Cólera, dibujos y miradas perdidas

Miguel Ángel Rodríguez

Cruz Roja Española desde Burundi —

Cuando la oscuridad dura tanto, la única respuesta posible es cerrar bien los ojos.

No piensa lo mismo Niyoyankana Pelagie. No para de dibujar en el suelo con un palito que agarra suavemente. Y no levanta la mirada. A lo mejor diseñando en el suelo cauteriza las heridas... No creo.

No, ella no cierra los ojos mientras habla bajito, muy bajito, mientras se tapa la boca. Casi mejor. Si la mirada es el espejo del alma, a veces es mejor no ver el abismo.

Con 47 años recién cumplidos acaba de perder a su hija mayor. Estaba embarazada y el cólera se las llevó a las dos. Era la 'esperanza' de la familia, para estudiar, para formarse, para acceder a un trabajo y para ayudar a los suyos. El cólera.

No fue la única. Pelagie ha perdido a 8 de sus 11 hijos.

No sé muy bien qué puedo decirle. La escucho mientras sigue dibujando palotes en la arena, frente a su casita en un barrio pobre, paupérrimo, de Bujumbura, la capital de Burundi. Estamos entre la puerta en la que se apoya su padre, al que tiene que cuidar también, la letrina, la basura y el pozo de agua. Sí, todo bien juntito. Huele a último.

La lucha contra el cólera en Bujumbura es uno de los múltiples retos pendientes de Cruz Roja y de Unicef. Pero son muchos los frentes abiertos...

Sobran preguntas sobre las causas de la muerte de sus hijos, sus 8 hijos. La pobreza, sin eufemismos, se lo lleva todo.

Igual que el barrio de Pelagie. Después de la charla con esta superviviente, unas graves inundaciones se llevaron más de 60 vidas y borraron las calles del distrito de Carama, en el norte de la capital.

No sé qué ha sido de Niyoyankana Pelagie. Ni de la pintada con tiza en el muro de su casa: 'God is power'.