El conflicto entre chimpancés y humanos que mata niños en Uganda por culpa de la deforestación
Jacqueline Nanungo estaba recogiendo habas en su terreno el pasado mes de junio en Mparangasi, al oeste de Uganda, cuando escuchó un ruido y se asustó. Al ver a tres chimpancés acercándose, corrió a coger en brazos a su bebé de siete meses, Richard Keswa. Su movimiento los alteró, golpearon el suelo y la tumbaron de un empujón. Ella se puso a gritar pidiendo auxilio, pero fue peor. Una chimpancé hembra, asustada, intentó coger al bebé, pero le arañó con sus uñas en la cabeza y le mató.
Keswa era el más pequeño de sus cuatro hijos con su marido, Fred Batin, quien a sus 23 años se sienta en su pequeña casa en silencio mientras su padre, James Klochukuru, cuenta cómo murió su nieto. Los hombres de la familia llevan la voz cantante. En una sociedad heteropatriarcal como la ugandesa no es extraño, pero también es así por el conflicto que generó la muerte del bebé entre ambas familias. “Hubo malentendidos entre ambas familias. Ella todavía sufre dolores en su hombro y espalda de la caída”, explica Klochukuru sobre su nuera, que no se deja ver en ningún momento.
“Los chimpancés cada vez vienen más a nuestros hogares y tememos por nuestros niños”, añade Batin. La muerte del pequeño Richard no ha sido la primera ni la última ocasionada por el creciente conflicto entre humanos y primates en las zonas rurales del oeste de Uganda. En el primer semestre de 2022, cuatro niños fallecieron en ataques de chimpancés. Aunque no hay datos oficiales de muertes, los ataques han incrementado en los últimos años, según cuentan conservacionistas locales.
“Los conflictos entre humanos y primates han aumentado en los últimos 12 años”, asegura el Dr. Joshua Rukundo, veterinario y director ejecutivo de la organización de conservación Chimpanzee Trust. “Además, sólo se cuentan las muertes si el que fallece es un humano, no si es un chimpancé”, critica. En esos mismos seis meses de 2022 murieron 15 chimpancés, diez de ellos envenenados por locales.
La deforestación, principal causa
La deforestación es la principal causa del aumento de conflictos entre humanos y chimpancés. El oeste de Uganda tenía una de las zonas tropicales más frondosas del continente, con una masa boscosa continua entre lo que hoy son los bosques de Budongo y Bugoma. En todo el país viven unos 5.000 chimpancés, con alrededor de 600 de ellos solo en Bugoma.
La tala de árboles para obtener carbón vegetal para cocinar, el incremento de población y la llegada de las industrias multinacionales extractivas han ido reduciendo los hogares de los chimpancés, quienes se ven forzados a coexistir con los humanos.
En los primeros veinte años del siglo XX, Uganda perdió un total de 1,05 millones de héctareas, el 23% del total de su masa forestal. Budongo y Bugoma fueron de las zonas más afectadas, perdiendo un 3,3% de masa forestal cada año. “La región ha atraído a muchas personas por la fertilidad de las tierras”, asegura el Dr. Rukundo. En 2002 vivían poco más de seis millones de personas en la región occidental y 20 años más tarde ya eran más de 10,5 millones de habitantes. “Esta gente es más emprendedora y vendieron sus tierras a grandes corporaciones de azúcar, tabaco, arroz y maíz. Estas les ofrecieron maquinaria a los campesinos y despejaron grandes extensiones de terreno”, añade el conservacionista.
En octubre de 2022, la Autoridad Nacional de Gestión Ambiental de Uganda ordenó a la corporación Hoima Sugar Company a reponer los 57 kilómetros cuadrados de terreno que habían talado en el bosque de Bugoma al tener actividad ilegal en dos de sus terceras partes.
El desarrollo de otros proyectos extractivos como el Oleoducto de Crudo de África Oriental (EACOP, por sus siglas en inglés), liderado por la empresa francesa Total Energies, amenaza con reducir el área de los chimpancés. La tubería pasará cerca del bosque de Budongo y cruzará entre los bosques de Bugoma, Wambabya e Itohya, cortando el paso entre ellos. En este último pequeño bosque vive una comunidad de unos 60 chimpancés.
Los chimpancés machos se quedan en sus comunidades toda su vida, pero las hembras migran entre comunidades, pudiendo recorrer hasta 100 kilómetros. Al hacerlo, aseguran el intercambio genético que hace posible su supervivencia, algo vital en peligro con el desarrollo industrial y el freno de los corredores, según explican los conservacionistas.
“Es difícil frenar el desarrollo. Va a ocurrir y los chimpancés se verán afectados, así que debemos centrarnos en cómo minimizar ese impacto”, asegura el Dr. Rukundo. Es por ello que el siguiente paso es conocer más sobre los chimpancés para poder cohabitar en paz.
Aprender a convivir
Cuando Batin vio a su bebé muerto, no decidió tomarse la venganza por su propia mano. “Los chimpancés son una parte importante para el Gobierno, por lo que si los atacamos sería peor”, dice.
Los chimpancés son una fuente de ingresos. En 2018 –último año con datos pre-pandemia–, Uganda ingresó 1,3 mil millones de euros por turismo en un sector en el que las rutas para observar a chimpancés cada vez son más demandadas.
Desde asociaciones como Chimpanzee Trust buscan educar a la población local sobre el comportamiento de los chimpancés. Entre otras cosas, enseñan que tienen comportamientos similares a los humanos al compartir un 98% del ADN y que son las hembras quienes suelen coger a los bebés y niños pequeños si los ven solos por un instinto maternal de protección. Estos suelen morir al no poder agarrarse como un primate a la espalda y caer al suelo. También pueden fallecer cuando son agarrados demasiado fuerte por las chimpancés.
Es por ello que la mayoría de muertes son de niños pequeños, por lo que educarlos desde bien pequeños es vital. “Enseñamos a los niños cómo deben responder cuando ven a los chimpancés, a cómo leer la naturaleza y cómo reaccionar”, explica el Dr. Rukundo.
Cómo actuar
Uno de los programas es una obra de teatro que ha triunfado en los colegios y ahora se emite en la radio local. “Hicimos una serie sobre cómo se destruía el bosque y a partir de ahí hablamos de la convivencia con animales. ¿Cómo coexistimos? Los niños están acostumbrados a ver chimpancés, no son niños de ciudad”, dice la maestra Lucy Muhuruzi, que lidera este programa. “Los niños más pequeños son fáciles, ese es el deber con la educación primaria, pero la mayoría de los padres son irresponsables”, añade.
Ahora, no se trabaja solo con los niños. Con ayuda de financiación externa, han creado asociaciones de agricultores para ayudarles a plantar cultivos que son mejores para el medio ambiente y menos atractivos para los chimpancés como las patatas, cebollas, soja o jengibre. “Antes solíamos plantar maíz, yaca, mandioca y plátanos”, dice Robert Kyaligonza, que preside la Asociación de Conflicto entre Humanos y Fauna de Munteme. “Ahora sabemos lo que hay y lo que no hay que hacer, lo que los chimpancés quieren y lo que no. Hemos aprendido a manejarnos con ellos sin conflicto”, asegura.
Margaret Nakyanzi es una de las agricultoras que forman parte de la organización que se ha beneficiado de los cursos y financiación de la asociación para poder cambiar los usos de sus tierras. Ahora planta patatas en lugar de mandioca y asegura que ahora los chimpancés si vienen remueven la tierra pero no se llevan el cultivo. “Al vecino sí que entran más porque tiene maíz, pero a mi terreno cada vez entran menos”, dice Nakyanzi, que asegura que solía verlos unas tres veces por semana.
El cambio climático lo complica
A pesar de los esfuerzos por educar, el cambio climático dificulta todavía más la coexistencia. “Antes a mitad de julio cultivábamos pero ahora lo hacemos como mínimo en agosto. Los ríos solían tener mucha agua pero esta se ha reducido”, dice Kyaligonza. Ante la falta de agua, los chimpancés se acercan a los pozos donde cogen agua los humanos para poder beber.
Más allá del conflicto, esto genera el temor a la aparición de nuevas enfermedades transmitidas por chimpancés a humanos como el ébola o el VIH, originarias en primates. Un 75% de las enfermedades infecciosas provienen de animales, y ante la falta de salubridad en entornos rurales como el del oeste de Uganda, las probabilidades aumentan. “Hay personas que tocan o pisan las heces de los chimpancés, vuelven a las comunidades y no tienen medidas de higiene en sus casas, provocando enfermedades. Creo firmemente que hay infecciones que se están cogiendo de animales”, asegura el Dr. Rukundo, quien afirma que no se documentan porque los servicios médicos y las investigaciones clínicas son muy pobres. El problema no es solo para los humanos, sino también al revés. “Los chimpancés no tienen inmunidad natural y se ponen muy malos en la temporada de gripe”, añade el veterinario.
Batin dice que las enseñanzas de las formaciones permiten que le tenga menos miedo a los chimpancés, pero aún así planean vender el terreno donde falleció su bebé. Por más que aprenda a no atacarlos y coexistir con ellos, hay algo que no logra borrar: “El dolor. La verdad es que todavía sentimos ese dolor”.
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