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Tiresias, el secundario del teatro griego que se vuelve protagonista: “Cuando el poder no escucha y hace oídos sordos”

La actriz Anabel Alonso en la obra 'Tiresias', en el Festival de Teatro de Mérida

Pablo Caruana Húder

13 de agosto de 2024 21:27 h

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Llega una de las apuestas teatrales más contemporáneas de esta edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida. Por primera vez, Carlota Ferrer dirigirá en el gran teatro romano.

Esta madrileña, que lleva más de 25 años dirigiendo, se dio a conocer con un montaje hace diez años con el que ganó un premio Max, Los nadadores nocturnos. Ferrer es osada. Es directora, coreógrafa, escenógrafa, vestuarista y actriz en los montajes que levanta. Dice tener un sentido wagneriano de la escena. Sus obras suelen tener, tanto textual como escénicamente, un corte visiblemente contemporáneo donde el cuerpo, lo visual y lo sonoro conviven. Ahora, le llega el reto de hacerlo en Mérida. Para ello, ha puesto todos los focos en uno de los secundarios de lujo del teatro clásico griego: Tiresias.

En los últimos tiempos Ferrer, después de años en un teatro más independiente, ha desplegado capacidades con grandes productoras como Focus (La casa de los espíritus, 2021) y Pentación (El beso de la mujer araña, 2022). Para esta ocasión en el festival extremeño, Ferrer se ha rodeado de los suyos: José Manuel Mora y Joan Espasa en el texto, los actores Carlos Beluga y Alberto Velasco, el músico Tagore González y el iluminador David Picazo. Además, Ferrer ha llamado a tres figuras de la escena: la soprano Paula Mendoza, la actriz Ana Fernández y a Anabel Alonso para el papel protagonista de Tiresias.

“Todos están para jugar a favor del proyecto. Si hay canción, cantan. Si hay movimiento, participan. Lo que haga falta”, explica Ferrer a este periódico quien también destaca la fisicidad de un actor como Alfredo Noval con formación en artes marciales, la ductilidad de Paula Mendoza a quien tilda como la “antidiva de la ópera”, a Carlos Beluga que toca la guitarra eléctrica en escena o a Alberto Velasco que además de actor es bailarín y coreógrafo. “Como del cerdo, yo aprovecho todo de los actores”, sentencia.

La clarividencia y el fracaso

Tiresias fue quien vaticinó a Narciso su perdición, quien viajó con Cadmo a las montañas para bailar y aceptar a Dionisio como deidad nueva en Las Bacantes de Eurípides. Tiresias fue quien llevó a Edipo ante la Esfinge, a quien también ayudó a descubrir que su mujer no era otra que su madre. Años más tarde sería también quien advirtiera de los peligros de una guerra cuando los hijos de Edipo, Polinices y Eteocles, se enfrentaron. Y, más tarde, quien intentó salvar a la hermana de Polinices, Antígona, cuando esta luchó para que su hermano pudiera ser enterrado según la ley sagrada de los muertos. Tampoco lo conseguirá.

Tiresias será testigo durante generaciones del destino de Tebas. Ni incluso muerto, ya en el Hades, cuando Ulises lo invoque para que le aconseje cómo volver a Ítaca, esquivará el fracaso. Sus consejos no podrán evitar que toda la expedición, a excepción de Ulises, sucumba en la isla de Helios. Esta es la historia de historias que Carlota Ferrer ha recogido junto a Mora y Espasa. “Hemos intentado darle una entidad propia a ese personaje secundario que tantos ríos de tinta ha generado a través de los siglos”, explica Ferrer.

La directora indica que ha dividido la pieza en dos partes. Una primera, más mitológica, sobre cómo Tiresias adquiere los poderes de adivinación; y una segunda que aborda sus apariciones en las tragedias donde se puede ver que ese don “es al mismo tiempo un castigo”, valora Ferrer, “puede ver todo lo que va a pasar, pero no puede cambiar nada”.

Quién goza más

Una de las relecturas de la actualidad sobre este mito es su cualidad transexual. Cuenta Ovidio en su Metamorfosis que Tiresias fue primero convertido en mujer y luego otra vez en hombre. Zeus y Hera recurrieron a él para que dijera quién tenía razón en una discusión sobre qué género goza más sexualmente. Tiresias afirmó que el hombre experimenta una décima parte de goce que una mujer. Helenistas como la francesa Nicole Loraux dedicaron estudios en el siglo XX a este tema. Antes, Guillaume Apollinaire estrenó Las tetas de Tiresias (1917), una soflama antibelicista y feminista que contó la dirección de Max Jacob y los dibujos de Pablo Picasso.

Carlota Ferrer incluye este pasaje de Ovidio en la obra, pero dice que no ha querido darle mayor trasfondo. “No quería recalcarlo, sino simplemente contarlo y que se viera con total naturalidad”. Eso sí, la directora cuenta con una actriz para su papel. El proyecto comenzó con Eusebio Poncela como Tiresias, actor con el que esta directora ya había trabajado en obras anteriores pero “por razones personales, agenda y otros compromisos, no ha podido ser esta vez”, confirma la directora.

Ahí se decidió a llamar a Anabel Alonso que en esos momentos estaba protagonizando La Celestina y “todo encajó, Anabel está estupenda”, explica Ferrer que además afirma haber descubierto a una actriz que desconocía. “Me parece una gran actriz dramática, no solo de comedia, está llena de aristas, volveré a trabajar con ella, veo que tiene unas posibilidades que están todavía por explotar”, afirma.

Sí ha querido hacer mayor hincapié, afirma Ferrer, en el plano político. “La figura de Tiresias pone de relieve cómo el poder no escucha y hace oídos sordos. No se trata de que Tiresias tenga poderes mágicos, sino que tampoco escuchamos a nuestros mayores, a aquellos que han visto que las experiencias son cíclicas y pueden advertirnos de los peligros”, afirma esta directora que dice que ahora mismo “con dos guerras en marcha esa lectura está bien presente”.

Ferrer afirma que se aleja de todo aleccionamiento, pero al mismo tiempo subraya que hay elementos que son difícilmente soslayables. “Cuando vemos a Antígona que no puede enterrar a su hermano no solo están presentes las guerras sino también realidades que nos son más cercanas”, explica Ferrer aludiendo a problemas como la migración o la propia memoria histórica. “Desgraciadamente, dice Antígona en esta función, todas las actrices del planeta la representarán una y otra vez. Es bastante triste y duro saber que esto no va a parar”, concluye Ferrer que además de Atenea interpreta en escena a la propia Antígona.

La fórmula Cimarro

El Festival de Mérida afronta su recta final afianzando su modelo y sacando pecho. En la presentación ante los medios de Tiresias, el director del festival, Jesús Cimarro, adelantó las cifras de su gran apuesta de este año: Medusa, protagonizada por Victoria Abril. Diez funciones con el cartel de no hay entradas y más de 32.000 espectadores. El modelo es claro: intérpretes bien conocidos, comedias y adaptaciones modernas de los mitos clásicos como reclamo.

Este año la cosecha ha seguido la línea de otros años. Si bien la asistencia de público ha mejorado frente a otras direcciones anteriores también hay críticas sobre el nivel de la programación. “Hay una fórmula socioeconómica que ha conseguido Cimarro: lo que es del rey es del rey”, dice Carlota Ferrer. “Está claro que llenar 3.500 personas por función no es fácil. Los que trabajamos en Madrid sabemos lo que cuesta llenar una sala de 200 personas. Cimarro ha apostado por que haya cabezas de cartel y es verdad que mucha de la gente viene a Mérida a ver a su actor en vivo y en directo”, explica Ferrer, que pudo asistir a una función para ver a Victoria Abril. “Fue salir a escena y la gente se ponía a aplaudir, como en un concierto de U2. Hay fans que van directamente a verla, luego ya si la obra les interesa pues estupendo. En mi caso, estoy haciendo el mismo tipo de trabajo que cuando estreno en otros teatros”, concluye la directora, que además es coproductora de este montaje que ya está preparando una larga gira a partir del próximo enero.

Llenar 3.500 personas por función no es fácil. Los que trabajamos en Madrid sabemos lo que cuesta llenar una sala de 200 personas. Jesús Cimarro ha apostado por que haya cabezas de cartel y es verdad que mucha de la gente viene a Mérida a ver a su actor en vivo y en directo

Carlota Ferrer Directora escénica

Durante estas semanas hay un tema en el mundo del teatro que está en todas las bocas y charlas: el desenlace de la dirección de Lluís Homar al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, la cual abandonará el próximo mes diciembre. Ya se están elaborando los pliegos para el concurso de la nueva dirección que tendrá que resolverse en los próximos meses, y una pregunta de fondo va calando en la profesión: ¿cómo deben ser los contratos de las direcciones artísticas de los teatros públicos?

Carlota Ferrer tiene una dilatada experiencia. Hace veinte años ya era ayudante de directores como José Luis Gómez, Alex Rigola o Krystian Lupa. Vivió muy de cerca el difícil momento de la dimisión voluntaria de Alex Rigola en los Teatros del Canal ante la “brutal violencia” policial en Cataluña del 1 de octubre de 2017. Una dimisión inédita en un responsable de cultura. Luego la nombrarían directora artística del Corral de Comedias de Alcalá, para pasar a ser en 2019 directora del Festival de Otoño de Madrid. Su cese como directora de este festival fue polémico y uno de los primeros golpes en la mesa de la hoy concejala de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, Marta Rivera de la Cruz, en su día responsable de la consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid. Ferrer sabe lo que es lidiar con los poderes públicos.

El caso de Lluís Homar

“Tengo mucha confusión”, admite Ferrer cuando este periódico le pregunta sobre el caso de Lluís Homar. “Hemos leído muchas cifras, es claro que un director debe poder dirigir una vez al año pero también que no tiene que abusar de su presencia artística en la gestión”, admite. “Pero estaban contratando a un actor y además fue la Administración quien le hizo hacer trampas para poder cobrar, ¿ahora tiene él que asumir toda la responsabilidad y ninguna la institución?”, se cuestiona.

El INAEM estaba contratando a un actor y además fue la Administración quien le hizo hacer trampas para poder cobrar, ¿ahora tiene él que asumir toda la responsabilidad y ninguna la institución?

Carlota Ferrer Directora escénica

Cuando se le pregunta sobre el modelo que cree que hay que seguir en un teatro público, Ferrer dice que no cree en la división de si tiene que ser un gestor o un creador quien debe acometer la dirección. “He visto a creadores como Àlex Rigola o a gestores como Manolo Yanes en el Teatro Central de Sevilla hacer maravillas. También he visto a directores que cuando estaban al frente de un teatro han dirigido más que en toda su vida y a gestores muy faltos de vuelo poético que lo que han hecho es un sopa para todos”, señala.

Ante el debate que esgrime las alas más liberales y conservadoras del sector de si los mejores pueden estar dirigiendo los grandes teatros públicos con un sueldo de 80.000 euros, Ferrer dice tenerlo claro: “Creo que es un sueldo más que digno, más en esta profesión tan precaria. Yo, Carlota Ferrer, aceptaría. Me parece que hay una experiencia donde puedes salir de tu ego y generar para la profesión. Ya no eres tú como artista, sino que pones toda tu creatividad y capacidad de gestión al servicio de la sociedad”.

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