seguido de las cartas de amor que se cruzaron Bonnie Parker y Clyde Barrow, entre los libros de Edward Bunker y detrás de la historia de Willie Sutton –maravillosamente contada por J. R. Moehringer– se ha incorporado mi última adquisición.
Se titula Palabras amables y una pistola cargada (Sajalín)y viene firmada por Noel 'Razor' Smith, un fulano que se ha recorrido todas las cárceles de Inglaterra y, entre que salía de una y entraba en la siguiente, se atracaba un banco o dos. Había veces que eran tres. Según viniera el día. Pienso que lo hacía por vicio.
El libro chorrea humor negro y mucha adrenalina. También tiene música, pues Noel era un Teddy boy, un rocker con patillas que se maqueaba para ir al baile con su chica. Uno de los momentos más descacharrantes del libro es cuando Noel cuenta una vista judicial; la puesta en escena de uno de los acusados que, al ver que estaban los micrófonos encendidos, se desata a cantar Lonesome Train, el clásico de Johnny Burnette, un rockabilly sesentero que se peinaba el tupé con secador y que murió en un trágico accidente mientras pescaba; un yate atravesó su barca. Se trata de un rock and roll que habla de un hombre que viaja en un tren solitario; su chica lo ha dejado y, con ello, mastica la pérdida, la derrota y esas cosas que le ponen ternura al canalleo.
Hay que hacerse el cuadro: la sala del juicio, el jurado, los boguis, los jueces y, entre los acusados, uno que va y empieza a chasquear los dedos para darse ritmo y se pone a cantar con mucho sentimiento, con intención rockera, mientras los demás de la pandilla le hacen los coros. Me he reído mucho con la escena, pues me ha recordado a otra que me contó una vez Johnny, el de los Burning, cuando los detuvieron en un pueblo, después de un bolo.
El motivo se me ha olvidado, pero eso es lo de menos. Lo de más es que los Burning llegaron a la comisaria; a la entrada había un mostrador alto y Pepe Risi se acodó en él. Acto seguido, sacó una moneda del bolsillo y se puso a picar con ella sobre el mostrador: “Un tercio del Mahou y una cajetilla del Winston” le pidió al guripa que había detrás.
Son maneras de vivir, que cantaban los Leño. Formas de tomarse la vida, porque la vida no es asunto que deba tomarse en serio. Y esa es la conclusión a la que uno llega después de leer las jugosas memorias de Noel 'Razor' Smith; un puñetazo en toda la tocha que te aplasta la cara y te pone a sangrar con ganas. Si te van las emociones fuertes y te quieres reír un rato, es tu libro.
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