Con ocasión de la reciente celebración del 20º Aniversario de la devolución de Hong Kong a la República Popular China (RPG), hemos conversado con algunos protagonistas de su escena política: Joshua Wong, 20 años –líder estudiantil en la Revolución de los Paraguas y fundador del partido Demosisto–, Benny Tai, 52 años –cofundador del movimiento Occupy (OCLP)–, y Martin Lee, 79 años, fundador del Partido Demócrata, considerado “el padre de la democracia hongkonesa”.
La generación de los paraguas
“Yo nací en 1996, un año antes del retorno de Hong Kong a China”, comenta Joshua Wong, para expresar de modo gráfico su relación con el continente. Quienes llegaron a la isla huyendo del hambre, la guerra y el autoritarismo, no aspiraban más que a la supervivencia y como mucho a llevar una vida digna en el exilio. Pero hoy la sociedad civil evidencia mayor madurez y más elevadas expectativas.
“La Generación de los Paraguas está preparada para una larga batalla a favor de la democracia. Tenemos una visión diferente a la que mantienen los partidos democráticos tradicionales. Abogamos por políticas y por tácticas más progresistas, defendemos la desobediencia civil y la posibilidad de autodeterminación para poder decidir nuestro futuro en 2047, cuando expire el plazo otorgado por Pekín”, añade.
Este planteamiento se diferencia también del que mantienen las organizaciones localistas más radicales, que reivindican directamente la independencia, reniegan de sus lazos con el Estado central y alimentan actitudes xenófobas hacia la población china.
“Al margen de que los hongkoneses nos sintamos chinos o no –continúa Wong–, el hecho es que formamos parte de la República Popular China. Así que no estoy de acuerdo con quienes dicen que Tiananmén no les concierne, boicoteando la vigilia conmemorativa del 4 de junio. Buena parte de los que se movilizaron en 1989 eran jóvenes como nosotros y compartimos con ellos aspiraciones sobre los derechos humanos, la necesidad de que el poder rinda cuentas, la democracia. Por eso creo que debemos evitar los enfrentamientos y la fragmentación. El bando democrático ha de luchar unido, tanto en el activismo callejero como en las instituciones”.
El acuerdo chino-británico sobre Hong Kong
El joven líder de Demosisto enfatiza algunas coincidencias con el demócrata más veterano, Martin Lee. Ambos recuerdan que el tratado chino-británico sobre el retorno de Hong Kong a China fue avalado por Naciones Unidas y por un significativo grupo de países a los que la diplomacia asiática cortejó para dotar al acuerdo de legitimidad. Por tanto, la preocupación de la comunidad internacional por la excolonia no debe tacharse de injerencia en la soberanía de la RPC.
“He vivido siempre bajo un marco político singular, único en el mundo, que se condensa en la formula Un país, dos sistemas, que fue concebido como punto de partida para la transición legal de Hong Kong hacia la democracia. China se comprometió a ello, pero no está cumpliendo su palabra”, comenta.
“Hoy esta fórmula se encuentra gravemente amenazada”, lamenta Wong. El pasado 30 de junio, el ministro de Exteriores chino declaraba que el acuerdo debe considerarse un mero documento “histórico” que ya no conlleva ninguna implicación práctica y que no avala ningún tipo de supervisión por parte del Reino Unido.
Ante tal violación de un tratado internacional, el joven activista insta a la movilización de otros países y valora dos iniciativas recientes: la creación de una comisión especial sobre Hong Kong en el Parlamento taiwanés y la Hong Kong Human Rights and Democracy Act, por la cual Estados Unidos reitera su compromiso con la defensa de la libertad y la democracia en la antigua colonia británica.
Fisuras en el marco legal 'Un país, dos sistemas'
Para Martin Lee, “padre de la democracia hongkonesa”, el actual asedio a la autonomía en esta Región Administrativa Especial procede de una importante fisura en sus cimientos institucionales y legales: “Yo formé parte del comité de expertos encargado de redactar la Ley Básica, pero después de la masacre de Tiananmén me negué a proseguir mientras no se depuraran responsabilidades”.
El paradigma de partida para diseñar el marco constitucional de Hong Kong era la Common Law británica, que atribuye al poder judicial las competencias de interpretación de la ley, pero no se respetó ese criterio. El Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional –brazo legislativo del Estado chino– se dotó a sí mismo de esa autoridad como última instancia de interpretación, poniéndose por encima de los jueces.
“Esta injerencia menoscaba gravemente el principio de separación de poderes”, sentencia Lee. Debido a ello, la metrópolis está experimentando un grave retroceso en la implementación de la fórmula Un país, dos sistemas. Este deterioro se ha puesto de manifiesto con la reciente expulsión de dos parlamentarios hongkoneses, Yau Wai-Ching y Sixtus “Baggio” Leung, acusados de poner en riesgo la seguridad nacional debido a la exhibición de una pancarta independentista durante el juramento de sus cargos. Otros cuatro diputados, cuyas posiciones ideológicas no satisfacen a Pekín, se han quedado sin sus escaños al aceptar un tribunal un recurso presentado con esa intención por las autoridades locales.
A todo ello hay que sumar el actual proceso judicial contra nueve activistas implicados en las movilizaciones de 2014: “Aquí la defensa es difícil, porque es cierto que cometieron delitos menores de ocupación de vía pública. Pero el gobierno quiere amplificar la gravedad de los cargos y demanda a los acusados por incitación a alterar el orden público en términos que pueden significar penas de cárcel. Ahora bien, hay un problema a la hora de determinar quiénes deben ser juzgados, ya que más de un millar de personas compartieron esta responsabilidad, incluido yo mismo. Además, el momento elegido para hacer públicas las imputaciones, nada más producirse la victoria de Carrie Lam, candidata proPekín a la Jefatura del Ejecutivo, plantea serias dudas sobre la legitimidad del proceso”, concluye Martin Lee.
Intentar cambiar el sistema desde dentro
“Ahora si pides a la gente que se movilice en la calle, no lo vas a tener fácil. No es factible volver a llevar a cabo una ocupación. Por una parte, porque no se han apreciado resultados tangibles de la movilización de los paraguas. Por otra parte, muchos temen que el coste sea demasiado alto”, reconoce Benny Tai, líder del movimiento Occupy y de la campaña Smart Voters que contribuyó decisivamente a que los demócratas obtuvieran poder de veto frente al establishment en las pasadas elecciones legislativas de Hong Kong.
Este profesor de Derecho, que lucha por cambiar la historia de la excolonia, ha sido procesado y vive sometido a una permanente vigilancia policial. Pero ni los cargos que pesan sobre él, ni los riesgos que asume nublan su entusiasmo: “Aunque ahora mismo no tenemos mucha capacidad para movilizar a la ciudadanía, creo que es posible avanzar hacia la democracia transformando el sistema desde dentro. Tras analizar los resultados de las elecciones pasadas, he llegado a la conclusión de que sí es posible. La idea me la inspiró el académico Larry Diamond, que ha trabajado extensamente sobre regímenes híbridos como el de Hong Kong: sistemas autoritarios que gozan de algún tipo de elecciones parcialmente democráticas. ¿Es posible utilizar esas elecciones para acabar con el autoritarismo? Él admite que es muy difícil. Pero puede lograrse si la oposición es hábil, si está bien organizada y si es capaz de un cierto heroísmo”.
Benny Tai goza sin duda de esta capacidad. Sabe que con toda probabilidad irá a la cárcel en 2019 para pasar allí unos cuantos años, pero a él no le preocupa su futuro personal: “Creo que tengo el tiempo justo para llevar a cabo mi último proyecto antes de ingresar en prisión. Acabo de publicar sus detalles en la prensa local para que la ciudadanía me siga”. Algunos le advierten de que puede recibir un tiro en la nuca en cualquier momento, pero este “crazy guy” –como él mismo se llama– se echa a reír: “Quiero implicar a mucha gente. De este modo, si nos matan a uno, quedarán los demás”.