ENTREVISTA
Cristina Fallarás: “A quienes creen que los testimonios de estas mujeres son falsos les diría que leyeran tres de ellos en el libro al azar”
“Cristina, mi madre, que hoy tendría 65 años, aguantó los toqueteos del queridísimo hermano favorito de su madre año tras año, sabiendo que si ella no se dejaba hacer con una sonrisa en la cara, iría a por su hermana pequeña. Hoy mi tía no sabe nada. Solo yo conozco la historia tras encontrar su diario de horrores tras fallecer. Me siento bien dándole voz”. Este es uno de los cientos de testimonios anónimos que la periodista Cristina Fallarás (Zaragoza, 1956), recopila a diario desde que en 2023 decidiera ofrecer un espacio seguro en el que las mujeres pudieran expresar las violencias que han sufrido o que sufren. Este desgarrador testimonio en concreto es tan reciente que no se encuentra entre los que conforman No publiques mi nombre, editado por Siglo veintiuno y presentado por la autora y por miembros de la asociación Acción Comadres en Las Palmas de Gran Canaria. Con la compilación de estos relatos, la escritora pretende construir una suerte de “archivo de la memoria colectiva de las mujeres”, por primera vez, desde la propia voz de ellas mismas. Fallarás está dedicando su vida a poner su nombre por delante del de miles de mujeres que no quieren la revictimización de su entorno, y aglutina los mensajes para lanzarlos al futuro. Oír, oírlos todos hasta que todos oigan.
La familia, que siempre se nos ha narrado como un espacio seguro al que volver cuando cualquier cosa falle, es una constante en los testimonios de violencias que ha recopilado. ¿Por qué no se habla de esto?
Existe un tabú y una negación social e institucional de mirar a la violencia en la infancia. La violencia en la infancia es constante. Yo creo que alrededor del 70% de los testimonios que tengo son de violencia en la infancia y es una barbaridad. Yo creo que hay una doma en lo sexual; la violencia sexual es una doma de la mujer y desde la infancia esa doma pasa por la sexualización de la niña y eso permite después ir modelándola. Creo que ese ámbito es la familia y el entorno familiar y educativo, y que eso no nos atrevemos a tocarlo porque no tiene reemplazo. Es decir, hay un tabú, que es un ejercicio de poder radical contra todas las mujeres.
¿Por qué cree que ha tenido una respuesta de cientos de miles de testimonios la ventana que usted ha abierto en el espacio digital?
Es tener conciencia, sin ninguna duda, de que esos testimonios estaba prohibido contarlos. Ningún medio de comunicación de ningún tipo, ningún medio de comunicación de masas, había permitido a las mujeres narrar sus vivencias en general, mucho menos su violencia machista, mucho menos la violencia sexual, que eso ya es el tabú más radical. Pero es que tampoco desde las instituciones se habían dado las herramientas. Entonces, en cuanto yo vi las redes sociales pensé, “esta es la herramienta”, que además no requiere inversión de capital. El hecho de que una red social no requiera inversión de capital hace que las mujeres que nunca hemos manejado capital, de la misma manera que los republicanos, los hijos de los empresarios del franquismo, etcétera, ocupemos las redes para relatarnos porque lo estábamos esperando.
hasta la dimisión de Iñigo Errejón a nadie le interesaba lo que yo estaba haciendo
En el momento en que tú enseñas a escribir y a leer a una mujer, tarde o temprano va a contar lo que le haces, y si no es su generación será la siguiente y si no la siguiente. Porque tenemos ya la herramienta. Lo que hacía falta era que apareciera una nueva forma de comunicación de masas. Esa nueva forma de comunicación de masas son las redes sociales. En cuanto me di cuenta puse en marcha Cuéntalo desde la base del Me Too.
¿Cómo funciona la logística en lo cotidiano y cómo se cuida usted tras leer tanta violencia?
Yo trabajo sola y eso es importante decirlo. Yo digo que hago activismo de violencia sexual como un fotógrafo de guerra, fotografía en la batalla. Es decir, intentando pensar y pensando que la labor que hago está por encima y es un activismo. Separo la Cristina activista de la Cristina madre o de la Cristina mujer de mi mujer, etc. Pero aún así pasa facutura, estoy agotada. No esperaba los ataques que estoy recibiendo y soy muy veterana para no esperarlos, pero hay una parte que de donde han venido no me los esperaba.
¿Hubo un punto de inflexión entonces en la dimisión de Iñigo Errejón?
Absolutamente. Hasta la dimisión de Iñigo Errejón a nadie le interesaba lo que yo estaba haciendo, más que a las mujeres que se relataban, que eran unas cuantas. Bastó que se demostrara su eficacia, porque yo no publiqué el nombre de Iñigo Errejón, pero funcionaron los mecanismos de identificación que llevamos años diciendo que son el sustrato de lo testimonial. Funcionaron, otras lo reconocieron, denunciaron y el tipo se largó. En el momento en que ven que eso es eficaz, que eso funciona, es cuando vienen contra mí, contra el método, contra las redes.
Ahí comenzaron las amenazas de muerte y unas cosas tremendas. ¿Por qué? Porque hasta entonces mientras recoges testimonios no te ven como un peligro, pero ahora, de repente, es una herramienta que puede hacer caer, para empezar, a un portavoz del Congreso.
Si la vergüenza y el miedo están cambiando de bando en ciertos aspectos, ¿por qué, sin ir más lejos, una de las mujeres que ha denunciado a Errejón está siendo perseguida e insultada en redes sociales?
Fíjate que paradójicamente, habiendo ido a los juzgados, como ellos dicen, y haciendo todo como ellos quieren, pero ni aún así. No, claro, es peor porque es el siguiente paso, es decir, el recorrido es el siguiente: tienes que denunciar. Tú denuncias, se filtra tu identidad y hay un castigo social, te hacen la vida imposible y te callan. Por eso la denuncia funciona como un arma de silencio, porque ya sabemos lo que va a pasar después de denunciar. Entonces no denuncias, y cuando te dicen “denuncia”, no te están diciendo “denuncia”, te están diciendo “cállate”.
¿Qué objetivos se plantea la asociación Acción Comadres a medio y largo plazo?
Poder llegar a más espacios rurales es uno de ellos. Y también la creación de un documental, pero con tiempo, porque somos una asociación muy pobre. Hasta ahora autogestionamos lo que hacemos, que es prácticamente nada, con lo que sale de las funciones. Una mensual.
¿Qué le diría a esas personas que dicen que los testimonios que se recogen en iniciativas como la suya son falsos, inventados o exagerados?
Les diría que se cojan el libro y que lean solamente tres testimonios elegidos al azar. Y que tengan las santas bemoles de decirme que esa mujer cualquiera, elegida al azar, no sé ni qué testimonios hay, cualquiera que me digan que ese testimonio es inventado, porque todos rezuman el dolor. Lo cuento en el prólogo, lo terrible es que esas mujeres tienen que recuperar el daño, revivirlo, sentarse, escribirlo, hacerlo público. ¿A quién le apetece? A mí no.
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