Este blog se ocupará de las series más influyentes del momento, recomendará otras que pasan más desapercibidas y rastreará esas curiosidades que solo ocurren detrás de las cámaras.
'Mary me mata': la consecuencia de ayudar a los demás y acabar en un laberinto de mentiras sin salida
La doctora Mary Harris trabajaba más horas de las que nadie supo ver nunca. El estrés y la tensión a la que la sometía su labor en el departamento de emergencias de un hospital general nunca fueron suficiente ni monetaria, ni personalmente. Así que tuvo que buscarse una ocupación extra, algo que la ayudase a llegar a final de mes, pero también que la llenase emocionalmente. Quería hacer lo correcto, aunque eso contradijese la ley. Así fue como empezó a ser consejera de decesos: ella y su compañero Des brindaban suicidio asistido a quien lo necesitase. Pero todo empezó a complicarse cuando la policía se metió en sus asuntos.
Así arrancaba el año pasado una de las series actuales que mejor han combinado una premisa potencialmente polémica con un savoir-faire elegante y eficaz capaz de mantener la tensión sin renunciar a la credibilidad.
No es para menos si se repasa el plantel profesional que la sostiene: creada por Tara Armstrong, quien ya estuviese en la producción de films de temática delicada pero bellísimo tratamiento como 50/50. Dirigida por Holly Dalle, una de las realizadoras más activas de la seriefilia actual que ha trabajado en Dexter, The Americans, Castle, Expediente X o La Cúpula entre muchas otras, y protagonizada por Caroline Dhavernas –la genial Alana Bloom de Hannibal–, Mary me mata tenía los ingredientes necesarios para convertirse en una serie más sorprendente de lo esperado.
Ahora, con el inminente final de la segunda temporada, no queda más remedio que rendirse ante la evidencia de su estimulante forma de romper tabúes: Mary me mata se despide de una de una temporada que ha sabido aunar el discurso político sobre la eutanasia con el drama íntimo de unos personajes cada vez más complejos. El final llegará el domingo 26 de agosto a #0, el canal exclusivo de Movistar+. La primera temporada está también disponible bajo demanda en la plataforma.
Ayudar a los demás tiene consecuencias
Mary Harris no es una asesina, tampoco una persona fría o calculadora, ni mucho menos una psicópata. No es Dexter ni Hannibal: es una mujer que cree que puede ayudar a más gente de la que trata en la sala de un hospital. Alguien que defiende el derecho a una muerte digna y que ayuda a personas que, voluntariamente, optan por la eutanasia para terminar con su vida. Es, en definitiva, una buena persona. Pero serlo nunca ha sido suficiente para no dar con tus huesos en la cárcel.
Sus principios y los de su compañero Des, a quien da vida Richard Short, les han llevado a internarse en un laberinto de secretos y mentiras que les protege de quienes no piensan como ellos, pero que cada vez les aleja más del resto del mundo.
Esta segunda temporada hemos asistido al progresivo distanciamiento emocional de Mary y su hija Jess, interpretada por Abigail Winter, que desconfía de su madre y a la que ha dejado de respetar. A su vez Ben, el policía que decidió confiar en la doctora, ve su relación en la cuerda floja. Y, por si fuera poco, se han abierto brechas entre quienes más juntos debían mantenerse, Des y Mary.
En Mary me mata, la comedia negra y la incorrección política han ido siempre de la mano de un thriller cargado de giros y sorpresas que nunca han optado por la brocha gorda y el mal gusto para significarse. Siempre elegante en sus formas, la serie de Tara Armstrong se nos muestra ahora ganando en calado sentimental con cada capítulo de esta temporada.
La tensión emocional, propia del drama médico más clásico, se ha ido haciendo fuerte sin esfuerzo, de forma orgánica y natural. Y el final de temporada, que se emitirá el domingo 26 de agosto en #0 de Movistar+, nos acerca cada vez más a un cisma que parece irreversible.
Por suerte, la serie ya ha sido renovada para una tercera temporada que promete mantener las claves que la han convertido en una de las series médicas más estimulantes que ha dado la televisión estos últimos años: un ritmo endiablado, un humor muy consciente de aquello que trata, y ahora también unos personajes de una profundidad tan insospechada como atractiva.
La doctora Mary Harris trabajaba más horas de las que nadie supo ver nunca. El estrés y la tensión a la que la sometía su labor en el departamento de emergencias de un hospital general nunca fueron suficiente ni monetaria, ni personalmente. Así que tuvo que buscarse una ocupación extra, algo que la ayudase a llegar a final de mes, pero también que la llenase emocionalmente. Quería hacer lo correcto, aunque eso contradijese la ley. Así fue como empezó a ser consejera de decesos: ella y su compañero Des brindaban suicidio asistido a quien lo necesitase. Pero todo empezó a complicarse cuando la policía se metió en sus asuntos.
Así arrancaba el año pasado una de las series actuales que mejor han combinado una premisa potencialmente polémica con un savoir-faire elegante y eficaz capaz de mantener la tensión sin renunciar a la credibilidad.