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Las mujeres ocupan solo un 32% de los altos cargos en las ONG españolas aunque forman la mayoría de su plantilla

Un cooperante administra una vacuna a una mujer en África.

Icíar Gutiérrez

Los proyectos de las ONG españolas van destinados principalmente a mujeres. Fortalecer sus derechos es una de las prioridades de la cooperación. Las mujeres son las que, en su mayoría, deciden usar su tiempo libre para colaborar como voluntarias en las organizaciones. Detrás de los escritorios en las oficinas en España o del trabajo diario en los países empobrecidos, están, sobre todo, ellas. Pero a medida que se escala en los altos cargos y los puestos de toma de decisiones de las entidades, las mujeres desaparecen.

Los hombres ocupan el 68% de las presidencias de las ONG, según el último informe de la Coordinadora de ONGD, en el que se incluyen los datos correspondientes a 2016 de las 74 organizaciones que integran la red. Según el documento, ellos también son mayoría en las juntas directivas, el 58%, y encabezan los equipos de trabajo: un 62% de los máximos responsables son hombres.

Los resultados siguen la tendencia de años anteriores y demuestran los obstáculos a los que las empleadas de las ONG continúan enfrentándose para ocupar los puestos de mayor responsabilidad dentro las organizaciones. “A pesar de ser un sector comprometido contra la desigualdad de género, cuando nos miramos hacia adentro, nos damos cuenta de que no escapamos a la realidad de otros sectores de nuestro entorno”, sostiene María González, representante de la ONG Prosalus en el grupo de género de la Coordinadora.

“Es un dato muy contundente, poco matizable, que retrata al sector en su conjunto, pero hay ONG que tienen mucho recorrido en esto, con todas las resistencias que hay, como en todos lados”, puntualiza. La elevada presencia de hombres en altos cargos se da, además, en un sector muy feminizado: casi el 70% de las más de 7.000 personas que trabajan en él son mujeres. También lo son un 51% de los cooperantes que ejercen fuera de España.

“Una cosa es el discurso hacia afuera y otro el interno”

Cuando el pasado febrero algunas organizaciones comenzaron a revelar casos de acoso y abuso sexual en su seno tras conocerse el escándalo perpetrado por un grupo de altos cargos de la ONG británica Oxfam en Haití, varias voces expertas apuntaron a la desigualdad interna que aún existe en algunas organizaciones. No solo incidieron en la necesidad de reforzar los mecanismos para denunciar estos episodios, también apostaban por mirar hacia dentro de las organizaciones e incorporar medidas para luchar, por ejemplo, contra este techo de cristal que limita el ascenso laboral de las mujeres a puestos de poder.

“El primer paso, realmente necesario, es trabajar la coherencia institucional, porque una cosa es el discurso hacia afuera y otro el interno. Queda mucho por hacer. Hasta que las organizaciones no sean conscientes de lo que implica, habrá mecanismos, pero no estaríamos cambiando la raíz. Hay que luchar contra la discriminación dentro, es un trabajo que va a legitimar a las ONG, se lo tienen que tomar en serio”, sostiene Ana Fernández, vocal de género de la Coordinadora de ONGD.

“Parece que todo el mundo está de acuerdo en el discurso. Pero cuando vas arañando la superficie y cuestionas privilegios, hay quienes emprenden el proceso de cambio, pero también quienes siguen teniendo comportamientos discriminatorios y machistas. No va a ser fácil, pero tienen que ceder parte de su poder”, afirma González.

La representante de Prosalus insiste en una máxima: las organizaciones que tienen un funcionamiento desigual, “reproducen la desigualdad”, también en los países donde las ONG trabajan. “Si no tienes incorporada esa mirada en todas las fases de los proyectos, vas a profundizar la desigualdad, lo tenemos muy claro”, recalca.

“En algunos equipos, la parte técnica la llevan los hombres y la más social, como la salud, las mujeres. Es un patrón discriminatorio. Un ingeniero tiene más retribución y reconocimiento, y esto afecta a su consideración en la propia comunidad: 'Llega el ingeniero y la señorita tal'. Si damos la llave del agua, lo que da poder, solo a los hombres, y le quito valor al rol de tejer comunidad, reproduzco esa visión sexista”, ejemplifica.

Un 10% más de mujeres tienen jornada laboral reducida

Varios motivos explican, según la Coordinadora, el elevado número de mujeres que trabajan en el sector, también en el voluntariado, que realizan en un 70%, frente al 30% de hombres. “Por todos los procesos de socialización sexistas, nosotras tenemos más inclinación hacia lo social y al cuidado”, comenta González. Además, dicen, el nivel salarial es más bajo que en el mundo empresarial. “Aunque tenemos la misma formación y experiencia, aquí vas a ganar menos, la renuncia salarial es algo que nos permitimos solo las mujeres”, señala la integrante de Prosalus.

La otra cara de la moneda son las barreras que dificultan que ellas se sienten en puestos de decisión. Las expertas lo atribuyen, sobre todo, a lo que también ocurre en otros sectores: el peso de las labores domésticas y de cuidado siguen recayendo especialmente sobre las trabajadoras.

Según el informe, un 10% más de mujeres que de hombres cuentan con una jornada laboral reducida, que suele usarse para conciliar la vida laboral y familiar.

Las expertas consultadas trabajan desde el grupo de género de la Coordinadora para impulsar medidas dentro del sector y se encuentran recabando más datos para identificar cómo afectan otras discriminaciones, como la brecha salarial. Ambas coinciden en que es necesario incidir en la formación del personal, hacer diagnósticos de género y facilitar la conciliación con horarios “asumibles”. “Este es un sector donde, además, se mezcla el activismo y la vocación con lo laboral, hay cierta confusión y las formas se eternizan”.

Asimismo, defienden medidas encaminadas a facilitar el ascenso de las mujeres y que, a la hora de contratar personal, se tenga en cuenta la formación específica en género. Por último, aseguran, las ONG deben tener entre sus prioridades incluir en sus proyectos a las organizaciones feministas locales de los países donde trabajan, tal y como recomienda el Consejo de Cooperación en su último informe. “Los recortes han afectado de forma directa a proyectos que promovían la igualdad: cada vez se dedica menos presupuesto, no hay suficiente personal formado y se ha dejado de trabajar con ONG feministas”, sentencia Fernández.

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