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Comienza la nueva era del desarrollo sostenible

Una familia en Tarialan, Mongolia, usa un panel solar para generar energía para su ger, una tienda tradicional mongola, 2009. | Foto: UN Photo/Eskinder Debebe.

Paloma Durán

Fondo para los Objetivos de Desarrollo Sostenibles —

Suena el pistoletazo de salida para los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Tras un excitante año 2015 en que se han logrado algunos de los acuerdos sobre desarrollo más importantes de las últimas décadas –Plan de Addis Abeba sobre Financiación para el Desarrollo; Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible; Pacto de París contra el cambio climático–, es el momento de pasar a la acción. Este 1 de enero, los nuevos ODS toman el testigo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) como la gran hoja de ruta del desarrollo para los quince próximos años. De su cumplimiento dependerá en gran medida el mundo al que aspiramos: un mundo sin pobreza, más justo, seguro y sostenible, con más oportunidades para todos, sin comprometer la salud del planeta ni las oportunidades de las próximas generaciones.

Si los ODM se enfocaban exclusivamente en los países en desarrollo, los ODS son de aplicación universal, ajustándose a las diferentes realidades de cada país. Otra característica es la mayor interconexión entre los 17 objetivos. Por ejemplo, el Objetivo 2, enfocado en el fin del hambre y la producción sostenible de alimentos, se relaciona directamente con la promoción de sistemas de agricultura resistentes al cambio climático. O el Objetivo 12, sobre producción sostenible y consumo, implicará la gestión sostenible y el uso eficiente de los recursos naturales. Asimismo, la ambición y amplitud los nuevos objetivos de desarrollo exigen estrategias integrales y la suma de esfuerzos por parte de organismos nacionales e internacionales, de la sociedad civil, universidades y empresas.

Todos estos cambios nos obligan a repensar cómo trabajamos desde la cooperación internacional al desarrollo.

En el Fondo para los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Fondo ODS) iniciamos desde 2014 la transición hacia este nuevo marco. A día de hoy tenemos en marcha programas piloto en 21 países de América Latina, África, Asia y Oriente Medio, incorporando todos ellos los temas globales de la Agenda 2030. Estos programas están mejorando las condiciones de las comunidades donde actúan, además de las mejorar políticas públicas de desarrollo y convertirse en referencia para futuros programas de cooperación al desarrollo.

De estos programas hemos aprendido que la multidimensionalidad y la participación conjunta de múltiples actores son dos elementos clave. Dado que los desafíos del desarrollo son complejos y están relacionados entre sí, adoptamos enfoques intersectoriales donde agencias especializadas de la ONU y contrapartes locales diseñen programas conjuntos con múltiples ángulos.

Por ejemplo, en las provincias mozambiqueñas de Cabo Delgado y Nampula, ministerios, gobiernos provinciales y sociedad civil trabajan junto a empresas multinacionales de la industria extractiva y pequeñas empresas locales para promover el empleo juvenil y diversificar la economía de la zona. El programa creará 1.500 empleos directos y 1.500 indirectos, además de crear y fortalecer a 250 pymes locales. Esto redunda directamente en tres de los ODS –fin de la pobreza; trabajo decente y crecimiento económico; industria, innovación e infraestructura– al tiempo que incluye prácticas respetuosas con el medio ambiente, igualdad de género y juventud.

El esfuerzo colectivo y la noción de apropiación nacional también pueden potenciarse a través de la financiación. Todos los programas cuentan con fondos de contrapartida o matching funds adicionales aportados por gobiernos nacionales y locales, donantes internacionales y sector privado. Actualmente, los fondos de contrapartida representan el 56% en total del presupuesto total. Este modelo de cofinanciación no solo ayuda a doblar el alcance y el impacto de los programas, también ayuda a impulsar el sentido apropiación nacional y la posibilidad de replicar y ampliar los mismos una vez nuestros programas finalizan.

Por último, las alianzas público-privadas. Las empresas, de la manos de la ONU, gobiernos y sociedad civil, son parte fundamental en todos nuestros programas, tanto en su implementación y en su financiación, como en su fase de diseño. Nuestros socios del sector privado son fundamentalmente pymes, trabajadores autónomos y colectivos empresariales locales, que colaboran mediante acciones de responsabilidad social y, también, a través de sus propias actividades de negocio. Como puso de manifiesto el Acuerdo de Addis Abeba, el sector empresarial debe jugar un papel central en la implementación de la nueva agenda.

Estas son sólo algunas lecciones para el tiempo nuevo que ahora inauguramos, donde las palabras deberán dejar paso a los hechos. 900 millones de personas aún subsisten hoy con menos de 1,9 dólares al día y esto debe acabar. No será tarea sencilla. Objetivos como la erradicación definitiva de la pobreza extrema en 2030 o el crecimiento económico sostenible sin deteriorar la salud del planeta solo podrán lograrse con el acuerdo y el compromiso decidido de todos los actores.

Tal como afirmó el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon: “La nuestra puede ser la primera generación en acabar con la pobreza y la última en combatir el cambio climático antes de que sea demasiado tarde”. Estamos obligados a intentarlo.

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