El Festival de Teatro Iberoamericano de Cádiz renace con enfoque feminista
El Festival Iberoamericano de Teatro (FIT) quiere renacer. Hace dos años su histórico director José Bable —lo había sido desde el año 1994— se jubiló y el patronato del Festival no sacó la renovación de su cargo a concurso público. En el último momento, y de manera arbitraria, se llamó a dos gestores conocidos por la creación de un festival en Birmingham, el BEFESTIVAL, Isla Aguilar y Miguel Oyarzun, y se les encargó hacer una edición de transición. Acababan de ser expulsados de la dirección del Centro Cultural Conde Duque de Madrid por el nuevo Gobierno del PP del Ayuntamiento de esta ciudad. La edición se basó más en el encuentro que la exhibición ya que imperaban las medidas de la COVID-19. Aun así, tuvieron que enfrentarser a críticas negativas por parte de los medios especializados y parte del público. Este mayo de año ganaron el concurso público para dirigir el FIT durante cuatro años.
Esta edición la dirección ha podido confeccionar una programación totalmente presencial. Saben que se la juegan y parecen haber intentado conciliar sin dejar de apostar fuerte. La apuesta, aunque habitual en la programación reciente de festivales, no deja de ser valiente: la presencia de la mujer y la crítica al patriarcado. Una propuesta que no quiere ser testimonial y atraviesa fuertemente el festival. Por otro lado, se sigue apostando por la pluralidad de lenguajes con instalaciones, performances y danza. Algo que en la dirección anterior era residual. Pero la dirección tampoco tiene vocación suicida y este año también acoge trabajos de creadores más conocidos por el público gaditano como el uruguayo Guillermo Calderón, que presentará este sábado en la Sala Central Lechera Ana contra la muerte; La Zaranda, toda un institución en Cádiz, que estará el día 27 en el Gran Teatro Falla con La batalla de los ausentes, o los espectáculos Shock 1 y Shock 2 de Andrés Lima, que lo harán el sábado día 30.
El festival comienza el día 15 de octubre en el Gran Teatro Falla con la pieza Carta de la portuguesa Mónica Calle, que pretende ser “una declaración de intenciones del festival”, explica Miguel Oyarzun a elDiario.es sobre esta pieza en la que más de una veintena mujeres interpretan fragmentos de la 7ª sinfonía de Beethoven. “En la obra aparece de una forma muy poética y bella la fragilidad del individuo pero también la fuerza de lo colectivo y de la mujer empoderada. Queríamos comenzar así”, añade Isla Aguilar.
La temática feminista, aunque se cruce con otras como las migraciones o la lucha de clases, es casi omnipresente en el festival. Y tendrá dos momentos especialmente reivindicativos. El colectivo LasTesis de Chile, conocidas por su performance Un violador en tu camino con la que consiguieron que plazas de medio mundo gritaran: “Aquí estoy, dispuesta, a hablar de la violencia. Aquí estamos, nosotras somos resistencia”, harán retumbar la Plaza de San Antonio del 21 de octubre con Resistencia, pieza que surge del taller que han impartido con colectivos de mujeres de Cádiz. Y las madrileñas Mucha Muchacha harán tanto lo mismo el día 21 con una haka (baile maorí mundialmente conocido) feminista, Fiesta Otoñal 2021, en la playa de La Caleta.
Dos momentos fuertes del festival “que no serán los únicos que girarán en torno a la mujer. También se podrá ver otros trabajos más teatrales como Ana contra la muerte del uruguayo Gabriel Calderon que habla de una mujer que se ve abocada a ejercer de mula; o a María Galindo, performer que el último día del festival dará una charla performativa y tiene un registro bastante más punki”, explica Aguilar.
El peso del pasado
El FIT comenzó su andadura bajo la dirección de Juan Margallo en 1986. Desde entonces ha sido referente del teatro latinoamericano, entrada natural de los artistas de América a Europa y claro influyente en lenguajes teatrales en nuestro país. Para comprender, por ejemplo, el último gran éxito del teatro español, El bar que se tragó a todos los españoles de Alfredo Sanzol, es imprescindible rescatar la influencia del biodrama argentino impulsado por Vivi Tellas. Para comprender el auge del teatro documental en este país uno tiene que pararse a ver la influencia del mexicano Vicente Leñero o de las maravillas colectivas de la compañía peruana Yuyachkani. Todos ellos pasaron por el FIT, la lista es interminable: la creación colectiva del colombiano Enrique Buenaventura, el extrañamiento político del Sportivo Teatral de Ricardo Bartís, el tercer teatro de los bolivianos Teatro de los Andes… El festival fue su casa y altavoz. El público de Cádiz los disfrutó y los conoció. Desde hace unos años, por agotamiento de la fórmula mantenida durante lustros y por un presupuesto que en menos de diez años menguó de ochocientos mil euros a la mitad, el mismo que hoy tiene, el festival vivía horas bajas. La misión a acometer por la nueva dirección es ingente.
Al señalar la carencia del teatro de calle esta edición o la pérdida de contacto con las universidades latinoamericanas ambos aclaran: “Llevamos como directores desde mayo, nos quedan muchas cosas por trabajar. Todo nuestro contacto hasta ahora ha sido telemático, lamentablemente”, explica Oyarzun que, aun así, durante la conversación con este periódico no quiere dejar de puntualizar lo ya conseguido: convenios con el Ministerio de Cultura de Portugal, con el Museo Reina Sofia de Madrid, nueva política de residencias artísticas, y acuerdos con el Festival de Otoño de Madrid o Temporada Alta de Girona. Gestores eficientes que han sabido desplegar actividad pero que también se saben ignorantes. “Hispanoamérica es inabarcable, nos falta ir y poder mapear la realidad social y teatral de muchas zonas que todavía no conocemos, como Centroamérica por ejemplo”, explica Oyarzun.
¿Por esto en esta edición priman las teatralidades de los países ricos de Latinoamérica (Argentina, México, Chile, Colombia, Uruguay) con los que los lazos y puentes están ya hechos o son más fuertes?
AGUILAR: Sí, de allí llegan propuestas con mayor facilidad. Pero también hemos comenzado a abrir puentes. Este año hemos conseguido traer la pieza Cachada de El Salvador. Y además tenemos un proyecto con la coreógrafa malagueña, Luz Arcas, y el Centro Cultural de El Salvador de la AECID para trabajar con un grupo de mujeres del teatro salvadoreñas para estudiar la Revolución y la situación política del país. Además, hemos abierto un diálogo con artistas en Guatemala. Pero hay que entender que este año no hemos podido viajar, y tenemos que conocer mejor y establecer los lazos necesarios.
Otro de los problemas que está enfrentando el festival son las críticas. Existe una resistencia de una parte del público asiduo al FIT que os tachan de “modernos”. ¿Cómo habéis gestionado ese rechazo?
AGUILAR: El ser humano ante los cambios es bastante conservador. Es verdad que el año pasado se generaron muchas críticas a la programación. Y espero que a ese público asiduo, esos amigos del FIT que están siendo tan críticos, nos los podamos ganar. La polémica está servida y la navegamos lo mejor que podemos pese que a veces me parece que está siendo un poco injusta. El año pasado incluso muchas de esas voces críticas ni siquiera vinieron al festival.
El antiguo director del Festival, José Bablé, en un encuentro público telemático llegó a decir que estaba altamente preocupado por vuestra visión parcial de la escena, un sesgo que podía llegar a no reflejar la realidad teatral latinoamericana e incluso forzar el gusto europeo entrando así en un nuevo tipo de colonización cultural ¿Qué os parecen sus palabras?
OYARZUN: Estamos en profundo desacuerdo. Estamos haciendo justo lo contrario. Nuestro proyecto es un proyecto decolonial, que intenta abrirse a un espacio de reparación y que justo por eso quiere abarcar todas las poéticas existentes sin tener un sesgo.
AGUILAR: Es sorprendente, sobre todo porque el primer año compartimos con él toda la programación y su respuesta fue que le encantaba. Yo creo que los amigos del FIT, en vez de haber sido tan típicos, se tenían que haber congratulado que en plena pandemia y con los tiempos que se pudieron manejar hubo FIT el año pasado.
El FIT corre el riesgo de acabar teniendo una resonancia periférica cuando relevancia es superior. Históricamente, después de muchas promesas, el Ministerio de Cultura no ha sabido o querido apoyar al FIT en el resto del territorio. ¿Hay algún compromiso por parte del INAEM y el Centro Dramático Nacional en este sentido?
AGUILAR: La voluntad de nuestro proyecto es formalizar un circuito y tener en Madrid una pata estable. Ha habido conversaciones con Alfredo Sanzol, director del CDN, para ver maneras de colaboración. No se ha concretado nada. Este año queremos sentarnos con el INAEM y concretar. Queremos ser un festival sostenible, que no permita que un espectáculo venga desde América y solo tenga funciones aquí. Estamos intentando crear una red para que los trabajos giren y puedan darse a conocer. Por ahora los acuerdos son importantes pero puntuales. Necesitamos la ayuda del INAEM, claramente.
Otro de los aspectos destacables de esta edición es la profusa participación ciudadana en el festival a través de numerosos talleres y laboratorios. “Queríamos trabajar en el territorio, es la manera de ensanchar el público y poder transformar también realidades presentes en Cádiz”, explica Aguilar. Destaca en este sentido la propuesta de Los Mapas Vivos en el que los verdaderos “jefes” del teatro objetual en España, Xavi Bobés y Jomi Oligor, junto con la mexicana Shaday Larios, han impartido un laboratorio durante el mes de septiembre con vecinos de Cádiz convertidos en verdaderos detectives en busca de lugares y objetos desde donde pensar otra Cádiz no turística ni gentrificada. Un mapa no oficial donde puedan caber toda la gente que en los últimos años se ha visto desplazada o expulsada de la ciudad. Y una buena noticia, el festival vuelve a contar con un espacio de encuentro para los participantes del festival y los gaditanos, seña de identidad del festival en otras épocas: el Espacio de Cultura Contemporánea, moderno edificio donde además se realizarán encuentros y charlas.
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