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La adolescente nacida en España que llegó a nado a Ceuta huyendo del maltrato

Aquellos menores no devueltos permanecen a la espera en los múltiples pabellones dispuestos por las autoridades para albergar a los más de 4.000 migrantes menores de edad que han cruzado la frontera durante estos días

Gabriela Sánchez

Ceuta —
20 de mayo de 2021 22:52 h

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El estruendo del helicóptero y las carreras de la gente por las calles de su ciudad, inquietaron a Marian (nombre ficticio). La adolescente marroquí, de 17 años, corrió a llamar un familiar. Le preguntó por la razón de tanto barullo: “Están saltando para España. Han dejado pasar a todo el mundo”. La chica colgó el teléfono, cogió una muda y embaló con film transparente sus documentos personales. Entre ellos, había un libro de familia emitido en Ceuta, la ciudad donde nació y donde ha trabajado su madre durante décadas como empleada del hogar transfronteriza.

Su teléfono lo dejó en casa. No quería que ninguna de las personas que dejaba atrás pudiera contactarla, aunque su familia ya sabe dónde se encuentra. La voz de Marian se interrumpe al explicar qué le dijo su madre cuando supo que se había marchado. No llora por lo que le dijo, sino por lo que no le dijo.

La adolescente llevaba dos semanas sin acudir al colegio, a pesar de las buenas notas a las que acostumbraba. Tenía “depresión”, cuenta, aunque prefiere no detenerse en las razones. Repite que en casa tenía “problemas” y vivía una situación de maltrato.

Marian, con una pequeña bolsa sobre su hombro, camina nerviosa hacia la cuestionada nave que aloja a cerca de 400 menores migrantes llegados durante la última semana a la ciudad autónoma sin la compañía de un adulto. Mientras varios niños trepan por verjas y corren sobre los tejados para escapar de este espacio policial, la chica se dirige a rogar que la acojan.

Es una de las 8.000 migrantes que rodearon a nado los espigones fronterizos de Ceuta a principios de esta semana. Cuando llegó a la ciudad, caminó hasta el barrio de El Príncipe en busca de varios conocidos. Les pidió que llamasen a su hermano mayor, residente en la ciudad autónoma desde hace años para que fuera a buscarla. Hasta ahora se había quedado en su casa. “Aunque le gustaría acogerme, no podía hacerse cargo de mí”. La menor tuvo que volver a preparar sus cosas, y salió de casa este jueves en busca de un lugar donde quedarse. Un vecino del barrio se la encontró y, sin conocerla, la acompañó hasta la nave.

“Quiero que me acojan para terminar mis estudios”

“Quiero que me acojan para terminar mis estudios y poder tener un futuro a lo largo de mi vida”, dice la chica en el polígono. La menor no piensa ahora en viajar a la península: “Quiero estudiar y estar aquí tranquila un tiempo. Si luego surgiese una oportunidad, quién sabe, pero ahora no”. Le gustaría ser periodista, y por eso estudiaba mucho en el colegio, hasta que los problemas aumentaron en casa: “Sacaba muy buenas notas, me gustaba mucho Lengua, Español e Inglés, pero tuve que dejar de ir”.

La adolescente, a la que le falta un mes para cumplir los 18 años, teme que una vez alcanzada la mayoría de edad las autoridades puedan devolverla a su país. “¿Podrán darme los papeles en este tiempo?”, se pregunta inquieta. El Gobierno trabaja en una reforma del reglamento de Extranjería para acelerar estos trámites -obligatorios para las autonomías- y que niñas como Marian no acaben en situación irregular sobrevenida cuando alcancen la mayoría de edad, pero la normativa aún se encuentra en trámites.

La niña conoce bien Ceuta. Cuando nació, su madre residía en la ciudad como trabajadora del hogar. Al ser empleada transfronteriza, tenía derecho a trabajar en España, pero no a pernoctar, aunque ella lo tuvo que hacer durante un tiempo. Cuando Marian era “muy pequeña”, su familia se fue a vivir de nuevo a Castillejos, la localidad marroquí más cercana al enclave español. Como residente en esta zona, la adolescente podía cruzar la frontera con su pasaporte con libertad. Hasta hace dos años, cuando caducó su documento.

Desde entonces, había entrado varias veces a Ceuta a nado, pero no con la intención de migrar. “Solo para visitar a mis conocidos y mi hermano, y volvía”, comenta la chica. “Soy buena nadadora”.

Desde el inicio de la pandemia, la frontera está cerrada por las restricciones sanitarias aplicadas por Marruecos. “Hasta ahora no quise quedarme, lo hago ahora porque tengo muchos problemas”.

Marian se aproxima a la puerta del polígono nerviosa, tocándose las manos sin parar. El policía al mando del espacio la mira de arriba abajo y duda de su edad. La menor se pregunta qué pasa, mientras sus ojos se humedecen. Teme que la dejen en la calle o tener que volver a depender de su familia. El agente comprueba su documentación varias veces. Tiene 17 años.

-¿Está segura que quiere estar aquí? Aquí hay cientos de niños y pueden hacerle algo porque no hay separación entre niños y niñas. Yo esperaría unos días más, aunque sea en la calle, para que podamos buscarle un lugar mejor.

Ella asiente. “Sí. Y sé que no son buenas las condiciones. Pero, no me importa, no tengo otra cosa. Ahí puede empezar mi futuro”. El agente insiste una vez más en que no es un lugar del todo seguro para ella, a pesar de que el mismo espacio aloja a otras niñas. “¿Pero no están ustedes velando por su protección?”, le pregunta elDiario.es. “Nosotros estamos ahí, pero no podemos llegar a todo”.

La menor insiste de nuevo. Quiere empezar su vida sin depender de todo lo que deja atrás.

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