Para avanzar por algunas de estas calles de tierra hay que apartar colchones, muebles, televisores, ropa… Todo en el suelo, medio roto. Las avenidas de esta pequeña ciudad italiana se construyeron en cuadrícula. En el siglo XXI. Y sus edificios son módulos prefabricados instalados por el Ayuntamiento de Roma, la misma institución que ahora ha decidido entrar por la fuerza y derruirlo. Gemilia y sus cuatro hijas se han quedado con las maletas frente a su caravana destrozada, esperando sentadas en sillas de plástico a que alguien les ofrezca una solución.
“Vinieron a las siete de la mañana para decirnos que sacáramos todo y que nos fuéramos a la calle”, cuenta la mujer. Desde entonces, duermen al raso. La Policía lleva días desalojando por la fuerza este campamento, con la intención de que las casas queden inutilizables. El desalojo forma parte de un plan aprobado por la alcaldesa capitolina, Virginia Raggi, para desmantelar los poblados donde malvive la población gitana. Gemilia asegura que lleva viviendo aquí desde hace 12 años y que ahora no tiene dónde ir.
La solución que les han propuesto a las cerca de 400 personas que se concentran aquí es que acudan a casas de acogida, en las que, por un lado, las madres se alojan con los hijos, y, por otra, los padres. Todos lo han rechazado. El camping River convirtió hace años su oferta de vacaciones en un modo de vida para toda esta gente. Situado a unos 20 kilómetros del centro de Roma, en su periferia norte, tiene a un lado el Tíber y al otro, un puñado de obras que revelan que este nunca fue un espacio adecentado.
A unos pocos metros hay tres coches de Policía; en la entrada, un cartel en el que se lee 'River village'; y adentro, se mantiene este campamento en ruinas del que la gente aún no se ha marchado. En 2005, el Ayuntamiento llegó a un acuerdo con el propietario –privado- de los terrenos y compró las casas prefabricadas para meter estas personas, que en su mayoría procedían de los Balcanes.
Amida, una de las hijas de Gemilia, se levanta. “Ven a ver cómo vivíamos aquí”, dice, y muestra un bidón con el agua que salía de las cañerías. Tiene un color marrón, como mezclado con tierra. Contaban con luz, asistencia sanitaria y un autobús que les llevaba al colegio. A la otra punta de Roma, eso sí, por lo que había que levantarse a las 5 de la mañana.
“Yo llevo así toda la vida, pero que no me digan que no tengo derechos porque soy tan italiana como la que más”, sostiene Amida. Su madre nació en Kosovo, pero ella lo hizo en Italia y tiene la nacionalidad de este país. Es el caso de la inmensa mayoría de los menores de este poblado. Amida ha cumplido los 16 y ya ha escuchado hablar de Matteo Salvini, el ministro del Interior italiano, que ha amenazado con elaborar un censo de la población gitana y expulsar a quienes no tengan los documentos en regla. “Los que sean de aquí, por desgracia, hay que quedárselos”, sostuvo el ministro. “Salvini es un racista”, contesta la joven.
“La discriminación ya se nota en todas partes, solo hace falta entrar al metro para que la gente te mire mal o se eche a un lado porque piensa que les vas a robar. No hace falta que venga ningún ministro xenófobo, pero en las últimas semanas esto ha aumentado”, sostiene. Y apostilla: “Salvini tiene que dar gracias a Dios de que existan los inmigrantes y de que estemos nosotros, los gitanos, porque, si no, qué política iba a hacer”.
“Este poblado lo crearon para meternos como ratas”
Las declaraciones envalentonadas de Salvini preocupan en el Camping River, pero como un fenómeno que puede traer más daños a medio o largo plazo. En el corto, sus dudas pasan por qué hacer mañana. A Tuska Constantino todavía no lo han desalojado, pero le han advertido de que lo harán en los próximos días. Tiene cuatro hijos.
“Mira esta gente”, “pobres chicos”, “date cuenta de cómo han dejado esto otro”, se lamenta, mientras actúa como guía improvisado. También él eleva sus quejas a la administración, en este caso a la local. “Este poblado lo construyeron para meternos aquí como ratas, se aprovecharon del dinero que daba la Unión Europa, nunca hemos visto nada y ahora nos echan sin tener una alternativa”, asevera. Junto a este asentamiento, a lo largo del año, se prevé el desalojo de otros dos grandes poblados, ocupados en su mayoría por personas de etnia gitana.
Según el último informe anual de la Asociación 21 de julio, que defiende los derechos de este colectivo, en Roma y sus alrededores se concentran la mayoría de personas gitanas, 'nómadas' o miembros de la comunidad sinti de entre los 120.000 y 180.000 que hay en Italia. De ellos, unos 26.000 residen en campamentos formales y otros 10.000 en asentamientos improvisados, que están aún en peores condiciones sociales y sanitarias. En ambos casos la organización considera que esta población se encuentra en una situación de “emergencia habitacional”.
El presidente de la asociación, Carlo Stasolla, considera que el desalojo del Camping River vulnera los derechos humanos. En 2016, el Ayuntamiento de la capital italiana aprobó un plan que se marcaba como objetivo la “superación de estos campamentos” y la “integración de la población gitana”, siguiendo la normativa europea. “Sin embargo, han decidido que, para superarlo, lo mejor es derribar sus casas y ofrecerles un futuro que pasa por la segregación familiar”, afirma Stasolla.
Un informe reciente de la FRA, un organismo independiente que asesora en esta materia a la UE, concluye que, el racismo y la discriminación empuja a la población romaní europea a sobrevivir, en ocasiones, en condiciones comparables a las de los países más empobrecidos del mundo: hogares sin agua corriente o electricidad, desempleo y hambre.
La Asociación 21 de julio ha organizado diversas manifestaciones y ha escrito una carta a la alcaldesa de Roma y a distintos organismos europeos para que revisen estos planes. A la iniciativa se han sumado casi un centenar de personalidades relacionadas con el ambiente cultural romano. “Después de las preocupantes declaraciones del ministro Salvini, estas acciones incrementan nuestra preocupación”, señalan desde el colectivo.
Al menos por el momento, las palabras de Salvini se han quedado en eso, solo en palabras. Desde su Gobierno le han advertido de que realizar un censo basándose en criterios étnicos es “inconstitucional” y la Justicia frenó hace años una medida similar. Con la batalla contra las ONG que operan en el Mediterráneo y el debate migratorio europeo, su discurso no se ha centrado tanto en esta población, aunque “arrasar con los campamentos gitanos” también está entre sus propuestas históricas. Desde el Camping River le piden al líder ultraderechista que venga a visitarles, pero para ver cuáles son sus condiciones.
Romulus y Zarko, originarios de la antigua Yugoslavia, se han erigido como portavoces del campamento. Romulus tiene a su cargo a ocho hijos menores y Zarko, a cuatro. “Dijeron que nos ayudarían en la integración y la política de un Gobierno debería ir encaminada a ello, pero aquí nos tratan como animales”, opinan. Ambos consiguen salir adelante vendiendo en mercadillos ambulantes y su alternativa es trasladarse a otro asentamiento “al que no venga la Policía”. “Si nadie mirara, nos meterían en un horno y nos quemarían”, denuncian. Este lugar, en su momento, fue bautizado como “el poblado de la solidaridad”.