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'Claveles', la obra teatral que toma la Revolución de los Claveles como estandarte de la “esperanza sin manchas”

Abel Folk y Silvia Marsó, protagonistas de 'Claveles'

Laura García Higueras

23 de abril de 2024 22:23 h

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“Quería encontrar un momento fundacional que el paso del tiempo no hubiera maltratado”. Así fue como la novelista y dramaturga Emma Riverola eligió la Revolución de los Claveles como contexto para su nueva obra, Claveles, que se estrena este jueves 25 de abril en el Teatro de Rojas de Toledo. Se representará ese día y también el 26 de abril. La dirección corre a cargo de Abel Folk, que protagoniza la pieza junto a Silvia Marsó.

El objetivo era armar una función en la que hubiera “una discusión política, un diálogo entre dos personajes con una perspectiva progresista, con cierta edad y recorrido, que hubieran vivido la Transición, las ilusiones y las decepciones”. El resultado son Javier y Violeta, dos antiguos amigos de la universidad, que se reencuentran tras cuarenta años sumidos en el silencio y el rencor. La muerte del marido de ella, Ramón, es la que motiva que vuelvan a verse.

El texto toma la revolución portuguesa que acabó con la dictadura de António de Oliveira Salazar, de la que este jueves se cumplen precisamente 50 años, como fuente de “esperanza sin manchas”. La misma que experimentaron sus personajes en una juventud en la que este levantamiento fue la prueba de que existía una alternativa a la situación que se estaba viviendo en España bajo el régimen franquista.

“Desde nuestra perspectiva tuvo una carga muy potente, aquí la dictadura estaba ya en sus últimos tiempos. Pero cuando una situación es terrible, siempre parece que va a ser eterna”, explica la autora a elDiario.es. Eso sí, aclara que más allá de la coyuntura política, lo que vertebra Claveles es “el viaje de la relación entre los protagonistas”.

Javier, que llegó a ser presidente del Gobierno, es una persona pragmática que defiende que “está bien” apostar por una serie de ideales, pero que para ello hay que tomar partido y “hacer cosas”. Violeta, por su parte, es filósofa. Una intelectual de izquierdas con una visión muy crítica hacia su propia ideología. En ella se materializa cómo los cambios que se dieron durante la Transición en mejoras de libertades y derechos, “no fueron iguales para el hombre que para la mujer, puesto que eran ellos quienes tomaban decisiones”.

La nostalgia como motor

“La llaman la filósofa de la reparación”, explica la actriz Silvia Marsó de su alter ego sobre las tablas, “crea conciencia a través de sus libros. Es una mujer muy respetada y valorada en el mundo intelectual por cómo desvela las verdades y grietas del sistema, de una forma muy lúcida y clara”. Ella ejemplifica que “no todo es blanco ni negro. Hay toda una gama de grises detrás de las grandes palabras de los políticos, sean de la tendencia que sean”. La dramaturga Emma Riverola avanza que, de su mano, la obra transita “de la decepción a una cierta recuperación de la esperanza” que ambos tuvieron en el pasado.

Tras este llegarían “la impotencia y las inmensas dificultades, más en el mundo de hoy donde los enemigos son muy poderosos y casi intangibles”. De ahí a que defienda la mirada hacia el pasado como faro que recordar y en el que inspirarse en busca de un futuro mejor. Una perspectiva que rompe con la mirada a la que se alude en el presente desde la ultraderecha. “Que no me vendan el pasado en el que no había derechos ni libertades. No fue para nada utópico”, defiende la autora de Claveles.

La periodista y novelista –ha publicado títulos como El amuleto de papel (Plaza y Janés, 2004), Cartas desde la ausencia (Seix Barral, 2008) y El hombre que mató a Messi (Edhasa, 2015)– apunta que existe otro debate actual en torno a la utopía, sobre el que se postula: “Claro que bajo estas se produjeron las peores atrocidades del siglo XX pero, ¿podemos tener esperanza sin una cierta utopía?”.

En la misma línea aboga por “no tirar el pasado a la basura”; y menciona a la generación de jóvenes concienciados que consideran que “antes era más claro contra qué se luchaba y que había una ilusión”, frente a lo “complicado” de un presente en el que los límites parecen más difusos. “Es importante crear unos vínculos y que algo de lo que pasó pueda servir para seguir adelante. La nostalgia tiene que ser productiva. Si no, solo lleva al desánimo. Si no es para convertirla en motor, te arrastra”, opina.

La nostalgia tiene que ser productiva. Si no, solo lleva al desánimo. Si no es para convertirla en motor, te arrastra

Emma Riverola Novelista, dramaturga y periodista

Silvia Marsó también identifica a la juventud como pilar para lograr cambios: “La única vía que tenemos es que ellos tengan esperanza. La falta de esta es lo que puede matar a nuestra sociedad”.

La actriz describe que su personaje personifica la capacidad de funcionar como inhalaciones de energía, ilusión y confianza, igual que la Revolución de los Claveles: “Violeta simboliza la utopía. Cuando ya nadie cree, cuando todo el mundo sabe que todo es un mercado, que estamos manipulados y que formamos parte de una oligarquía universal, e incluso cuando los grandes dirigentes tienen detrás esas estructuras inamovibles; hace falta alguien que muestre que todo esto está en la cuerda floja”. “Si no luchas con honestidad para salvar las utopías, el mundo se hunde”, valora la intérprete, que recientemente ha liderado otras obras como Victorina de Eva Hibernia, La Florida de Víctor Sánchez Rodríguez y Blues & Roots, de Federico García Lorca.

La agresión sexual como punta del iceberg

El personaje de Violeta sufrió un intento de agresión sexual que marcó su vida y las ambiciones políticas de Javier y Ramón, el que terminaría siendo su pareja. “Cuando vemos imágenes pensamos: '¡Qué estallido de libertad fue aquel momento!'. Y sí, lo fue a nivel creativo por ejemplo. Pero no era lo mismo ser hombre que mujer”, comenta la dramaturga Emma Riverola sobre lo sucedido a la filósofa que creó para la representación, en su caso dentro de un partido político. “Había una moral colectiva bonita de luchar. Eso tapó también morales individuales no tan admirables ni respetables. En ese marco es en el que se da la agresión”, argumenta la autora.

Hace una semana, la Fiscalía denunció al dramaturgo Ramón Paso por agresión, acoso y coacciones a 14 mujeres. Los delitos habrían tenido lugar en castings en los que participaban el director y las víctimas, todas ellas jóvenes de entre 18 y 25 años. El mundo de la cultura no tardó en mostrar su repulsa a lo sucedido, desde donde figuras como la directora general del Instituto Nacional del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM) y la cineastas Isabel Coixet, condenaron los presuntos delitos de agresión y acoso de Ramón Paso.

Pepe Viyuela, protagonista de Jardiel enamorado, la obra de teatro dirigida por el acusado que estaba representando, comunicó su decisión de abandonarla: “No quiero llamarle. No quiero seguir con la función. Me voy”. El Teatro Infanta Isabel de Madrid que la acogía anunció poco más tarde su suspensión “definitiva”, sobre la que no ha habido nuevas noticias.

“Esto ha ocurrido y ocurre en todos los ámbitos. Por fortuna hay cada vez más mujeres que se están atreviendo a denunciar”, explica la autora del texto. “Ahora mismo hay muchos hombres que están muy nerviosos. Las mujeres ya hemos estado bien nerviosas, deprimidas o destrozadas. Evidentemente no estoy pidiendo una caza de brujas suponiendo que todos sean culpables, pero está bien que haya una sensación de que la impunidad se ha acabado”, suma.

Ahora hay muchos hombres que están muy nerviosos. No estoy pidiendo una caza de brujas pero está bien que haya una sensación de que la impunidad se ha acabado

Emma Riverola Dramaturga, novelista y periodista

Claveles reflexiona sobre esto a través del intento de agresión que sufre Violeta, sobre el que indica que quedó conmocionada, “como tantas mujeres”. “Va más allá de lo que ocurra, si hay o no penetración. Es el cómo te machaca el autoestima, que te haga sentirte incapaz para tantas cosas. ¿Eso como lo mides”, plantea.

Silvia Marsó recuerda que desde la Unión de Actores, a la que pertenece, se está “estableciendo un comité específico para ayudar a las mujeres que sufran este tipo de problemas”. “Es importante que cada persona que sufra abuso sexual sepa que hay unos colectivos que están protegiéndolas y apoyándolas”, destaca.

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