Cuenta Elena García-Oliveros, más conocida por su alterego artístico Toxic Lesbian, que actualmente es más difícil para la mujer emprender el camino hacia la masculinidad que al contrario, cuando un hombre adopta atributos femeninos. Muchos de sus trabajos consisten en dar voz a aquellas mujeres que, desde diferentes lugares de la sociedad, deciden explorar su identidad de género. “La masculinidad femenina es un terreno vetado tradicionalmente a las mujeres. Digamos que los hombres pueden adentrarse en su feminidad, explorarla y visibilizarla, pero a las mujeres que se adentran en la masculinidad se les penaliza”, explica.
Desde el año 2007, la producción de Toxic Lesbian ha consistido en indagar en este tipo de cuestiones. “El tema de la identidad de género me interesa porque es el primer escollo para la discriminación. Por lo que te van a pegar, insultar o discriminar no es porque seas gay o lesbiana, eso no se sabe. Lo que sí se sabe es si tienes pluma, si eres un mariquita o si eres una bollera. Al final lo que te termina penalizando es tu identidad de género”, concluye.
Toxic Lesbian intervino este miércoles dentro del ciclo Pero… ¿Que es queer?, en el CA2M de Móstoles, Madrid. Un curso abierto al público donde se pretende dialogar con artistas, teóricos, colectivos y activistas acerca de uno de los vocablos de mayor difusión en las prácticas artísticas contemporáneas de los últimos años: lo queer.
El término queer ha sido heredado del contexto anglosajón y suele traducirse, a grandes rasgos, como raro o extraño. Al final, la palabra se la han terminado apropiando las teorías y discursos de género, un lugar propicio para la experimentación y el debate continuo.
“Queríamos trasladar esa palabra a la práctica y las teorías que se están haciendo aquí”, explica Yera Moreno, una de las organizadoras del ciclo, junto a Eva Garrido. “En función de eso, hemos invitado a artistas, teóricas e investigadoras cuyo trabajo nos interesa”. Entre ellos se encuentran Cabello/Carceller, Tatiana Sentamans, Silvia L.Gil, Jesús Martínez Oliva, las propias coordinadoras, en calidad de educadoras y Toxic Lesbian.
Tomboys, Marimachas, Trans, Bedesemeras
Historias de camioneras, chicazos, marimachos, bolleras y todo lo relacionado con el universo transgénero, por delimitar mínimamente el marco de acción, es de lo que se ocupa García-Oliveros. “Mis proyectos se basan en convivir con las comunidades con las que trabajo. No se improvisa. En muchos casos la convivencia y el trabajo con ellas puede durar 5 o 6 años”, relata la artista y directora. “Unas veces se concreta en una performance o un cortometraje y otras en un proyecto de arte público con una institución, por ejemplo”.
Es necesario incidir en el tratamiento de la imagen pública que se realiza de estas personas, sobre las que se pone un especial cuidado: “Yo trabajo con la viralización de piezas y entiendo que hablar de tu intimidad da mucho vértigo”, comenta. De esta manera se cuenta con la ayuda de una asesoría legal, para que las personas que van a entregar su imagen y sus palabras no sientan que se hará un uso abusivo de ello.
El año pasado presentó en varios festivales de cine Tomboys, Marimachas, Trans, Bedesemeras. Versiones de la masculinidad femenina, una película documental de carácter experimental en el que se adentraba en las vidas de Delfy, Emmanuelle, Leticia y Dita. Un ejemplo del intento de visibilización por el que Toxic Lesbian lucha diariamente.
Presente y futuro
El proceso de normalización es duro y aun queda mucho camino por recorrer, sin embargo Toxic Lesbian y Yera Moreno están de acuerdo en que algo se ha avanzado. “El nivel que hay ahora mismo de visibilidad de las prácticas y los discursos queer es mucho mayor que, por ejemplo, el que había en los noventa con artistas como Cabello/Carceller o Jesús Martínez Oliva”, describe Moreno. “Incluso en ese momento había una sequía teórica de textos, de hecho la mayoría de los libros norteamericanos ni siquiera se tradujeron y era difícil que llegaran aquí”.
Por su parte, García-Oliveros comenta que hay que tener cuidado, porque todo puede cambiar en cualquier momento. “Tengo 49 años. He estado trabajando 15 años en Amnistía Internacional y he sido en dos ocasiones observadora internacional, dentro de las manifestaciones LGTBI en Europa del Este”, detalla. “Da mucho miedo el avance de ciertas ideologías y el empleo de la violencia en determinados países, aunque haya un avance y una consolidación que parece no va a tener vuelta atrás, todo se puede caer como un castillo de naipes”.