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Díaz-Cardiel, preso político del franquismo: “El PSOE de los 202 diputados podría haber exhumado al dictador sin problemas”

El histórico militante del PCE Víctor Díaz-Cardiel

Emilio J. Salazar

Alicante —

Estuvo ocho años entre rejas como preso político; pasó por cuatro cárceles distintas; tuvo dos alias para ocultar su identidad y todavía guarda fidelidad a un único partido, el comunista. Se llama Víctor Díaz-Cardiel y es una de las voces más esperadas este domingo en los actos de las jornadas internacionales ‘Políticas y prácticas de Memoria Histórica y Democrática’ organizadas por la Presidencia de la Generalitat Valenciana, la Conselleria de Justicia, Administración Pública, Reformas Democráticas y Libertades Públicas y la Comisión Cívica de Alicante para la Recuperación de la Memoria Histórica y que se están celebrando desde el pasado jueves en la capital de provincia con motivo de los 80 años del final de la contienda.

Díaz-Cardiel nació poco antes de que estallara la guerra, en 1935. Sus padres, estrechamente vinculados al partido comunista (PCE), le pusieron de nombre Víctor, pero la clandestinidad a la que se unió cumplidos 24 años tras viajar a Inglaterra y Francia “y ver mundo y comprender muchas cosas” le bautizó como Lucas primero, y tras la detención de un compañero como Carlos.

Pronto se convirtió en oficial metalúrgico de segunda en la fábrica Euskalduna de Madrid donde se organizaron para secundar una huelga en 1962 en solidaridad con los paros de los mineros asturianos, duramente reprimidos por el franquismo. “Demostramos que pese al miedo podíamos hacer ruido”, señala con cierto orgullo sobre unas acciones de protesta que marcaban el inicio del despertar sindical que continuó después.

Un despertar que Víctor se perdería por su ingreso en prisión. La primera vez estuvo entre abril de 1965 hasta su puesta en libertad en el verano de 1972. Pero fue salir en libertad y al poco tiempo volvió a una celda seis meses tras el asesinato de Carrero, que coincidió con el juicio a la dirección de CCOO por el conocido Proceso 1001. Más tarde llegaron a juzgarle –y dejarle libre sin cargos- por terrorismo; y una vez muerto Franco y mientras toda España estaba atenta al sorteo de la Lotería de Navidad, el 22 de diciembre de 1976 Díez-Cardiel volvió a ser detenido hasta su puesta en libertad el último día del año.

Torturas

Pese a todo su periplo por varias cárceles de España en su primera privación de libertad -pasó por la de Carabanchel, le siguió el “horror” de Calatuyud donde las ratas “eran tan grandes” que no pegaba ojo, al poco tiempo la de Soria donde protagonizó con otros presos una huelga y por último Segovia- recuerda la prisión como sinónimo de “alivio” tras ser torturado por la Brigada Político Social.

Antes de pasar 72 horas oficiales, casi 80 según mantiene él, de golpes y maltrato psicológico, llegó su detención. Era abril de 1965 y su vida en la clandestinidad iba a ser descubierta a las dos de la madrugada. “Llamaron a mi casa a esas horas, pregunté quién era y no contestaron hasta que dijeron ‘la policía’. Me apresuré en quemar todos los documentos que podrían vincular a mis compañeros de la fábrica y de otros de la universidad”.

Según cuenta a eldiario.es en un relato que ya recogió el libro Así fue la dictadura. Diez historias de la represión franquista (Debate), de Pablo Ordaz y Antonio Jiménez Barca, escuchó decir a la policía, acompañada del sereno del edificio, que estaban buscando a un atracador de bancos. “Entonces yo salí al balcón y grite que no era ningún ladrón, ‘yo soy comunista’, dije”. En ese momento tiraron la puerta abajo y seis agentes lo redujeron, “se llevaron todos los documentos que no se habían quemado”, incluso intuye que algún panfleto o revista propagandística que había hecho circular por Madrid. “Pero la cosa más miserable que recuerdo es que los tipos rajaron el cochecito de mi hijo, que tenía siete meses, para ver si había oculta propaganda”, dice cabreado.

De su casa lo trasladaron a la Dirección General de la Brigada Político Social donde se le ha quedado grabada en la memoria dos cosas. Primero, pasar buena parte de los tres días en cuclillas con las esposas por detrás, en la espalda “que me las pisaban para que me doliera más”; y el turno de golpes que ellos mismos llamaban la botella borracha que consistía en que el detenido hacía de botella mientras era vapuleado entre siete u ocho agentes “hasta que pierdes el sentido, te bajaban para descansar y cuando cobrabas el sentido te volvían a subir para volver a empezar”.

Aun así, añade, no le extrajeron información porque logró mantenerse firme y además lo habían confundido con Paco Romero Marín, un dirigente del partido que no detuvieron hasta finales del franquismo. Pese a que Romero le sacaba 15 años, le obligaron a ponerse unas gafas y quitárselas “durante un buen rato hasta que cayeron del burro y pensaron que con ellas tampoco me parecía a Paco”.

La democracia y Franco

Sobre la exhumación de Francisco Franco, Díaz-Cardiel lo tiene claro: “El PSOE de los 202 diputados, el de 1982, podría haber exhumado al dictador sin problemas, tenía mayoría absoluta y por tanto un respaldo social incomparable, por lo que sacarlo del Valle de los Caídos habría sido menos complicado de lo que está siendo ahora”.

Es más, a su juicio, “ahora están aflorando cosas que parecía que estaban enterradas como la ultraderecha y esto es porque no se hizo las cosas como se tenían que hacer cuando se debía”. Al final cree que si PP, Ciudadanos y Vox gobiernan en España la recuperación de la memoria democrática en la que anda inmerso con eventos como el de Alicante “sufriría un mayor retroceso del que tiene ya este país”.

Un auge de las derechas que ha crecido al calor del independentismo de Cataluña, lo que nos lleva a preguntarle si él, que ha sido preso político, incluye en ese término a los líderes del procés. “He tenido oportunidad de hablar con diputados de Esquerra Republicana de Catalunya por cuestiones de memoria histórica y les he pedido que lleven cuidado con esta definición porque no nos deberían equiparar cuando se refieren en esos términos ya que creo que a los catalanes independentistas no los han torturado como a nosotros…”, argumenta.

La izquierda

Considerado un histórico militante comunista, su vinculación con el PCE continuó con la transición y la llegada de la democracia, ostentando cargos como la secretaría general en Madrid o la dirección de la Fiesta del PCE, “que nos salió muy bien hasta que empezaron las cosas a declinar”.

Actualmente vinculado a Izquierda Unida, le preguntamos por la división que parece que se ha acentuado de cara a las próximas citas electorales entre una izquierda que acudirá más atomizada que nunca en plazas como Madrid. “Es algo que no deja de sorprenderme, seguimos sin tener la capacidad de entender la realidad y las circunstancias que nos ha puesto en la pista Andalucía”, concluye.

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