Tres libros sobre fantasmas para temblar en el Día de Todos los Santos
Antes que una sábana blanca con dos agujeros pintados, un fantasma podía ser un reflejo o una luz. De hecho, el término fantasma viene del mote latín phantasma, que a su vez proviene del griego φάντασμα, cuya raíz -el verbo phanein-, significa aparecer, brillar, mostrarse. Para los griegos, que eran muy suyos, un fantasma podía significar cualquier imagen mental que fuésemos capaces de imaginar. Bastaba con que la viésemos en nuestra cabeza. No es casualidad que fantasma y fantasía tengan al misma raíz.
Ya se llame Día de Muertos, dos finados, de Todos los Santos o de Difuntos, o la importada Halloween, en estas fechas se cultiva el gusto por los relatos sobrenaturales llenos de fantasía, criaturas extraordinarias, apariciones y fantasmas.
Pero ¿qué sabemos de los fantasmas? Tal vez desconocíamos que el término Poltergeist, por ejemplo, se empleó por primera vez en círculos luteranos y aludía a un fenómeno muy popular en la Alemania del siglo XV, cuando la presencia de duendes y hadas que hacían destrozos en cosechas y haciendas era el pan de cada día. O que el aspecto de gran parte de los fantasmas contemporáneos demuestra poca imaginación, pues se constatan apariciones de estética blanquecina y sábana limpia con agujeros en los ojos desde la Roma Imperial. Sea como sea, sabemos poco de espíritus y qué mejor momento que Halloween para aprender un poco más.
Fantasmagoría: magia, terror, mito y ciencia
Fantasmagoría: magia, terror, mito y ciencia
Como decíamos, un fantasma no es más que una imagen mental. Al menos etimológicamente. Este concepto es el que analiza Ramón Mayrata en Fantasmagoría: magia, terror, mito y ciencia, extenso ensayo en torno al arte de representar figuras inquietantes por medio de una ilusión óptica. Crear fantasmas que impresionaban profundamente a la mente más desarrollada del siglo XVIII era también una forma de magia cuya huella se nos escapa. Tanto es así que sin las fantasmagorías probablemente no existiría el cinematógrafo.
Aunque la palabra, actualmente en progresivo e injusto desuso, se haya utilizado durante las últimas décadas como metáfora de fantasía política, económica o psicológica, hubo un momento en que una fantasmagoría era la unión de tecnología, arte e imaginación. Era un espectáculo de magia.
Increíblemente ameno, gracias a su lenguaje, y cercano por su habilidad para hacer contemporáneo un tema vetusto, este libro editado por La Felguera nos cuenta que gran parte del concepto actual de ‘fantasma’ proviene del ilusionismo del siglo XIX. La estética fantasmagórica y el imaginario de la reencarnación que tiene que ver con seres brillantes semitransparentes capaces de caminar entre nosotros es producto de esforzados ilusionistas. Profesionales que aplicaron las más complejas innovaciones técnicas a juegos de luz en sitios oscuros e hicieron creer que los espíritus existían.
“Estas sombras y luces, suscitadas mediante la aplicación de conocimientos científicos, cumplían funciones mágicas religiosas relacionadas con un animismo original”, nos dice Mayrata, poeta, novelista y productor. Revivir a los muertos y verlos brillar, hacerlos pasearse entre las butacas de una sala oscura, creó una idea de fantasma que aún hoy perdura. Aunque fuese todo un ambicioso truco de magia. De paso, influyó sobremanera en la concepción del espectáculo como experiencia intransferible del espectador, siendo no solo precursor del cine, también de la realidad virtual, fantasmagoría de la era digital.
Fantasmas: apariciones y regresados del más allá
Fantasmas: apariciones y regresados del más allá
En el siglo I d.C., Ovidio, el poeta de La metamorfosis, contaba que en sus años mozos realizaba un ritual para alejar a los espíritus durante el día de las fiestas de los familiares -las Parentalias que se celebraban en febrero y no en octubre-.
Consistía en tirar alubias a las casas al grito de “manes exite paterni!”, y se venía a decir que aunque los antepasados fuesen respetados, si se les ocurría pasarse por el mundo de los vivos, no serían bien recibidos. De ahí viene gran parte de la concepción de la invocación, posesión y Poltergeist.
Lejos de ser una anécdota, lo de Ovidio viene a definir Fantasmas: apariciones y regresados del más allá, de Alejandra Guzmán Almagro. Estamos ante una profunda y fantástica aventura literaria a través de la idea de aparición a lo largo de siglos y culturas editado deliciosamente por Sans Soleil. Desde el primer cuento de fantasmas de la literatura occidental que desarrolla el motivo de la casa encantada -una carta escrita por Plinio el Joven-, hasta la concepción cristiana del fenómeno, pasando por la ouija, los fantasmas vengativos o las primeras 'chicas de la curva'.
“Los fantasmas se cobijan al abrigo de una variedad de relatos que se generan de acuerdo con las inquietudes humanas a las que pretende dar respuesta”, nos cuenta Alejandra Guzmán, doctora en Filología Clásica en la Universidad de Barcelona. Con su libro vemos que siempre nos hemos contado las mismas historias de miedo, cambiando aquí y allá el decorado a lo largo de los siglos.
Desde la Antigüedad, todas las historias de miedo giran en torno a la inquietud omnipresente acerca de la muerte y el destino del alma tras ella, pasto sobre el que se han labrado la mayoría de imaginarios espectrales. Pero no nos bastó con que los muertos estuviesen en los infiernos de Homero o de Dante. Teníamos que vincularlos a nuestro universo terrenal. Literariamente, “las consecuencias de este vínculo son dos: la comunicación con los difuntos es posible y la transgresión de fronteras entre los dos mundos también lo es”.
Yokai, monstruos y fantasmas de Japón
Si con los anteriores títulos podemos ver la construcción estética y narrativa del concepto de fantasma occidental, lo que propone este libro editado por Satori nos lleva más lejos. Yokai, monstruos y fantasmas de Japón es una guía ilustrada de los yokai más importantes de las leyendas clásicas.
Un yokai es una especie de criatura o demonio extraterrenal típica del folclore japonés cuya influencia sobre la cultura oriental es semejante a la de nuestros aparecidos, pero con formas y orígenes muchísimo más variados. No solo se utilizaban para explicar fenómenos naturales, también regían tradiciones y rituales que marcaban el devenir de la cultura nipona según la estación del año o la situación geográfica de sus apariciones.
Estos monstruos y apariciones se relacionaban con los humanos como lo harían los fantasmas occidentales en nuestras historias: aparecían en rincones oscuros de las casas, guiaban a personas perdidas en el bosque hasta la carretera más cercana, salvaban a navegantes de hundimientos, o hacían arder casas con maldiciones familiares.
Un delicioso libro que se suma a la labor editorial por dar a conocer este fenómeno de la cultura nipona, después de publicar el espectacular Yokai, mapa del japón mitológico y trabajando ahora por editar la célebre Enciclopedia de Yokais de Shigeru Mizuki.
Yokai, monstruos y fantasmas de Japón nos invita a dejar de mirarnos ombligo y movernos en el terror y lo sobrenatural de fuera de nuestras fronteras. Nos lleva lejos para descubrir conceptos cercanos: ya fuere en la antigua Grecia o en el Japón de la era Meiji, todos hemos enfrentado fantasmas, aprendido de los espíritus o asustado con ellos.
Antes que una sábana blanca con dos agujeros pintados, un fantasma podía ser un reflejo o una luz. De hecho, el término fantasma viene del mote latín phantasma, que a su vez proviene del griego φάντασμα, cuya raíz -el verbo phanein-, significa aparecer, brillar, mostrarse. Para los griegos, que eran muy suyos, un fantasma podía significar cualquier imagen mental que fuésemos capaces de imaginar. Bastaba con que la viésemos en nuestra cabeza. No es casualidad que fantasma y fantasía tengan al misma raíz.
Ya se llame Día de Muertos, dos finados, de Todos los Santos o de Difuntos, o la importada Halloween, en estas fechas se cultiva el gusto por los relatos sobrenaturales llenos de fantasía, criaturas extraordinarias, apariciones y fantasmas.