La Casandra ucraniana que alerta al mundo contra la guerra y el patriarcado

María Ramírez

Oxford (Reino Unido) —
3 de abril de 2023 22:01 h

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Casandra es la mujer condenada a anticipar la verdad y a que nadie la crea. Sabe de la guerra y del sufrimiento que traerá pronto el invasor, pero quien tiene la autoridad y el reconocimiento es su hermano Helenus, que se inventa sobre la marcha qué pasará pero le dice al pueblo “lo que necesita oír, lo que es útil, lo que le enorgullece”. Casandra no se rinde porque importa “lo que será”. Poco antes de la destrucción de su ciudad, avisa a los guardianes: “¡No duerman!”.

Estas palabras resuenan por primera vez en inglés en un teatro y son de la versión del mito griego que escribió a principios del siglo XX Lesia Ukrainka, poetisa, dramaturga y pensadora feminista. Ukrainka es una de las autoras pioneras de la época, contemporánea de Virginia Woolf y Emilia Pardo Bazán. Casandra es “una pieza teatral increíble, imponente y actual y no hay nada igual escrito durante este periodo”, según Edith Hall, escritora y premiada académica helenista interesada en la obra por sus conexiones con el teatro griego. Nina Murray, la traductora de Ukrainka ahora al inglés, la describe como “la Shakespeare” ucraniana. Pero ha pasado más de un siglo hasta tener una versión representable de Casandra en un teatro en Reino Unido. 

Lesia Ukrainka se llamaba en realidad Larysa Kosach, pero eligió su seudónimo como un desafío: “Ukrainka” significa “la mujer ucraniana”, una declaración de principios cuando su país no tenía Estado y su lengua estaba prohibida por el imperio zarista. Tenía 13 años la primera vez que publicó poemas con este nombre. Hablaba nueve lenguas, entre ellas latín y griego, y había crecido en una familia de activistas e intelectuales. Su madre, Olena Pchilka, también era escritora, traductora y luchadora feminista; su tío era Mijailo Drahomanov, historiador, filósofo y un influyente defensor de la educación en ucraniano. 

Contra el patriarcado

Ukrainka publicó Casandra en 1908, poco después de que se levantara el veto imperial contra su lengua. Es una de las obras clave de su trayectoria dedicada a reescribir los mitos de la cultura europea desde una perspectiva feminista y con nuevos personajes y tramas, entre ellos el de Don Juan que convirtió en 1912 en un poema donde el caradura ligón es un juguete al servicio de una poderosa y moderna Doña Ana. “Lo que los patriarcas culturales veían como temas universales eran solo fragmentos parciales que se alejaban de la experiencia de las mujeres. Lesia Ukrainka llegó a la escena para iluminar esa otra parte de la historia”, explica Sasha Dovzhyk, especialista en la autora.

En el caso de Casandra, Ukrainka se inventa el personaje de Helenus y lo enfrenta a la heroína, creando una trama sobre la importancia de la verdad contra el populismo y el patriarcado. “Es sobre todo la lucha por la verdad. Casandra es una mujer valiente, desafiante y decidida a que se sepa la verdad aunque nadie la escuche”, explica a elDiario.es Maria Montague, experta en teatro ucraniano y la subdirectora del Instituto Ucraniano de Londres, una fundación independiente que ha recaudado dinero para la representación de la obra.

Aunque existe una traducción de los años 60 y otras obras sí están disponibles en múltiples idiomas, Casandra se ha traducido íntegra solo ahora en una versión en inglés que se puede representar en teatro contemporáneo. Todavía no hay traducción en español.

En 2021, cuando se cumplían 150 años del nacimiento de Ukrainka, Murray, poeta y traductora que trabajó durante años para el Departamento de Estado de EEUU, ganó un concurso del Instituto Ucraniano para traducir fragmentos de literatura ucraniana al inglés. La ensayista feminista Oksana Kabuzhko, a la que también había traducido, llevaba años animándola a que se atreviera con los versos de Ukrainka. La obra con la traducción completa se publicará este verano en inglés.

Unos días después de la invasión rusa a gran escala de Ucrania, Montague organizó una lectura dramatizada de fragmentos de la obra en streaming con actores a los que ella había dirigido en producciones en Jarkiv y Kiev. El acto ya estaba previsto antes de la invasión por el cumpleaños de Ukrainka, pero tomó un tono distinto y era difícil contener las lágrimas recordando los escenarios en Ucrania. “Habíamos estado allí y fue muy emotivo al hacer la obra en ese momento. La obra se centra en la Guerra de Troya y parecía que las palabras adquirían un significado completamente nuevo en ese momento”, explica Montague. “La importancia de compartir la obra se sentía aún más. Después de eso pensé, 'tenemos que encontrar una manera de ponerla en el escenario'. No podría ser más importante hacer oír la voz de Ucrania y dar a conocer su cultura”, cuenta.

Montague, como el resto del instituto, estaba ocupada en ayudar a refugiados o recaudar dinero para drones. Necesitaba 30.000 libras (unos 34.000 euros) para montar una representación en Londres. Dice que no se atrevía a hacer una recaudación pública de fondos, porque era menos urgente que la ayuda humanitaria, pero también acabó consiguiendo donaciones para representar Casandra. Se ha representado por primera vez en Londres, Oxford y Cambridge con una producción de Live Canon, una compañía especializada en obras clásicas y con la dirección de Helen Eastman

Ahora Montague espera que haya más producciones que interpreten la obra de distintas maneras. “Merece estar en el canon del teatro europeo. Tiene tantas capas... El tema anticolonialista, el debate sobre la verdad, la capacidad de acción, la información y desinformación, la política, el poder, la clase y el feminismo”, dice Montague, que cuenta que ella misma tardó en descubrir el teatro ucraniano como estudiosa de la literatura rusa y acostumbrada como otros a ver Ucrania a través de “las lentes rusas”, que a menudo eliminaban la cultura del vecino.

El síndrome de Casandra

La obra tiene ahora una actualidad que inevitablemente se siente al ver a Casandra rodeada de soldados que amenazan con destruir su ciudad mientras familiares y vecinos no quieren aceptar que lo peor sea cierto. 

“En Ucrania sentimos que tenemos un síndrome de Casandra. Los ucranianos han estado alertando al mundo sobre lo que estaba pasando desde 2014 y nadie nos creyó”, explicaba en un coloquio después de la representación en Oxford Sasha Dovzhyk que, además de especialista en Ukrainka, es profesora de literatura en la Universidad de Londres (UCL) y directora de proyectos especiales del Instituto Ucraniano de Londres. Para ella es especialmente importante reivindicar a la Ukrainka que se rebeló contra la imagen cultural que quería imponer el imperio ruso de su país como un lugar de campesinos inofensivos y poco creativos y ofreció una literatura rica de referencias multiculturales. Algunas de sus obras se pudieron publicar por refugiarse en una mezcla de mitos griegos y folclore local que tal vez no entendían los censores. 

Ukrainka murió en 1913, a los 42 años, por la tuberculosis que la afectaba desde niña. Pese a haber abrazado el comunismo antes de la revolución (también tradujo al ucraniano el Manifiesto Comunista), su prolífica obra fue acogida después con cierto recelo en el régimen soviético por sus mensajes contra el patriarcado y el colonialismo ruso.

Dovzhyk recuerda que, durante años, en la Ucrania comunista la enseñanza oficial intentó quitar carga feminista y antiimperialista a sus escritos, y la autora era etiquetada como parte de la literatura infantil. Un premio de cuentos para niños llevaba su nombre y lo que se solía enseñar en los colegios sobre ella, según Dovzhyk, es que se trataba de “una mujer sufridora”. A menudo se hablaba más de la tuberculosis que de su obra como una forma de subrayar “que no era importante”.

Y vaya si lo era. Edith Hall, la escritora y profesora de la Universidad de Durham experta en la Grecia clásica, habla admirada del nivel de complejidad de Casandra y de cómo los diálogos recuerdan a Platón y Sófocles, y subraya que Ukrainka sin duda “había leído la epistemología platónica” y tenía un conocimiento profundo de los clásicos y su interpretación.

“El lugar de Lesia Ukrainka en la reacción de la Ilíada y la historia de la guerra de Troya está muy poco estudiado. La filósofa francesa Simone Weil fue considerada la primera persona en teorizar sobre la idea de la Ilíada como una denuncia de la violencia militar más que una celebración heroica. Escribió el ensayo La Ilíada o el poema de la fuerza en 1930. Pero Lesia Ukrainka escribió la reinterpretación feminista de la guerra de Troya 30 años antes”, dijo Hall durante el coloquio en Oxford. También destacó que la influencia griega en la cultura ucraniana, por la expansión griega en todo el Mar Negro, es “en realidad más apasionada y profunda que la rusa”, en particular en el sur de Ucrania, donde hay “un legado de 3.000 años que Rusia no tiene”.

Protestas en Moscú

El Gobierno de Vladímir Putin identifica todavía a Ukrainka como una amenaza. Una de las estatuas vigiladas en Moscú por la policía es la de esta autora. Ahí peregrinan los pocos que se atreven a protestar de manera discreta contra la guerra en Ucrania. Cada gesto puede suponer penas de cárcel.

En enero, a los pies de la estatua de Ukrainka, varias personas dejaron flores, peluches y fotografías de escombros de viviendas bombardeadas por el Ejército ruso en Ucrania. En ese caso eran las imágenes del ataque ruso contra un edificio residencial en Dnipro que mató a 46 personas e hirió a al menos 80.

La policía retiraba las flores y obligaba a los viandantes a borrar las fotografías delante del monumento, según el medio independiente ruso (ahora prohibido) Meduza. Un periodista del New York Times presenció la detención de varias personas tras colocar flores delante de la estatua, pero el diario contaba que la gente seguía intentándolo. 

“Ukrainka ha sido una amenaza al imperialismo ruso durante mucho tiempo”, cuenta Montague.

El simbolismo de Ukrainka es también político. “El poder de Casandra es el poder del conocimiento de la historia silenciada”, dice la introducción a una selección de nuevos textos publicados en inglés.

Helen Eastman, la directora de Casandra, cree en la contribución del arte aunque sea de manera más sutil contra la guerra. “No podemos parar un tanque con una obra de teatro… Pero lo que podemos hacer como artistas es representar, tocar, leer a artistas ucranianos”, dice. “La invasión rusa de Ucrania no solo va de territorio. Es un intento de aniquilar una cultura. En las artes podemos luchar para que esto no pase amplificando la cultura ucraniana”.