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El racismo empuja a la población gitana de Europa a vivir en condiciones “propias de países pobres”

La Unión Romaní y el Movimiento contra la Intolerancia protestan contra la discriminación, frente a la sede de la Comisión Europea en Madrid.

Icíar Gutiérrez

Sus casas eran chozas destartaladas, en medio de la basura, a las afueras de la segunda ciudad más grande de Rumanía. Cientos de familias gitanas desalojadas de forma forzosa malvivían en los asentamientos informales de Pata Rât, cerca de un vertedero de residuos químicos. Cuando, por fin, un proyecto logró adquirir viviendas sociales para reubicarlos en la ciudad, la noticia de que algunas familias gitanas iban a mudarse cerca desató reacciones abiertamente racistas por parte de los vecinos. El realojo tuvo que retrasarse cuatro meses por este rechazo.

El antigitanismo es, denuncia la Agencia de los Derechos Fundamentales (FRA) de la UE, un “círculo vicioso”. El motor que mueve la exclusión, y a la vez dificulta salir de ella. Lo impulsa el racismo y la xenofobia, pero también, dicen, la desconfianza en “el otro”, ideas sociales arraigadas y el “desprecio” por los pobres.

Las consecuencias se hacen sentir en los países europeos, donde muchas personas continúan sufriendo discriminación y crímenes de odio por ser gitanas: una de cada tres son víctimas de acoso en la Unión Europea. Como resultado de esta espiral, la población romaní europea sobrevive, en ocasiones, en condiciones comparables a las de los países más empobrecidos del mundo: hogares sin agua corriente o electricidad, desempleo y hambre, lo que a su vez vuelve a reforzar los prejuicios.

Son las conclusiones del último informe de la FRA, un organismo independiente que asesora en esta materia a la UE y sus Estados miembros. En él da un tirón de orejas a los Gobiernos y las instituciones comunitarias por la “preocupante” situación de los derechos de este colectivo en nueve países europeos –que agrupan a casi el total de la población romaní, entre ellos España–, y exige medidas para cumplir los compromisos que la UE alcanzó en 2011 para que estos ciudadanos tengan las mismas oportunidades que el resto.

Insultos, agresiones físicas y discriminación

De acuerdo con el estudio, un 30% de los encuestados en 2016 había recibido en el último año, por el hecho de ser gitanos, amenazas, gestos insultantes, correos electrónicos y mensajes de texto amenazantes o comentarios ofensivos en redes sociales. Las cifras se disparan hasta más del 50% en el caso de países como República Checa o Grecia.

“Aunque en España también tenemos casos de acoso graves, suceden en menor medida. En las redes sociales, encontramos, tras el anonimato, muchos mensajes excluyentes, desde la entidad trabajamos para eliminar estos comentarios”, sostiene Carolina Fernández, subdirectora de Incidencia y Defensa de Derechos de Fundación Secretariado Gitano.

Al acoso le sigue la violencia física, que se traduce en golpes, empujones, patadas o agarrones. Hasta un 4% de la población romaní entrevistada ha sido víctima de estas agresiones y el 13% tenía amigos o familiares que las habían sufrido. En países como Eslovaquia y Croacia, un 11% y un 7% experimentó esta violencia física. La otra cara de la moneda, sin embargo, es la falta de confianza en las instituciones a la hora de denunciar: solo el 27% de quienes han sufrido agresiones dan cuenta de ello, y, en consecuencia, no se registran.

“El agravante de discriminación no se incluye normalmente en los procesos españoles, prácticamente no tenemos sentencias por este motivo. Llegan muy pocos casos, por la infradenuncia, pero también no se canaliza debidamente como discriminación. Necesitamos que se aplique bien y una ley integral de igualdad de trato y no discriminación”, asevera Fernández.

No obstante, matiza, “aquí, lo más preocupante es la discriminación de 'baja intensidad', la del día a día”. “Tiene mucho impacto y limita muchísimo su desarrollo personal: cuando se entra en un supermercado y el vigilante te persigue, cuando quieres entrar en espacios de ocio como una piscina”, insiste.

Así, la comunidad gitana europea también se enfrenta a situaciones discriminatorias diarias en entornos como colegios o el lugar del trabajo. Según el Eurobarómetro de 2015, un 20% de los trabajadores encuestados se sentiría incómodo si uno de sus compañeros fuera gitano. La discriminación se acentúa al buscar trabajo: un 40% de quienes trataban de conseguir un empleo en 2016 se sintieron rechazados por ser gitanos.

En España, esta situación la viven uno de cada tres participantes. “Las personas gitanas parten de una situación histórica de desventaja. Muchas veces no se pueden incorporar al mercado laboral y tienen más difícil ascender”, explica Fernández. A nivel europeo, ha aumentado la proporción de jóvenes gitanos de 16 a 24 años que están en paro o no cuentan con formación, y es mucho más alta que el resto.

Los prejuicios racistas también son un lastre a la hora de buscar casa. En 2016, un 41% se sintieron discriminados cuando trataban de encontrar una vivienda. El porcentaje se eleva en España al 45%. “Cuando quieren alquilar un piso, solo por el hecho de ser gitanos, se les echa para atrás con excusas del tipo de que ya está alquilado, es el pan nuestro de cada día”.

Un 80%, en riesgo de pobreza frente al 17% general

Fruto de esta discriminación “estructural”, las comunidades romaníes europeas, recalca la FRA, se enfrentan a condiciones similares a las que sufre la población de los países más pobres del mundo. El documento refleja que un 80% se encuentra en riesgo de pobreza en comparación con una media general del 17% de la población europea. En los ciudadanos españoles gitanos, asciende al 98%.

Las condiciones de vida de muchos habitantes de esta etnia en Europa están marcadas por el hacinamiento, la falta de electricidad y de sistemas de saneamiento como inodoros o baños dentro de sus casas, según la investigación. Una de cada tres personas viven en hogares sin agua del grifo. En Rumanía, el acceso al agua potable es similar al de Ghana o Nepal, y peor que en Congo y Pakistán.

“Las condiciones son sangrantes. En España hay entornos con condiciones muy malas, pero en los últimos años se ha ido avanzando en la erradicación del chabolismo, aunque todavía hay entre un 1% y un 2% de familias gitanas en estas condiciones”, especifica Fernández. A nivel europeo, hubo avances generales en la lucha contra el hambre, pero en 2016 aún afectaba al 27% de la población romaní.

En educación ha habido algunos progresos, pero los índices siguen siendo más bajos que la población general. En cuanto a los niños gitanos escolarizados antes de la edad obligatoria, la media es del 53 %, por debajo de países como Guinea Ecuatorial. En el caso español, este dato sube hasta el 95%. “Aquí lo que tenemos son casos muy evidentes de segregación escolar, es decir, la alta concentración de alumnado gitano en aulas, que al final redunda en la discriminación y lleva al fracaso a escolar. El 64% no termina la ESO”, esgrime Fernández.

“Se reconoce poco el esfuerzo de muchas familias gitanas por llevar una vida normalizada, por incorporarse a vivienda y tener un trabajo, por que los niños acudan regularmente al colegio. España sale mejor parada en el informe, y esto también evidencia que hace falta invertir para garantizar la igualdad de oportunidades, con programas adaptados, motivarlas mucho y orientarlas”, sentencia.

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