La carrera por contener a la más grande epidemia de Ébola en la historia ha sido, en realidad, un maratón. Hace un año, en veranos de 2014, llegué a África Occidental y me encontré con que el virus estaba arrasando la región. Estaba destruyendo familias y haciendo trizas los lazos sociales, mientras que las autoridades nacionales y un puñado de organizaciones humanitarias luchaban desesperadamente contra este implacable e invisible enemigo.
Al regresar a Liberia, Guinea y Sierra Leona tres meses después, cientos de personas seguían enfermando cada semana. Era imposible identificar cómo se habían contagiado o descubrir con quién habían tenido contacto. En ese momento, el apoyo internacional finalmente había comenzado a llegar, y los preparativos para empezar los ensayos clínicos de tratamientos y vacunas experimentales estaban en camino.
La semana pasada regresé de nuevo a la región y me alivió ver qué lejos hemos conseguido llegar. Aunque aún nos falta camino por recorrer, hoy por fin tenemos los medios para acabar por fin con la epidemia.
Durante meses se han registrado unos 20 o 30 nuevos casos de Ébola por semana. La semana pasada hubo solo tres. Las nuevas cadenas de infección ahora son investigadas más rápida y eficazmente, permitiéndonos rastrear la propagación del virus en las comunidades. Las autoridades nacionales están demostrando un gran liderazgo y han mantenido sus esfuerzos para terminar con el brote.
Aunque todos ansiamos una señal de que el final está cerca, el único pronóstico confiable en esta epidemia ha sido su imprevisibilidad. Ha crecido y ha disminuido; a veces, justo cuando parece que ya se ha extinguido en un área, una persona enferma que fue pasada por alto o un funeral inseguro provoca que aparezca el virus otra vez.
Pero la señal más alentadora hasta el momento son las conclusiones de las pruebas de una nueva vacuna contra el Ébola en Guinea que fueron publicados hace dos semanas y cuyos resultados han sido bastante prometedores. Si bien la vacuna VSV no podrá terminar por sí sola con la epidemia, esperamos que sea una herramienta adicional para que finalmente podamos detener al virus.
Aunque nos sentimos más esperanzados que nunca, tenemos miedo de bajar la guardia ni siquiera un instante. La meta es llegar a los cero pacientes durante 42 días -el doble del periodo de incubación del virus-; un país o región sólo puede ser declarado como una zona libre de Ébola después de que se cumpla ese periodo.
Para alcanzar esa meta se necesita perseverancia, no mera terquedad; se necesita seguir rastreando minuciosamente a cualquier persona que haya tenido contacto con alguien enfermo de Ébola, identificar y responder tempranamente a los nuevos casos, y asegurarnos de que los funerales se realicen de forma segura.
La clave para el éxito está en ganar la confianza de la comunidad local. Nuestros equipos de promoción de la salud en Forécariah, Guinea, me han dicho que desde que los casos de Ébola se incrementaron de nuevo este verano, han ido de casa en casa diariamente para explicar a cada familia cómo se transmite el virus, cuáles son los síntomas, qué hacer si alguien se enferma y cómo cuidar de ellos de una manera segura.
Las historias que han escuchado de algunos habitantes pueden parecer sorprendentes en este punto tan avanzado de la epidemia: escepticismo al creer que el Ébola no es real, los rumores de que la enfermedad se transmite por los extranjeros en trajes espaciales, o que puede ser curado con medicina tradicional. Pero tomarse el tiempo de escuchar y responder estas dudas a nivel personal es algo que claramente funciona.
La verdad es que el impacto del Ébola será mucho más duradero de lo que imaginamos. Los sistemas de salud de Guinea, Liberia y Sierra Leona, que ya estaban debilitados antes de la epidemia, ahora están hechos trizas. Cientos de trabajadores médicos, trágicamente, están muertos. Mientras tanto, los supervivientes de Ébola necesitan nuestro apoyo continuo. Vencer al virus ha resultado ser el primer obstáculo a superar, seguido por complicaciones médicas que aún no comprendemos totalmente; todo esto mientras lidian con el estigma dentro de sus comunidades.
Cuatro de cada diez personas en Sierra Leona conocen a alguien que ha muerto, ha estado en cuarentena o ha sobrevivido al virus. Estos países están de luto y aun así continúan demostrando un enorme valor y determinación.
El Ébola puede haber desaparecido de los titulares, pero no se ha ido. No sabemos si la meta aún queda muy lejana, pero sabemos que para alcanzarla todos los actores involucrados en la respuesta -tanto nacionales como internacionales- necesitan canalizar sus energías en mantener estos esfuerzos. Y, al acelerar el uso de la nueva vacuna en los países afectados podemos ayudar a cortar las cadenas de contagio y proteger a los trabajadores que están en primera línea de fuego.
Nuestros equipos estuvieron ahí al principio. Y, al igual que hace todo ben corredor de larga distancia, nos quedaremos hasta el final.
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Publicado originalmente en 'Time' el 12 de agosto de 2015