Alberto San Juan (Madrid, 1968) es un actor que permanece atento a lo que ocurre fuera del teatro para llevarlo dentro del teatro. Ahora está representando las últimas funciones de El Rey –que se convertirá en película después de dos años en las tablas– y se encuentra haciendo funciones previas de Masacre, cuyo estreno oficial llegará tras el verano al madrileño Teatro del Barrio, cooperativa de la que participa San Juan.
Tanto El Rey como Masacre responden a la “intención de participar desde el teatro en el debate público tan sano y necesario que estamos teniendo –al menos desde el 15M– sobre quiénes somos, sobre qué es nuestra democracia y a qué fines sirve nuestro sistema”.
¿Por qué matas al Rey, en sentido figurado?
Porque no le aguantamos más [risas]. Cuando terminemos en junio se habrán cumplido dos años desde que lo estrenamos. Vamos a aprovechar para convertirlo en película, lo cual no es dejar bien grabada la obra de teatro, sino reelaborarla para convertirla en una película que tenga sentido en sí misma, independientemente de la obra. ¿Eso en qué se traduce? Pues en que la interpretación va a ser diferente, más realista, teniendo en cuenta que habrá mucho primer plano. Hay un cambio entre ver un espectáculo en vivo, donde solo hay un plano muy general.
El Rey es una pesadilla de un hombre agónico en el final de su vida; un hombre que lo ha sido todo y, de pronto, en el final de su vida, en vez de salir por la puerta grande, resulta que le tienen que sacar por la puerta de atrás, que algo así podría decirse que fue su abdicación. Entonces en ese final, como supongo que a muchos les pasa, hace un repaso casi involuntario de lo que ha sido su vida. Es como una especie de pesadilla, como una noche en vela de Juan Carlos I después de su abdicación, en la que van pasando por delante personas muy relevantes de su historia, algunas aún vivas y otras ya fallecidas, conversa con ellos y hace un repaso de su vida.
Esto es la excusa para hablar de ese periodo de nuestra historia, los últimos 40 años que según los cánones oficiales son los 40 mejores años de nuestra historia, los de mayor libertad y prosperidad, pero que curiosamente desembocan en una crisis en todos los ámbitos y dejan al descubierto unas instituciones atravesadas por las corrupción desde el principio.
Desde las primeras generales, municipales, autonómicas de nuestra actual democracia, empiezan a suceder casos de corrupción sistemáticos de la misma manera: adjudicación de gran contrato público a gran empresa privada a cambio de comisiones para financiar ilegalmente el partido y llenar algunos bolsillos en el camino.
Para nosotros, dentro de esta intención de participar desde el teatro en el debate público tan sano y necesario que estamos teniendo –al menos desde el 15M– sobre quiénes somos, sobre qué es nuestra democracia y a qué fines sirve nuestro sistema, nos parecía que hablar de la monarquía, que es la cúspide del Estado, era imprescindible, y hacernos así la pregunta: ¿qué ha significado el rey en España en los últimos 40 años y qué podría significar hoy, a qué fines sirve realmente? ¿Por qué se afirma con tanta vehemencia que la monarquía es imprescindible para nuestra estabilidad democrática? ¿Qué tipo de democracia tan frágil tenemos que depende de alguien que, ahora sabemos, tiene una relación directa con ese paisaje de corrupción generalizada?
Probablemente nunca sea juzgado, pero los indicios sobre la participación de Juan Carlos en supuestas tramas turbias económicas, son abundantes, o sea, son para al menos dudar de su honorabilidad.
¿Cómo harán la película?
La película va a ser una producción del Teatro del Barrio, que va a ser profesional, salvo a la hora que cobre la gente que la va a hacer. Esta canción que nos suena tanto a todos en los últimos años... La única posibilidad para hacer las cosas de forma distinta, ya sea en el ámbito de los medios de comunicación o en el ámbito del teatro, es por lo general al margen de los canales por donde circula el dinero, y se hace a base de mucha voluntad personal.
La película, si todo el mundo cobrara profesionalmente y todo el material que se va a utilizar fuera pagado, costaría 100.000 euros: 50.000 el rodaje y 50.000 la posproducción. Pues va a costar 14.000: 7.000 el rodaje y 7.000 la producción. La posproducción se hará con la aportación voluntaria y generosa de mucha gente, muchos profesionales, porque todos los que intervienen en el rodaje son muy buenos profesionales y de gente que nos deja equipo, cámaras, material, estudio de montaje, etcétera, etcétera.
La rodaremos en una semana en el teatro. En principio, estaremos Javier Gutiérrez, Willy Toledo, Luis Bermejo y yo, y probablemente con alguna colaboración de algún actor más. Digo “en principio” porque los que estamos seguros somos Willy, Luis Bermejo y yo.
Estará rodada antes del verano, antes de julio, y luego el proceso de posproducción puede llevar tres meses, por lo que espero que esté terminada para finales de año. La intención es darle la mayor difusión posible. Se intentará distribuir en cines y televisiones aquí, en España, y fuera de España. ¿Dónde la querrán? No lo sé. Y en un plazo no lejano estará colgada en Internet a disposición de todo el mundo, porque la intención es esa, que quede un material más, uno más, como humilde aportación a ese debate público.
¿Esta obra hasta qué punto fue pionera en el sentido de cuestionar públicamente la monarquía?
¿La monarquía? Bueno, había empezado a cuestionarla, seguramente en contra de su propia voluntad el propio rey Juan Carlos. Con una valiosísima ayuda por parte de su yerno, el duque.
Pero, bueno, fíjate, cuando estaba en Animalario, que es donde pasado 15 años de los 20 que llevo trabajando, hacíamos obras que surgían de nosotros. Y siempre decía: “Qué ganas de hacer algo del repertorio clásico, Shakespeare”. Cuando por fin tuve la maravillosa oportunidad de hacer Hamlet, fue algo así como en 2010, y dije: “Es que ahora no, ahora siento que es el momento de hacer otra cosa. Ahora necesitamos hablar de lo que está pasando ahora”.
Y vale, Shakespeare sirve para hablar de todo siempre, pero no: creo que necesitamos hablar con nombres y apellidos. Y con datos. Eso tiene mucho que ver con el primer impulso del Teatro del Barrio que iniciamos unos poquitos. Es una cooperativa de consumidores y productores de un bien, que en este caso es la información y la cultura –la información no tanto por las obras de teatro, sino por la Universidad del Barrio–, que empezamos 10 personas y hoy son 420 socios.
Aparte de sumarnos al debate político a través del contenido de lo que se hace aquí, también se explora otra forma de gestionar los bienes de producción que ni es privada –a través de las multinacionales–, ni necesariamente pública –a través del Estado o las administraciones–, sino directamente por la gente, a través de cooperativas, iniciativas privadas que buscan el bien público, lo que se llama ese camino de la economía del bien común.
¿Y cómo surge la idea de El Rey?El Rey?
Bueno, a partir de cierto momento creo que la gente necesita elaborar un poquito lo que está sucediendo para contar lo que ve, tiene que empezar a entender qué está viendo. Aquí, de pronto, revienta el sistema, la aparente riqueza se convierte en una considerable miseria para mucha gente y la gente comienza a quedar excluida del sistema, fuera de sus trabajos, de sus casas, sin techo, sin sustento. Y en el aparente vacío se reencuentran en la calle y surge el 15M y surgen las mareas y surgen las Marchas de la Dignidad y surgen un montón de nuevos medios alternativos a los convencionales, que es a través de los cuales parece que se puede ver mejor la realidad.
Y el teatro, como muchos otros ámbitos, empieza a responder y empieza a hablar, en los espectáculos y en las cosas que se escriben, de desahucios, de corrupción económica y política, de todo lo que pasa. Surgen obras como Ruz-Bárcenas o El Rey o Las guerras correctas, aquella obra de Gabi Ochoa sobre los GAL. Y bueno, es mucha gente a la vez la que empieza a hacer obras.
Quizás el tema de la monarquía... Bueno, curiosamente se estrenó un monólogo que se llamaba Sofía en el Teatro Español, que yo no vi. Podríamos haberlo hecho juntos, El Rey y La Reina, probablemente dos visiones dispares de lo mismo, lo cual está muy bien, tener distintas visiones. El problema es que haya una sola visión y eso es lo que hemos sufrido durante mucho tiempo, una visión única, casi mítica de la Transición, la monarquía, la manera en la que la democracia se recupera en España después de Franco y todo eso, y los 40 años siguientes.
Esa cultura de la Transición es la que empieza a cuestionarse en torno al 15M.
Sí, y el proyecto el Teatro del Barrio se suma a eso. De alguna manera es decir vamos a intentar tomar las riendas, porque quienes conducen el vehículo nos están matando poco a poco. Entonces, si queremos sobrevivir y, más allá de eso, empezar a vivir dignamente, pues tendremos que tomar las riendas de nuestra historia.
¿Y hay un hilo conductor entre eso y lo que está empezando ahora con Masacre?Masacre?
Sí, Masacre es el título, se subtitula Una breve historia del capitalismo español, y trata de entender a través de la historia económica, evidentemente de una forma fragmentaria y subjetiva y a muy grandes rasgos, cómo funciona el poder en España. Al estudiar la cuestión te das cuenta que desde mediados o finales del siglo XIX hay una serie de grupos de poder muy vinculados a familias, muy vinculados a bancos, que son los que mantienen el poder a lo largo de las décadas y las décadas y las décadas, atravesando dictaduras, transitando de una dictadura a una democracia sin despeinarse. Y empieza a salir lo que Pablo Iglesias llama “la trama”, lo que Rubén Juste cuenta en el libro IBEX 35. Una historia herética del poder, aunque cuando estrenamos Masacre no había aparecido el libro todavía.
Y sí, por supuesto, todo va sobre lo mismo: qué ha pasado en este país a lo largo del siglo XX, qué fue la Restauración, qué fue la Dictadura de Primo de Rivera, qué fue la Segunda República, qué fue la Dictadura franquista, qué fue la Transición, qué ha venido siendo, qué es ahora y qué podría ser esto... Es pensar sobre ello. Yo creo que el 15M inicia una conversación colectiva en la que participan millones de personas en este país, y que todavía sigue activa, porque necesitamos seguir hablando, necesitamos seguir comprendiendo para poder aumentar nuestra conciencia y tomar nuestras propias decisiones.
Una reflexión acerca de la versión oficial de lo que es España.
Ha habido una historia oficial incuestionable en la cual el rey había traído la democracia a España. Parece que la democracia se inaugura en la historia de España tras la muerte de Franco, como si no hubiera habido una experiencia en la Segunda República, en la que se crea la escuela pública, la Seguridad Social, la negociación colectiva, el impuesto sobre la renta, se aprueba el divorcio, se presenta un proyecto de ley para legalizar el aborto –en los años 30– , se establece la igualdad en el acceso a la educación para hombres y mujeres, las mujeres conquistan el derecho a votar y ser votadas. Si eso no era en ese momento una de las democracias más avanzadas de Occidente, no sé qué era, con todas las dificultades que tuvieran. Y eso ha quedado borrado de nuestra historia.
Tanto eso como las movilizaciones populares, de esas ocasiones en la historia en que se genera una energía colectiva y una convicción compartida entre mucha gente que no se conoce personalmente que les lleva a actuar juntos, como pasó en la proclamación de la Segunda República, en la defensa frente al golpe de Estado de la Segunda República, en la Transición o en el 15M.
Todas esas huellas se van borrando, parece que la historia solo puede hacerse desde arriba y desde las instituciones. Si se descubre que las instituciones están siendo, en fin, algo más parecido a la mafia que a la gestión de los bienes públicos para el bien público, pues no se admite, no se acepta la acusación. Y sigue habiendo esa enorme tensión entre un sistema que se defiende también intelectualmente. Es fundamental para el sistema la argumentación intelectual sólida que lo defienda.
¿Y no le parece que a veces da la sensación de que se hablan idiomas distintos, y no es que ya se discuta que haya una crisis de régimen, es que ni siquiera se asume ese concepto de régimen? Pasa también con la moción de censura, y las reacciones tan polarizadas que ha generado.
Yo creo que Unidos Podemos ha hecho, está haciendo, lo que tiene que hacer: presentar una moción de censura para sacar al PP del Gobierno. Primero, porque hay razones para hacerlo, y segundo, porque hay capacidad para hacerlo si hubiese voluntad. Hay mayoría parlamentaria de otros grupos para expulsar al PP, que es un partido que, con todo lo que estamos sabiendo, me parece a mí que no debe, no puede seguir gobernando. Me parece absolutamente coherente y necesaria y viable la propuesta de moción de censura tanto al Gobierno central como a la Asamblea de Madrid.
Ahora, Ciudadanos y PSOE no quieren, y no pueden explicar por qué no quieren. Y ahí se está trazando una frontera clara entre quienes defienden el sistema actual, que se caracteriza por la corrupción y por una cultura o incultura del beneficio económico personal por encima de todo. Y eso lo defienden el PP, el PSOE y Ciudadanos. Ciudadanos nace para sumarse a eso. Y frente a eso está Unidos Podemos. En fin, esto me parece una descripción objetiva de los hechos desde mi punto de vista.
Parece como si fueran culturas políticas, concepciones de la realidad distintas y formas de entender la política y el momento político distintas.
Bueno, yo creo que, al margen de los representantes institucionales y de los miembros de los partidos, en el conjunto de la sociedad hay una grave carencia de cultura política, que es otra de las consecuencias del modelo de transición que tuvimos y de la cultura de la Transición, y es: 'la política es cosa de los políticos profesionales. Fíjate qué gusto que tú no tienes que hacer nada. Con votar cada cuatro años, ya déjalo que todo va a ir fenomenal'.
Pues no. De alguna manera se ha fomentado ese 'tú dedícate a tus cosas, a tu vida, a tus niños, a tus amantes, a lo que sea, déjales ese marrón de la política a otros'. No sé quién popularizó esa frase, pero es absolutamente cierta: 'si no haces tú, la política te la hacen', y no en tu beneficio, sino para algunos beneficios privados.
Una de las virtudes de la Segunda República fue que hubo una toma de conciencia amplia de la ciudadanía como sujeto político colectivo con capacidad para tomar sus decisiones y participar en la gestión de lo que decidía, y eso es algo que la cultura de la Transición excluye por completo, la participación ciudadana en la política. Incluso está teorizado, en ese famoso informe Samuel Huntington, que la participación ciudadana en política tiene que tener límites para que una democracia sea gobernable, sea viable.
Eso es lo que rompe el 15M: marca un antes y un después diciendo por primera vez en 40 años “no nos representan”, “lo llaman democracia y no lo es” e incluso “el PSOE y el PP, la misma mierda es”, afirmación matizable, pero desde luego legítima.
El centro social La Ingobernable ha aprobado un manifiesto en el que dicen: “Estamos en contra del Madrid de OHL y de ACS, pero también de la cultura snob, elitista y excluyente”. Es interesante la importancia de la disputa por la cultura por el modelo cultural, por las concejalías de Cultura casi más que por las de Economía, como hemos visto en el caso de Barcelona.
La mayor apuesta de la República, siendo una apuesta enorme la intención de equilibrar el reparto de la tierra, la mayor apuesta es por crear una educación libre y crítica, laica, pública y ciudadana. La gran revolución que pretende el republicanismo de Manuel Azaña es crear ciudadanos libres mentalmente, y para eso construye miles de escuelas, no tantas como hubiera querido porque necesitaba de créditos de bancos, que le pusieron problemas. Formó a miles de nuevos profesores y, sobre todo, le quitó la educación a la Iglesia y basó su programa educativo en el espíritu de la institución de una enseñanza que se basaba en gran parte en aprender a través del placer. Aprender no para convertirse en una mercancía más cotizada, sino aprender para crecer como ser humano.
Y una de las primeras medidas que toma Franco en otoño del 36, recién elegido jefe entre los generales, es la purga del sistema educativo. Es una de sus primeras medidas, es uno de los frentes en los que más urgente le parece vencer. José María Pemán es uno de los encargados de purgar a los maestros y maestras republicanos y, por lo tanto, terminar con la posibilidad del pensamiento libre. Una de las siguientes medidas que toma Franco, esta ya en el año 40, es esa medida conocida como “statu quo bancario”, que prohibía la creación de nuevas entidades y reforzaba las más grandes de las existentes en la práctica, con lo cual consolida un poder bancario concentrado, un oligopolio bancario concentrado que a partir de entonces será el mayor poder en España para siempre de momento, que es lo que se trata de cambiar.
Realmente la economía y la cultura son las dos cuestiones. Pero cuando la economía se le da a un ministro de derechas, la cultura va a ser un adorno, porque una cultura crítica no es compatible con una economía que no tenga un fin social. La cultura tiene que ver con aprender a convivir y no se puede convivir cuando hay hambre o pobreza, no se puede, o se convive muy mal. Es demasiado violenta la situación.
El modelo cultural también marca los límites de lo que es respetable o lo que no es respetable: los titiriteros, Valtonyc, César Strawberry, Cassandra...
Una cultura libre no es compatible con un poder abusivo. Por eso la derecha siempre ha estado peleada con la cultura, porque quería una cultura de adorno, de ornamento. En fin. Y a cualquier opción política de espíritu emancipador a veces parece que le da miedo dejar libre a la cultura.
Si la cultura es crítica, será crítica con todos.
Y así ha de ser. Así ha de ser, sí, pero estamos viviendo un momento gravísimo para la libertad de expresión. En un momento de confrontación social hay que silenciar las voces críticas, es necesario. En eso están y hay gente en la cárcel por hablar, por cantar o por manifestarse en la calle, que eso también es una expresión cultural, salir a la calle a decir “no” es un acto que se puede considerar cultural.
¿Usted lo ha notado profesionalmente también?
La verdad es que algo me han comentado amigos del cine, de producción y tal. Dicen, 'hombre, Alberto, cuando hicisteis Gloria Muñoz y tú lo de los titiriteros, pues mi abuela lo ve en la tele y dice que tú eres proetarra'. Por asociación de ideas a propuesta de determinados medios de comunicación que han llamado proetarras en sus editoriales a los titiriteros y, por tanto, aquel que los defiende será que también simpatiza con ETA.
Pero nunca he tenido la menor constancia real de que yo haya perdido un trabajo por mi implicación política o lo que sea. Sí es cierto que tengo mucho menos trabajo en cine y televisión del que tenía antes, pero conozco a otros compañeros, que trabajaban también mucho antes y ahora poco, que no están metidos así, de forma tan evidente, en 'fregaos' políticos.
También hay modas, también aparece gente con mucho talento. No tengo constancia de haber sufrido ningún tipo de censura aunque sí me llegan comentarios y tal –“es que lo pones un poco difícil para contratarte”–, pero no digo que sea siempre así. También me han ofrecido películas y series que he dicho que no... No, la respuesta sería: no tengo constancia.
¿Y el teatro va bien?
El teatro va muy bien. Yo personalmente vivo del teatro de forma holgada. Un poco cansado, porque no paro. Ahora mismo mi autorretrato es un señor con una maleta en un tren o en un coche o en un autobús o en lo que sea, pero bueno, gano lo suficiente para vivir holgadamente solo a través del teatro. Y luego el proyecto en el que estoy metido, que es el Teatro del Barrio va bien, va bien.
Es la hostia, es increíble. Lo abrimos sin saber si sobreviviría al parto, y ya van a cumplirse cuatro años. Y lo que te decía, hemos pasado de diez socios impulsores a 430 o así, y se está haciendo verdad la idea del gobierno colectivo. En este teatro no hay director ni nada. El órgano de gobierno, el que marca las grandes líneas es la asamblea. Luego entre asamblea y asamblea, el órgano de gobierno es un consejo rector de 10 socios, que elige la asamblea, dentro del cual no hay jerarquía, toman las decisiones por consenso. Y sobre todo dinamiza y hace funcionar el teatro, aparte de las 10 personas contratadas profesionales, las comisiones de trabajo que forman voluntariamente los socios: hay una comisión que programa el contenido del teatro, hay otra comisión que elige las obras que se producen, hay otra comisión que estudia la viabilidad financiera del teatro, en la cual hay gente muy válida, economistas… Hay un exalto cargo del INI jubilado que está ahí, hay una comisión de comunidad que digamos que hace funcionar pues esa asamblea, resuelve los conflictos que surgen o intentan mejorar la comunicación entre todos.
Yo antes de esto creía que las cooperativas eran solo cooperativas laborales de trabajadores. Me entero de que hay cooperativas de consumo, economía social y solidaria, iniciativa privada con afán de servicio público. Para mí es todo un proceso de aprendizaje ciudadano y político el Teatro el Barrio. Realmente, yo puedo decir que soy un ignorante que empieza a leer y, por lo tanto, a ir disminuyendo poquito a poco su ignorancia a partir del 15M, o sea, antes no sé por qué tenía fama de actor comprometido. En mi vida he tenido apenas ninguna actividad política...
Por el “No a la guerra”, quizá.
El “No a la guerra”, aquella obra de Alejandro y Ana de la boda de Ana Aznar con Animalario... Alguna opinión así, lanzada al paso. Pero, a partir de la crisis y de esta explosión de miseria y mezquindad, me siento como ciudadano con el deber cívico de intentar comprender lo que pasa, y para eso es necesario leer mucho, hablar mucho y prestar mucha atención y, de alguna manera, intentar participar.
Si vives en un pueblito y hay un incendio, pues lo suyo es ponerse a la cadena para pasar el cubo de agua, para tratar de apagarlo. Pues lo mismo aquí, estamos viviendo un desastre provocado, no natural, y entonces habrá que intentar apagar el fuego y luego ver cómo reconstruimos el pueblo, y creo que, bueno, está bien que cada uno en la medida que pueda participe.
Y construye con el teatro.
Bueno, humildemente, pero toda contribución es humilde; algunas son más poderosas que otras, pero todas son útiles, y es la suma de todas lo que les da valor.