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El cierre de fronteras traslada al mar el contrabando de bienes esenciales entre Ceuta y Marruecos: “Tuve que mandar insulina a mi madre por moto de agua”

Además de droga, las motos de agua usadas para el contrabando han transportado productos de primera necesidad, como medicamentos, durante la pandemia.

Sonia Moreno

Tánger —
9 de julio de 2020 22:37 h

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Cuando Marruecos cerró en menos de 24 horas el paso fronterizo del Tarajal por la COVID-19, Samia se quedó bloqueada en el país vecino. La mujer nació en Castillejos (Marruecos) hace 82 años, pero con 12 se fue a vivir a España y tiene su residencia en Ceuta. Es diabética, sufre de arritmia y la sangre se le coagula, por eso necesita ponerse una inyección diaria. Hasta entonces, la Seguridad Social le cubría una parte del medicamento, quedándose en los 50 euros, casi la mitad del precio que debía pagar en el país vecino. No es la única a la que le ha ocurrido algo similar. Y las redes de contrabando encontraron en plena pandemia un nuevo nicho de negocio: el tráfico de medicamentos a través de motos de agua, según ha podido confirmar elDiario.es.

Durante los meses de confinamiento, Samia recurrió en ocasiones a su hijo Bader, que reside con su familia en Ceuta, para que le enviase dinero por Western Unión y poder comprar las medicinas. “El dinero no me llega a final de mes”, le decía a su hijo por teléfono. “Le he mandado doce paquetes, aunque lo que es caro son las inyecciones. Cada una cuesta 50 euros en España, pero en Marruecos vale 90 euros la unidad. La Seguridad Social le da la receta para comprar 32 inyecciones al mes. Se las tiene que poner diariamente”, detalla el hijo en una entrevista telefónica con eldiario.es.

Samia no tiene movilidad, así que no consiguió salir en los viajes de repatriación organizados por el ministerio español de Exteriores para los españoles y residentes españoles. Algunos ceutíes y melillenses atrapados en Marruecos han cruzado El Estrecho en ferry desde Tánger Med hasta Málaga para coger otro barco y alcanzar Ceuta o Melilla. Bader ha buscado todo tipo de soluciones para que su madre siga el tratamiento en Marruecos. Incluso le envió los medicamentos en un paquete por correo certificado “que nunca llegó al destino tras dos de mes y medio de espera”. Había oído que estaban pasando productos de un lado al otro de la frontera en las motos de agua, y decidió acercarse al puerto ceutí a preguntar. “Me vi obligado, no me quedaba otra”, confiesa con cierto pudor.

Bader entró en contacto con el primer eslabón de toda una cadena de personas implicadas en el negocio de pasar distintos productos desde la ciudad autónoma a las poblaciones marroquíes próximas a las fronteras cerradas. Lo mismo ocurre en Melilla, donde también se están empleando lanchas motoras con esta finalidad.

Así es como las motos de agua y las embarcaciones náuticas se han convertido en las sustitutas de los porteadores en los pasos fronterizos de Ceuta y Melilla con Marruecos. Un negocio de ida y vuelta desde el principio del confinamiento y el cierre de las fronteras el 13 de marzo por la COVID-19. “Las distancias son muy cortas entre España y Marruecos; primero pasaban drogas, pero pasan lo que más dinero da”, explica a elDiario.es una fuente policial desde Melilla. Los medicamentos han pasado a ser un producto más de contrabando.

“Han visto las medicinas; y me han dicho este paquete vale 100 euros, y se acabo. No he hablado. Pagas según lo que envías. Es mi madre, no me queda otra”, narra Bader. Les entregó un paquete con las 32 inyecciones que la Seguridad Social le receta mensualmente a Samia. “Llevaban una docena de bolsas. Otras familias sacan insulina. Incluso ONG y asociaciones de ayuda a enfermos de cáncer, crónicos, les envían también medicinas vía moto de agua porque no tienen forma de costearse los medicamentos, y no hay ninguna otra fórmula en estos momentos”, detalla Bader.

Los intermediarios tasan el paquete que van a depositar en la otra orilla y cobran en relación a su valor. Desde las ciudades españolas salen fundamentalmente medicamentos, dinero, alcohol y aparatos informáticos; y desde las marroquíes entra el hachís. También personas migrantes, fundamentalmente de origen de África Subsahariana. Este domingo, la Guardia Civil de la Comandancia de Ceuta intervino 96 kilogramos de resina de hachís transportado en una moto acuática que pretendía desembarcar los fardos en la playa del Sarchal. Pero el nuevo vehículo estrella del contrabando en este punto no solo transporta drogas, también bienes de primera necesidad.

Los precios del contrabando se han encarecido con la pandemia y las fronteras cerradas. A una persona que quiera pasar de Benzú a Ceuta -un trayecto de menos de cinco minutos- paga 4.500 euros. El precio del mismo tramo en 2019 no sobrepasaba los 2.000 euros. Durante el confinamiento, se acercaban a los botes de los pescadores marroquíes y les entregaban la mercancía por las noches. A la llegada a los puertos de Castillejos y de Rincón se ponían en contacto por teléfono con el destinatario de la mercancía.

Con las playas abiertas, se pueden arrimar a la costa. El servicio del 112 registró varias quejas, porque penetran hasta la zona de los bañistas sin respetar la normativa. Navegan de tres a seis motos al mismo tiempo, de tal manera que las fuerzas se seguridad no pueden controlar el tráfico. “Cómo vas a parar varias motos a la vez, si incluso se mezclan con las marroquíes. Las delimitaciones entre ambos países son difíciles”, explica una fuente policial.

La Guardia Civil en Ceuta solo ha registrado una detención en relación del contrabando con motos de agua. El ‘modus operandi’ es similar en Melilla, con distintos tipos de embarcaciones que descargan en las playas conocidas por el narcotráfico, Charrana y Cara Blanca. En esa costa, la Gendarmería Real de Nador interceptó hace dos semanas varias bolsas grandes con teléfonos móviles, pantallas de teléfono y cargadores por un valor de alrededor de 450.000 euros en un lancha motora proveniente de la ciudad. No se produjeron detenciones porque se considera una falta, al no tratarse de ningún producto robados ni de sustancias ilegales. Las embarcaciones en propiedad son conducidas por ceutíes y melillenses y están atracadas en los puertos de las ciudades, como el resto de vehículos náuticos, y en garajes. Sin embargo, la titularidad se encuentra registrada a nombre de terceras personas. 

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