Pablo Escobar y la explosión de la narco ficción
El inminente aterrizaje de Netflix en España el próximo octubre llevará consigo una de sus últimas producciones propias. Narcos se enmarca en la estrategia de la compañía norteamericana para expandir su negocio a otras latitudes (ahora mismo presente en 50 países y el objetivo es ampliar hasta 200 a finales del 2016). Los primeros andamios fueron las producciones internacionales Sense8 y Marco Polo y su primera producción original en castellano, la comedia futbolera Club de Cuervos, estrenada el pasado 7 de agosto.
A pesar de la destacada presencia del idioma de Cervantes, Narcos tiene más vocación internacional que la mejicana Club de cuervos. Centrada en la figura más reconocible del mundo del narcotráfico y el crimen, incluye actores de Brasil (Wagner Moura), México, Chile (Pedro Pascal, conocido por su papel de Oberyn en Juego de Tronos), Colombia, Argentina (Alberto Ammann) y Estados Unidos (Boyd Holbrook). Además está grabada en Bogotá, Medellín y otras partes de Colombia. Como Traffic, está rodada en dos idiomas y un punto de vista narrativo que cabalga entre dos mundos: el colombiano y el norteamericano.
Producida y dirigida en los dos primeros episodios por José Padilha, Narcos se reparte en diez episodios centrados en el ascenso de Pablo Escobar durante los años 70 y 80, cuando valiéndose del narcoterrorismo afianzó un imperio de la droga con el que abastecer de cocaína a los Estados Unidos y Europa. En el otro bando, se relatan los intentos de las fuerzas especiales colombianas, el gobierno y la DEA (la agencia del departamento de justicia de los Estados Unidos dedicada a la lucha del contrabando y el consumo de drogas) de poner fin al período más violento y turbulento de la historia reciente de Colombia.
Narrada en una voz en off desde el presente -la de Steve Murphy, interpretado por Boyd Holbrook (Perdida)- Narcos repasa con ínfimo detalle todos los episodios de la batalla sin cuartel que libraron Escobar y el cartel de Medellín contra el gobierno colombiano y sus fuerzas de orden respaldadas por Washington DC.
Escobar y ETA
Desde el principio, Narcos se desmarca con un meticuloso trabajo de documentación, aderezado con abundante material de archivo: noticiarios, prensa, fotografías y otros documentos que sintonizan con la etapa documentalista de Padilha. Una prueba cercana a ese enfoque más documental es un fragmento del sexto capítulo en el que se destapa la conexión de la organización de Pablo Escobar con la banda terrorista ETA. El enlace ocurre gracias a un especialista en explosivos que sería pieza clave en el devastador atentado de Avianca, en el que murieron los 107 tripulantes del avión donde supuestamente debía viajar el por entonces candidato a la presidencia de Colombia, César Gaviria.
También destaca por el estilo y el tono de una cuidada superproducción. Ya en la primera toma de contacto la voz en off y la imagen congelada recuerdan a Scorsese, pero tampoco resulta complicado hallar huellas de Blow, la película de Ted Demme que ya se centraba en el contacto del cartel de Medellín en el Sur de los Estados Unidos, y otros clásicos como Scarface, Ciudad de Dios o series recientes como Gomorra.
De hecho la línea temática utilizada para hacer avanzar los arcos de los personajes principales, Pablo Escobar y su antagonista norteamericano en la DEA, se mueve alrededor de la fina línea que separa el bien y el mal en circunstancias extremas, especialmente para los agentes y fuerzas militares que la traspasan con tal de poner fin a la oleada de terror de los narcos. Un tema similar al que el propio Padilha recurrió en Tropa de Élite, donde describía los brutales métodos utilizados por el batallón de las operaciones especiales brasileñas para combatir el crimen de las favelas de Río de Janeiro.
El narco es el nuevo serial killer
El drama criminal de Netflix no es el primer acercamiento a la famosa figura de Escobar. Cine, literatura, televisión, documentales y música han dibujado sus respectivos retratos del mortífero zar de la cocaína asesinado en 1993. Antes de que el brasileño Wagner Moura aprendiera español en tiempo récord para poder reproducir el habla pausada y severa del narco colombiano, Benicio del Toro había hecho lo propio en Escobar: paraíso perdido, thriller dirigido por Andre Di Stefano y estrenado el pasado año en nuestras salas. Anteriormente la propia televisión colombiana, Caracol Televisión, había producido Escobar, el patron del mal (2012), exitosos serial basado en la biografía La parábola de Pablo de Alonso Salazar.
La lista desborda cuando añadimos bibliografía y documentales: The True Story of Killing Pablo (2002), Los tiempos de Pablo Escobar (2012), Los archivos privados de Pablo Escobar (2004), Pablo, ángel o demonio (2007), o Pecados de mi padre (2009), son solo parte del extenso recorrido en la no ficción.
Aunque el capo del cartel de Medellín no es la única figura que ha dado pie a relatos enmarcados en la ficción y la no ficción. Su homólogo contemporáneo en el México actual, el Chapo Guzmán, sigue en paradero desconocido pero será el protagonista de El varón de la droga, una narco-novela escrita por Andrés López para Univision. Un género boyante en las televisiones latinas como demuestra también las narco-novelas dedicadas a Rodríguez Gacha (uno de los narcotraficantes más temidos del cartel de Medellín, interpretado por Luis Guzmán en el producto de Netflix), los hermanos Orejuela (jefes del cartel de Cali) o Griselda Blanco (socia del cartel de Medellín en Miami).
Desde el campo del documental, destacan Narcocultura, centrado en la cultura narco y Cartel Land, alrededor de las autodefensas de Michoacán. Las dos capturan la crudeza, el dolor y la semilla de odio que brota en las tierras salpicadas por la sangre y la desazón que impone la presencia del narco.
El escritor Don Winslow es otro de los que pone el foco, en su caso desde la ficción, en los paisajes teñidos de rojo a uno y otro lado de la frontera estadounidense con México. Los Reyes de lo Cool, El poder del perro, Salvajes y El cártel, que planea adaptar al cine el director Ridley Scott, componen el grueso de una obra que recoge el impacto del negocio de la droga en ambos lados de la frontera. Todas ellas muestras visibles de que las historias sangrientas de los narcos siguen siendo una valiosa fuente de inspiración. Si Narcos cumple con los objetivos marcados por Netflix, la serie se desplazaría hacia otros reconocidos capos y sus imperios de la droga, sería cuestión de tiempo que el chapo Guzmán tuviera su temporada en la plataforma de VoD.