FOTOS | Empujados a huir de las pandillas de El Salvador y acabar unidos a ellas en EEUU
La violencia en El Salvador y en el triángulo norte de Centroamérica ha transformado la migración. Hoy muchos migran hacia el norte no para mejorar su vida sino para salvarla. En Long Island, Nueva York, jóvenes centroamericanos expulsados por la violencia han encontrado un destino que no solo no acepta su condición de refugiados sino que, a menudo, los empuja a unirse a las pandillas de las huyeron.
Según relatan vecinos de la zona, este edificio del barrio de San Jacinto, en San Salvador, está ocupado por pandilleros. La mayoría de los residentes han tenido que huir de la vivienda por la presencia de miembros de las pandillas en la zona, que posteriormente ocuparon las casas vacías. El Salvador es el segundo país en el mundo con mayor tasa de desplazamientos forzados internos a causa de la violencia, de acuerdo con un informe publicado por el Consejo Noruego de Refugiados y el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (NRC/IMD, por sus siglas en inglés) en 2016. Esta nación centroamericana solo ha sido superada por Siria.
Operativo policial realizado la noche del 24 de mayo en el departamento de Sonsonate, El Salvador, tenía como objetivo arrestar a los miembros de la Mara Salvatrucha (MS) que habían ocupado las viviendas de los vecinos de la zona. Según la Policía Nacional Civil, decenas de habitantes de los cantones Los Alemanes y Talcumulca, en el municipio de Izalco, habían sido expulsados de sus viviendas. En el año 2016, Sonsonate tuvo la tercera tasa de homicidios más alta del país entre municipios de más de 50.000 habitantes.
Un hombre, presuntamente miembro de la Mara Salvatrucha, es arrestado y acusado de terrorismo y limitación de la circulación de personas durante un operativo policial realizado en el cantón Talcumulca del municipio de Izalco, Sonsonate. Informes oficiales indican que en el Triángulo Norte de Centroamérica hay más de 100.000 integrantes de las pandillas. Entre 30 y 60.000 pandilleros se ubican en El Salvador (datos del Ministerio de Justicia y Seguridad Pública de El Salvador), 15.000 en Guatemala (datos de la Dirección de Inteligencia Civil), y 25.000 en Honduras (registro de la Policía Nacional de Honduras).
Un perro ladra en una gasolinera del barrio San Jacinto de San Salvador. En ese mismo lugar, en la tarde del 23 de mayo de 2017, una pareja en motocicleta se detuvo para echar gasolina cuando miembros de una pandilla los secuestrados y asesinaron minutos después en un callejón cercano. Un vecino de la zona sospecha que los pandilleros pensaron que el hombre pertenecía a la pandilla rival por los zapatos que llevaba.
Un presunto miembro de la Mara Salvatrucha desciende de un vehículo policial tras ser arrestado durante un operativo policial en Sonsonate, El Salvador. Los datos muestran que, en los últimos años, la violencia vinculada a las pandillas ha provocado una ola de refugiados que huyen a otros países como México, Belice o Estados Unidos. Según la Agencia de la ONU para los Refugiados, la ACNUR, el número de personas procedentes de El Salvador, Honduras y Guatemala que solicitan asilo en el mundo se ha multiplicado por siete entre 2010 y 2015.
Restos de sangre humedecen la tierra en los aledaños de la carretera panamericana entre El Salvador y Santa Ana tras el asesinato de un hombre la noche del 25 de mayo. El lugar donde ocurrieron los hechos y el tipo de heridas por arma de fuego llevaron a los investigadores a presumir que se trató de una ejecución que encaja con el proceder de las pandillas. El Salvador cerró 2016 con 5.278 homicidios (14,4 diarios) con una tasa de 81,2 por cada 100.000 habitantes. El Salvador lidera las tasas de violencia en la región de Centroamérica, considerada la más violenta del mundo.
La estación de Brentwood, Long Island, en EEUU, es uno de los puntos más concurridos por centroamericanos en el estado de Nueva York. El condado de Suffolk, en Long Island, es el quinto con mayor población centroamericana en EEUU y uno de los puntos de destinos de la creciente inmigración centroamericana de los últimos años. Esta isla pegada a la ciudad de Nueva York fue uno de los destinos principales de los 68.000 menores centroamericanos no acompañados que entraron de manera irregular a Estados Unidos en el año 2014.
Don Mario pertenece a otra generación de migrantes. O refugiados. Nació en Chalatenango, El Salvador, pero vive en Long Island desde hace 15 años. Dice que huyó por problemas con pandilleros y mafiosos: “Si me quedaba me mataban”. Ahora vive de lo que puede, muchas veces de trabajar arreglando techos. Con el tema de las pandillas en Long Island, cree que es mejor tener cuidado y “no hablar”. Pero a estas alturas, a él no lo asustan: “Yo vengo de la guerra, he visto penes rodando en la calle y mujeres descuartizadas”.
Los padres de Obdulio Salvador de León salieron de Guatemala hacia el norte para huir de las amenazas que recibió su padre cuando ganó las elecciones municipales de su pueblo, en el departamento de Petén. Residente legal en Estados Unidos, Obdulio es el líder local de la patrulla ciudadana conocida como los Guardian Angels de Brentwood. El grupo surgió en esta ciudad como respuesta a la violencia de las pandillas vivida durante los últimos meses. Obi One, como se le conoce dentro del grupo, cree que la MS tiene mucha fuerza en Brentwood “pero que no es como allá, en El Salvador, donde la policía les teme”.
El grupo Guardian Angels de Brentwood tiene 17 miembros y está formado mayoritariamente por personas de origen latino. Esta organización fue fundada en el barrio del Bronx de Nueva York en 1979 para hacer frente a la inseguridad que reinaba en el barrio. Aunque es un grupo desarmado que apuesta por la vigilancia pasiva, en su historial existen algunos casos de violencia excesiva o de divulgación de falsos crímenes para generar publicidad. Durante una patrulla callejera en Brentwood se hace evidente que estos vigilantes cuentan con el apoyo de muchos de sus ciudadanos.
El 28 de julio de 2017, el presidente Donald Trump viajó a Brentwood para hablar de los nueve homicidios ocurridos en solo 6 meses en la zona: “El cartel MS-13 es particularmente violento. No les gusta disparar a las personas porque es muy rápido. Leí que uno de esos animales explicaba que le gustaba cortarlas y dejarlas morir lentamente porque era más doloroso y les gustaba verlas morir… Son animales”. Durante la siguiente semana Trump vinculó la violencia de las pandillas a la inmigración centroamericana y lo utilizó para hacer campaña sobre la necesidad de eliminar las 'Ciudades Santuario', localidades donde la policía no arresta a los inmigrantes sin papeles, y aumentar las deportaciones de hispanos.
La Iglesia de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, en Wyandanch, Long Island, ofrece cultos en español y congrega desde hace décadas a un gran porcentaje de centroamericanos residentes en la zona. El sacerdote que la dirige, el padre Bill Brisotti, es un seguidor de Monseñor Romero y durante 15 años coordinó una casa refugio adjunta al templo. Brisotti dice que la llegada del presidente Trump ha complicado las cosas para los inmigrantes. “La situación es cada día más grave con ese payaso que tenemos de presidente. Todo ese temor que se ha creado influye a que la gente no llame a la policía en caso de ver un acto de violencia o un crimen”.
Carlos (nombre ficticio) es un joven refugiado centroamericano. Aunque ya ha cumplido los 18 años, él fue otro joven que llegó durante la “crisis de los menores refugiados centroamericanos” que inició en 2014 y saltó a las portadas de los periódicos norteamericanos. Carlos tuvo que huir de su hogar en el departamento de Cuscatlán, El Salvador, por culpa de las pandillas. “Lo peor es que yo estaba en un lugar donde a un lado estaba la MS y al otro lado Barrio 18, la pandilla rival. De vez en cuando me paraban para pedirme que me uniera, que sino me iba a pasar tal cosa, y yo les decía que no”.
Autobuses escolares esperan cerca de la High School de Brentwood, con un alto porcentaje de centroamericanos. Muchos de los jóvenes recién llegados a la escuela se unen a las pandillas. Carlos Argueta, expandillero y trabajador social en un high school de Long Island lo explica así: “Algunos vienen y solo han estudiado allá tercero o cuarto grado. Otros vienen preparados, y los ponemos a todos juntos en el mismo salón de ESL (Inglés como Segunda Lengua). Se unen (a las pandillas) por protección, para tener amistades y novias. Pero el mayor problema es que los hemos puesto en un solo cuarto a todos estos jóvenes con tanto trauma, y los hemos puesto en un solo cuarto donde toda la frustración que cargan se la desquitan entre ellos”.
Las tobilleras electrónicas se han convertido en una opción común para controlar a los migrantes indocumentados y asegurar que paguen el coste de su liberación, incluso cuando se les podría conceder la condición de refugiados. Este joven salvadoreño y su hermano se vieron obligados a depositar 12.000 dólares por persona si querían ser liberados tras entrar ilegalmente en EEUU. La empresa Libre by Nexus adelantó esa fianza a cambio de otros 2.400 dólares cada uno en intereses. Para garantizar su inversión, colocó un detector con GPS en la tobillera de los jóvenes que avisa a las autoridades en caso de rotura o desconexión. La empresa los obliga a pagar, además, 420 dólares mensuales por el alquiler del aparato y, en el caso de que este se rompa, 3.800 dólares más.
Los dos hermanos de 20 y 21 años vivieron toda su vida en el departamento de La Unión, en El Salvador, trabajando como campesinos en tierra ajena y ganando 36 dólares por semana. Hasta que la Mara Salvatrucha les pidió que sembraran marihuana en el campo que trabajaban. Ellos se negaron argumentando que sus creencias como cristianos evangélicos no se lo permitían. Por esa negativa recibieron golpizas y fueron amenazados con armas de fuego.
Los hermanos denunciaron los hechos a la policía local y los propios policías los entregaron a los pandilleros. Dos agentes y cuatro miembros de la Mara Salvatrucha descargaron sus armas cerca de su cabeza y les propinaron una paliza que mandó a ambos al hospital. Después de eso pidieron prestados 7.000 dólares cada uno a una hermana residente en Long Island e iniciaron el viaje hacia los Estados Unidos.
El martes 13 de septiembre de 2016, cuando caía la noche en Brentwood, un grupo de jóvenes asesinaron con bates a dos muchachas en los afueras de la escuela Loretta Park, donde estudiaban. Las víctimas fueron Kayla Cuevas, una chica de raíces dominicanas de 16 años, y Nisa Mickens, quinceañera, una de sus mejores amigas. Ambas murieron aporreadas. Sus cadáveres quedaron a metros de distancia en un área residencial fuera de la escuela.
El asesinato se atribuyó a jóvenes miembros de la Mara Salvatrucha y fue uno de los casos que hizo saltar las chispas de la opinión pública y provocó una respuesta agresiva del presidente Trump: “Vienen de Centroamérica, son la gente más ruda que hayas conocido. Están matando y violando a todo mundo allá. Son ilegales y es su fin”. Pasados los meses, unas flores en el suelo recuerdan el lugar donde quedó tendido el cuerpo de Keyla Cuevas.
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Este contenido ha sido realizado con el apoyo de la beca DevReporter organizada por LaFede.cat en colaboración con la ONG Asamblea de Cooperación por la Paz.